Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 11 de marzo de 2016

180º

Pues hace unos meses que hice rol con mi pareja con un viejo personaje que poseo (Amaury) y otro suyo. Fue divertido y ayer lo recordé buscando imágenes que había editado. Encontré una de "Ziz" el nombre del personaje de mi chico y yo dije... ¡Ah! ¡La de hostias que se llevó mi bocazas! Así que la idea me rondaba por la cabeza. He escrito un texto de mi personaje recordando viejos momentos y haciéndose cierta idea de cómo será su nueva vida. 

Lestat de Lioncourt 






Soy de esos tipos que siempre se comunica con gruñidos, se acomoda el paquete en cualquier situación sin importar nada y que escupe veinte insultos en una misma frase. No tengo escrúpulos ni sé de límites. Me crié como si fuese un animal salvaje y terminé siendo un vagamundo. La verdad es que siempre he sido de esos supervivientes de las atestadas calles de asfalto que parecen estar locos y llenos de piojos, pero sobrevivo que es lo que cuenta.

Hace un par de años todo cambió. Mi vida dio un vuelco igual que un coche en una película de acción. Giré a toda velocidad sin frenos, sin posibilidad de hacer nada con el volante y en dirección a darme el golpe más fuerte que jamás me había dado. Pude haber muerto en aquella explosión, pero dicen que bicho malo nunca muere y estoy empezando a creer que es cierto. Ese vuelco espectacular fue conocer a alguien que destruyó todo lo que tenía claro en este mundo.

Siempre había amado la música y una vieja guitarra, arreglada de forma muy chapucera, era mi única compañía día y noche. Eso y un gato callejero que solía cuidar mucho mejor que a mí mismo. Permitía que mi mundo fuese la música porque literalmente comía gracias a las limosnas que ganaba por mis canciones. Solía hablar de lucha social, de tragedias que veía en las noticias de los viejos periódicos, de leyendas que alguna vez leí en libros que encontraba tirados en la basura o en bibliotecas públicas, y también de sentimientos. Mis propios sentimientos siempre estaban ahí.

Alguien limpio, con un traje hecho a medida y una sonrisa amable no se para a menudo frente a ti y te da un fajo de billetes como si fuesen caramelos. Pensé que estaba equivocándose. Eso era demasiada pasta para un piojoso que sólo se metía en problemas. Además me lo iba a fundir demasiado rápido en chorradas que luego no podría siquiera conservar. Prefería que gente más necesitada comiera caliente algunas semanas. Pensé en todas las familias que visitaban una vieja parroquia y la de veces que había escuchado al párroco que ya no quedaba más bolsas de alimentos. Todo eso me llenó de ira y también me decepcionó. Yo tenía aún calderilla del día anterior y podía usarla para comprar algo de beber, pan caliente y algo para acompañar. Así que fui tras él hasta alcanzarlo.

En menos de unos minutos me vi envuelto en una pelea acojonante. Era como abrir la Biblia y leer sobre el Apocalipsis. El cielo se enturbió y la primavera dejó paso a la oscuridad más absoluta. Nubes de tormenta aparecieron en el firmamento mientras seres sin escrúpulos atacaban a un ángel. ¡Sí, un ángel! Aquel refinado transeúnte era un enviado divino que estaba a punto de ser pajarito frito. Pero su voz se alzó incrementando su poder y finalmente derrotando la oscuridad.

Nadie en la ciudad sabía que él los había salvado. Muchos seguían blasfemando por el móvil haciendo sonar el claxon de su vehículo, otros corrían por las calles intentando parar el autobús, había mujeres frente a una tienda de novias hablando de lo maravillosa que sería la boda de una amiga, chicas jóvenes reían cerca de un bar mientras el camarero se sonrojaba por el halago de alguna de ellas y un mendigo seguía pidiendo en una esquina. ¿Y yo? Yo estaba a su lado con mis pantalones rotos, mi camiseta mal arreglada y mi pelo salvaje.

Algo en mí me pedía salir huyendo de allí si bien siempre había creído que eran leyendas. No sé si era el destino o mi testarudez pero me mantuve al lado. Caminé pensando en lo que podíamos o no hacer, en las cosas que debía o no preguntar, y poco a poco pasaron las horas, los días y las semanas. Comprendí que ni él ni yo éramos normales. Quería ayudar y finalmente fui ayudado. Yo era un mestizo y mis alas salieron a la luz un día cualquiera por una acción insignificante.

A mis treinta años mi vida cambió por completo. No me parece una putada, pero sí me parece inusual que tengas que aprender a vivir de nuevo. Casi tuve que saber valorar lo que tuve, la libertad con la que contaba para ir y venir, porque él apareció en mi vida cambiando todas mis viejas costumbres. Lo peor de todo es que un día sin más tal como vino se esfumó. No dejó nada para poder localizarlo. Creí que regresaría y por eso sigo acudiendo a su viejo loft.

Me siento aquí, en una pequeña mesa donde solía cenar y desayunar con él, a mirar por la ventana como los días pasan y la ciudad va creciendo creando su propia tela de araña. El paisaje va cambiando poco a poco y el tiempo vuela. Ya debería tener el aspecto de un hombre de casi cuarenta años, pero me conservo como el hombre joven que conoció entonando viejas consignas para animar a al público más asiduo de sus conciertos: las palomas del parque.

No sé qué siento hacia él y tampoco me importa. Sólo querría volverlo a ver para abrazarlo una vez más. Él es lo más parecido a una familia que jamás he tenido aunque era un maldito hijo de puta. Nadie me ha cundido a hostias como él y quizás extraño que me enseñe el respeto con algo más que con palabras. Y aunque tengo alas no soy un guerrero de Dios. Yo sólo soy un idiota que quiere volver a ver al hombre que le salvó el culo.


PD: Si alguna vez vuelvo a verlo después del abrazo le devolveré la somanta de hostias que me dio en pleno entrenamiento. Me la debe. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt