Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 10 de marzo de 2016

War

Hace mucho mucho tiempo en una Galaxia lejana... ¡Esperad! ¡No iba así!... 

Hace tiempo hice un arcángel y un buen amigo mío se hizo otro para luchar codo con codo. El problema vino cuando la soberbia de alguien que se creía "Dios" provocó que nos marcháramos dejándola con su ego y estupidez. Nos convertimos en parias juntos y juntos sobrevivimos como soldados de... tampoco... Hicimos un foro basado en una novela que terminé hace tiempo (ahora empecé otra) y que está basada en varios mitos, leyendas y religiones así como seres mitológicos, ciencia ficción y diversas creencias sobre el espacio, etc... 

He decidido retomar a Miguel y Rafael en un texto que le haga recordar buenos tiempos. Es por su cumpleaños. ¡FELICIDADES JAVI! Ya son 30 años. ¡Pasa el tiempo volando! Digamos que pronto me toca a mí llegar a es cifra ¿cuántos años son juntos? Son 12+1 y los que quedan... 


Creías que no me había acordado pero no era así... El año pasado estaba tan hundido que no te hice nada especial (y casi todos los años hago algo aunque sea una edición moña) y bueno... me daba cosa decir sólo "FELIZ CUMPLEAÑOS" siendo una cifra tan ¿redonda?

Pues nada... ¡FELIZ CUMPLEAÑOS MIGUELITO DE PARTE DE FAFI! 


El cielo parecía que iba a caerse a pedazos sobre la Tierra. El paraíso soñado por un Dios egoísta e intolerante estaba en llamas y la perversión corría a mares entre sus filas. Cientos de ángeles caían como hermosas estrellas fugaces sobre la faz de un mundo en tinieblas. Los querubines intentaban alzar sus canciones junto a los serafines, aumentando el valor y el testimonio de un Dios que empezaba a entrar en cólera. Su luz era tan fuerte que cegaba incluso a sus propios hijos, los cuales intentaban hallar refugio bajo sus pesados escudos y emblemas.

—¡La culpa es tuya!—gritó desde la oscuridad Lucifer.

Él había regresado, como siempre hacía, invadiéndolo todo con su aroma a azufre y sus palabras crueles. Atacaba en la raíz del problema que era el ego de su Padre, el Padre de todo y todos, mientras que sus hijos padecían alucinaciones y terribles consecuencias que acababan costándole las alas.

—¡Míralos caer y convertirse en simples flores marchitas! ¡Observa sus alas transformadas en cenizas! ¡Algunos ni te recordarán que una vez estuvieron en tus filas! ¡Acepta tu error!—bramó blandiendo la espada soltando golpes a diestro y siniestro—. ¡Dile a tus arcángeles que quiero verlos! ¡Dile a Uriel que baje a clavar su frívola mirada en la mía! ¡Ofrécele al bondadoso Rafael su merecido descanso en el fuego eterno! ¡Dile a Miguel que no le temo! ¡Dile a Zadkiel que es un cobarde! ¡Quiero aquí a todos! ¡Incluso a Metatron!

—¡Deja de llorar por mí y levanta tu espada!—gritó entonces Miguel—¡Lucha conmigo!

—¡Eres sólo un inútil! ¡Todos sois unos estúpidos! ¡Dios quiere a sus hijos siervos! ¡Estáis equivocados!—decía colocándose en posición defensiva esperando que Miguel levantara su espada en su contra.

—¡Miguel! ¡No caigas en su juego!—decía no muy lejos Rafael intentando socorrer a varios serafines.

Los cabellos castaños de Miguel hondeaban tan fieros como los pendones con el emblema de Dios. El arcángel prácticamente luchaba desnudo, pues su armadura sólo cubría su torso y no sus brazos o piernas. Era parecido a las armaduras de los regios y clásicos legionarios romanos. Las sandalias doradas cubrían sus pies y se alzaban hasta sus robustas rodillas. Allí, frente al monstruo que fue su hermano, se sentía herido y confuso.

—¡No le escuches, Miguel!—repetía Rafael sosteniendo el frágil cuerpo de un serafín. Intentaba sanar las heridas que había causado la oscuridad en su torso, pero era imposible. Estaba colapsando y pronto su luz se esparciría convirtiéndose en un mero recuerdo.

Lucifer sintió entonces chocar la espada de Miguel contra la suya. Un relámpago cruzó el cielo nocturno y un rayo cayó sobre una vieja encina que comenzó a arder. Una fuerte tormenta, con ventisca incluida, empezó a arrasar varios países de Europa mientras que el mar parecía tragarse los barcos que flotaban como cáscaras de nuez. El Día del Juicio Final parecía haberse proclamado en mitad de la noche para una buena parte del mundo. Los ángeles seguían cayendo como si fueran lágrimas de San Lorenzo. El aroma a guerra cubría gran parte del cielo y el infierno se agitaba despertando terribles seísmos en Asia y América.

Los tambores de guerra redoblaban. Miguel combatía con furia sintiendo que su corazón se dividía. Rafael comenzó a entrar en combate tras atar sus largos y rubios cabellos, colocarse su armadura sobre la túnica y dejando atrás a sus protegidos. Codo con codo comenzó a luchar contra las alimañas que doblegaban las puertas del cielo. El resto de arcángeles comenzaron a caer siendo destruidos o llevados ante demonios más poderosos incluso que su antiguo hermano. Entonces todo quedó sumergido en una onda expansiva y el dolor hizo mella en el cuerpo de Miguel. La espada salió manchada de sangre y su costado derecho empezó a ser una fuente que manchaba todo a su paso.

El Miguel cerró los ojos dejando que las palabras de su hermano retumbaran en su mente. El dolor de su alma se esfumó, pero no el de su cuerpo. Al despertar estaba sobre un lecho cómodo. El olor a antiséptico golpeó su nariz y sus ojos verdes se clavaron en los aparatos que le rodeaban. Las enfermeras murmuraban y corrían como si fueran animales asustados en plena tormenta.

—¿Dónde estoy?—murmuró.

—Ha sufrido una terrible paliza, señor. No lleva documentación alguna—dijo—¿Recuerda su nombre?

—Miguel—susurró.

—¿Miguel sabe su apellido?—decía aquel joven médico que le resultaba familiar. Tenía unos hermosos ojos azules tan limpios como un día de verano y un cabello dorado que caía salvaje sobre sus hombros.


—No… me recuerda a alguien…—dijo—. Pero no lo recuerdo… 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt