Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 10 de marzo de 2016

Mi amado maestro

Estos dos, Marius y Armand, no van a volver jamás a ser los mismos. Para colmo Marius tiene que recordar a Santino... ¡Torpe! 

Lestat de Lioncourt 


Estábamos de nuevo en una misma habitación y ni siquiera me miraba. Había construido un palacio de recuerdos arañando cada rincón con esperanza. Coloqué sin prisa monumentos a mi dolor, a la tragedia que vivimos ambos, llevando el perfume de mis lágrimas en Venecia a los frescos que cubrían el techo y mis escasas fantasías a las excelsas esculturas que se alzaban en cada columna de ese maldito edificio. El suelo de mármol era blanco y estaba recién pulido. Las cortinas eran de satén rojo como las que una vez cubrió su lecho y envolvió mi cuerpo casi moribundo.

—¿No vas a decirme nada?—pregunté cerrando las pesadas puertas de madera tras mi espalda.

—La última vez me echaste—respondió contemplando los frescos—. ¿Quién los hizo?

—Eso no importa—contesté con rabia.

—Insolente…

Fuera cientos de jóvenes sufrían la barbarie de quienes como él habían perdido el juicio. Luchaban sin esperanzas por seguir vivos una noche más en unas aterradoras tinieblas que podían ser peores que cualquier condena en el infierno. Contemplaba la desesperanza enterrada en los corazones ajenos, pero eso es algo que nunca me ha interesado. El sufrimiento que transporto en cada uno de mis huesos, instalado en mi alma hasta convertirse en lo que me mantiene cuerdo, es mucho más impresionante que el pavor en los ojos de un recién nacido. Pero a ellos parecía importarles. A mí sólo me preocupaban los cuatro muchachos que estaban bajo mi techo: Benjamín, Sybelle, Daniel y Antoine. El resto si querían podían estallar en llamas. Incluso podía estallar David pese a lo mucho que le extrañaría.

—No, Marius—dije caminando hacia él—. Todos los placeres que tienes a la vista son fruto de los recuerdos amargos que tú depositaste en mi corazón.

—¿Tan amargos eran? ¿O quizás se convirtieron en amargos por culpa de Santino?—ese nombre provocó que retrocediera.

Recordé como habían matado al ser que me salvó la vida pese a todo. Su retorcida forma de enseñarme fue cruel pero necesaria. Hizo de mí un guerrero con una formidable coraza. Insufló en mí poder y orgullo provocando que pudiese ser un enigma y un estigma para mis seguidores. Destruyó a Santino porque me amaba y por una venganza ciega e inmerecida. Él podía ser su enemigo pero se arrepintió y cambió de camino. Ordenó la muerte de un ser inocente quebrando sus propias normas bajo la presencia de Maharet, la cual se sintió decepcionada y hundida por lo ocurrido.

—Olvidaba lo despreciable que eras—susurré saliendo de la sala.


Me faltaba aire y me sobraba rabia. Quería correr por los pasillos huyendo de los recuerdos, de mis sentimientos, de la belleza que me rodeaba y quizá de mí mismo. Deseaba arrancarme la piel y exponerme al sol una vez más. Necesitaba olvidarme del castigo que era amar a un idiota temperamental que nunca me acogería en sus brazos como un Dios bondadoso. Realmente era un monstruo esculpido en belleza y lleno de rencores. Yo sólo quería ser libre sintiendo el amor y el respeto que realmente nunca me ofreció. 

Acabé encerrado en mi despacho. Mi espalda golpeó la puerta y mis piernas cedieron provocando que me quedara sentado en el suelo. Parecía una marioneta a la que le habían arrancado los hilos. Cerré mis ojos y agaché la cabeza para luego echar a llorar como un niño pequeño. Entonces escuché sus pasos lentos e imponentes por el pasillo. Por un momento me olvidé que estaba en Nueva York y que ya no era un mocoso estúpido.

—Abre la puerta—dijo.

—¿Para qué?—pregunté apoyando la cabeza contra la madera.

—¿Acaso crees que sigo pintando tu rostro en lienzos porque sólo eres un recuerdo?—susurró—. Siempre serás mi amado Amadeo, pero no puedes pedirme que acepte tus retorcidos deseos. Ya no posees la pureza ni el brillo que tanto amaba. Provocas miedo a todo aquel que te contempla y te has convertido en un magnífico demonio. ¿Cómo no voy a odiar a quien destruyó mi obra afeándola de tal forma? Ojalá un día regreses a ser el niño que rogaba por ser salvado. Eras hermoso, Armand. Esa fragilidad aún la veo en ti pero está bajo océanos de odio y rechazo—intentó girar el pomo y no pudo. No quería derribar la puerta y comenzar una discusión absurda—. Todavía perduran en ti preceptos que debías olvidar… El día que abandones realmente la Secta de la Serpiente búscame, amor mío. Búscame porque estaré dispuesto a todo. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt