Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 1 de abril de 2016

Arte

Acepto que Marius tiene razón ahora por muy mal carácter que tenga.

Lestat de Lioncourt


Observaba con descaro el cuadro sin apartar ni un momento su atenta mirada de las extrañas y numerosas formas que allí se agrupaban. Parecía perdido y casi angustiado en la maraña de colores que se extendían hacia las cuatro esquinas. Ni siquiera era una gama de color agradable. Allí, de pie con los brazos echados hacia atrás y la muñeca izquierda garrada por la mano derecha, suspiraba disconforme con el título y la representación que allí se daba. Él no veía que el artista hubiese tomado un tiempo para reflexionar sobre el lienzo vacío, ni observaba pasión en el trazo, sino que contemplando la cifra con la cual estaba puesto en venta comprendió de una vez que deseaba decir el artista: Vendo cara mi alma porque mi arte es barato.

Había visitado cientos de galerías de arte. Estuvo frente a arte vanguardista y extraño, por no decir casi alienígena, pero no había visto tal abominación en ninguno. Uno sabe cuando un cuadro está hecho con pasión, necesidad o por dinero. Contempló incluso gigantescas láminas donde se representaban pequeños muros de ladrillos cargados de tinta en spray. Esos cuadros, de artistas urbanos, le recordaban los días en los cuales asaltaba viejas casas en ruina para pintar lirios en medio de un jardín similar a una jungla.

—Disculpe...—dijo al propietario de la galería que revoloteaba como mosca desde hacía varios minutos—. ¿Por qué es tan cara esta obra?—preguntó como si fuese un niño estúpido desconocedor de la belleza y la nobleza de un pincel.

—Es uno de los mejores pintores que existen en este siglo. Es joven y muy intuitivo. ¡Sólo mire la mezcla de colores!

—Sí, la vomitiva mezcla...—masculló.

—¿Cómo dijo?—el empresario se sintió sumamente ofendido como si fuese el dueño de la obra, pero en realidad sólo era otro idiota convencido que cuanto más rara fuese la obra más valor tenía.

—¿Ha venido alguno de sus cuadros?—dijo algo inquisitivo.

—¿Bromea? Es el pintor favorito de cientos de famosos. Victoria Beckham tiene varios cuadros suyos en una de sus viviendas—comentó aquello como una auténtica proeza provocando que se echase a reír a carcajadas—. ¿De qué se ríe?

—Sólo gente ignorante compraría ese horror—afirmó.

El director de la galería acabó echándolo provocando que su ira aumentara. Marius aguardó unas horas más para que la galería cerrase sus puertas. Esperó fuera, en la acera contigua, con un maletín cargado de pintura y la mirada cargada de sentimientos que podían atravesar cualquier corazón como balas sagaces.

Eran alrededor de las once de la noche cuando cayó sobre el director y lo hizo abrir la puerta una vez más. El hombre pataleaba rozando con la punta de sus pulcros mocasines el mármol de su tienda. Marius imponía respeto con sus manos de artista rabioso, las mismas que agarraron un par de sogas que guardaba en su maletín y unas resistentes esposas. El pobre mortal quedó atado frente a la obra barata como muchas otras únicamente hechas para vender, no por amor o por belleza.

Allí sentado tuvo que observar como Marius tomaba una paleta de pinturas y garabateaba sobre el lienzo. En cuestión de horas tenía una hermosa pintura de un paisaje bucólico de una costa mediterránea que ya no existía, no al menos tal y como él la había pintado, y de fondo había una galera con numerosos detalles. La arena tenía tanto detalle que se podía contar sus granos amontonados por doquier mientras la espuma del mar se precipitaba sobre ella con cierta violencia.

—Ahora sí pagaría esa absurda cifra y sí podría llamar a esto... “Esclavitud mediterránea”—dijo arrojando la paleta a los pies de aquel pobre mortal, para luego desaparecer tras un par de pestañeos.


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Lestat de Lioncourt