Caim es un personaje que poseo desde hace años. He logrado adaptarlo a dos novelas, una que se está elaborando. Es un personaje que pertenece a la demonología y lo he adaptado a mis creencias sobre el infierno, mi imaginación y mis deseos de introducir horror y placer mezclado. La "rata callejera" o "el juguete" es un personaje que pertenece a mi pareja. Él lo llama "V". Quizás en unas semanas pueda desvelar más sobre su personaje y la posible trama de la novela.
El personaje tiene la voz y el aspecto del fallecido Peter Steele:
Sentado en aquel trono elaborado con
los restos de pendones, lanzas, espadas, escudos y carruajes de
guerra parecía un rey imponente. Un manto de piel oscura, de uno de
los diversos y monstruosos animales de las tierras del Mar del
Viento, colgaba en el respaldo abrigando aquel suntuoso asiento. Su
espalda se hallaba recostada en el respaldo, sus fuertes brazos
parecían languidecer sobre los reposabrazos. Tenía los ojos verdes,
de un fulgor muy distinto al de cualquier otro demonio, tan
llamativos como llenos de rabia. Sólo su mirada demostraba la ira
que contenía.
—Se ha escapado, mi señor—balbuceó
aquel guerrero tras sacarse el yelmo—. Le juro que hemos intentado
encontrarlo, pero ha sido imposible—explicó—. Sus tierras son
muy extensas y peligrosas. Posiblemente, ese estúpido, esté muerto.
—Igual que tú—respondió
incorporándose enérgico.
Sus botas de cuero, pesadas y de punta
picuda, patearon con fuerza la cabeza del joven. El guerrero cayó de
espalda a plomo, su armadura era demasiado pesada y sabía que era
inútil implorar. Su vida sólo contaba con unos segundos, a lo sumo,
y sabía que debía despedirse con cierto honor. Únicamente miró la
bóveda, de hermosos ladrillos grisáceos y lustrosos pendones de
terciopelo verde, y luego a su rey. De inmediato, y de un corte
limpio, fue decapitado por la hoja de la bastarda que Caim siempre
hacía aparecer en sus grandes y ásperas manos.
—¡Encontrad a ese miserable!—gritó
furioso—. Si no está en mi recámara mañana por la noche os juro
que todos vosotros vais a morir uno por uno. ¡No me interesa que la
mayoría lleve mi sangre! ¡No me importa acabar con decenas de
soldados!—el orgullo herido, así como su ego, provocaba que la ira
le cegara hasta arrastrarlo a una vorágine de rabia incontenible.
Su juguete no estaba roto, ni lo
estaría. Estaba tomando decisiones terribles cargadas de un ansia de
libertad. Aquel demonio, joven y escurridizo, ponía en peligro y
entre dicho su poderío. Además, deseaba marcar una vez más aquella
piel joven tras torturar su alma y su cuerpo.
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