Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 18 de abril de 2016

Diamantes malditos 2

Fin del Archivo Talamasca. Como habéis visto se ha finalizado este archivo y la próxima semana se inicia la Radio de la Tribu. Sin embargo, los pequeños Archivos de Talamasca continuarán como siempre.

Lestat de Lioncourt 


Jesse Reeves había despertado la curiosidad de Benjamín. La historia de la joya maldita había provocado en el pequeño diablillo una necesidad insaciable. Él podía aparentar ser un hombre adulto, con gran intelecto y capacidad para absorber información, pero sin duda alguna seguía siendo un niño codicioso de misterios y bienes. Las manos pequeñas, de dedos finos y hábiles, se habían llevado la joya de aquella fiesta sin que nadie se percatara. Él la robó sólo para mostrarla pudiendo haber hecho tan sólo una fotografía, pero quizás era la necesidad de contemplarla bajo una luz distinta, sin la vitrina y sin los focos que la rodeaban, lo que hizo que no dudara en llevársela.

David Talbot estaba frente a la joya dudando en tomarla o no entre sus dedos. Su aspecto era serio, pero sus ojos brillaban como los de un demonio lleno de codicia. Él también codiciaba la aventura y necesitaba su dosis de adrenalina porque había estado décadas tras un escritorio, redactando informes y sellando documentos intentando gestionar los bienes del inmenso patrimonio de Talamasca y de su propio apellido.

Por mi parte guardé silencio y ni siquiera mostré interés en la joya. Había escuchado historias similares en los últimos años pues incluso tenía un libro de objetos malditos. Sin embargo los hermosos diamantes comenzaron a llamarme como si fuera la voz de miles de sirenas cantando en la orilla de un mar peligroso.

—¿Y qué harás?—pregunté—. Ya sabes la historia, comprendes que realmente puede estar maldita, pero ¿vas a devolverla sin más? ¿Cómo y cuándo? Además, pudiste haber tomado una fotografía—dije sintiéndome molesto por algún motivo.

Sabía que si Marius se enteraba de sus trapicheos entraría en cólera, igual que Armand y Sybelle. No me importaba en realidad que la pianista y el loco de la tecnología se desquiciaran, pero yo aún convivía con Marius y le amaba. No quería ver como sucumbía a la ira y se mostraba decepcionado porque yo estaba al tanto de la situación.

—Deja de pasar tiempo con Marius, por favor—dijo tomando su sombrero para colocárselo correctamente—. Ya hasta pronuncias discursos similares.

—¡Ni hablar!—grité colocando mis manos sobre la mesa e inclinándome hacia él—. Esta joya es peligrosa y no sólo por su supuesta maldición. ¿Sabes que ese cretino podría investigarte y comprender que somos vampiros de verdad?

—¿Y?—preguntó con una sonrisa de aires burlones. Sonreía igual que un gato y se movía quizás igual de sigiloso—. No creo que pueda tocarme un pelo de mi cabeza.

—Además, Daniel, ¿cómo puedes decirle eso después de ser tú quien inició todo? Ventilaste los trapos sucios de Lestat y Louis en esa biografía que publicaste sobre nuestro cínico favorito—susurró Jesse apoyándose suavemente en mi hombro izquierdo—. Daniel, relájate. Esto es una pequeña aventura como las que vives con David de vez en cuando.

—Daniel tiene razón en algo y es que debe devolverse la joya en cuanto antes—comentó tomando el collar entre sus manos.

—Alguien cabal...

—Pero antes deberíamos investigar a fondo la leyenda e intentar exorcizarla si se puede... —susurró mirando hacia el fondo de la habitación.

Todos los presentes podíamos ver fantasmas si estos decidían manifestarse para todos nosotros, pero había seres que eran capaces de ocultarse ante nuestros privilegiados ojos. De entre todos nosotros el único que podía ver ciertas energías ocultas era David Talbot. Sus poderes sensoriales se intensificaron cuando Lestat lo creó y al beber de él ocasionalmente, como muestra mutua de afecto, provocó el desarrollo de los diez sentidos habituales más un onceavo que era el que podía en práctica continuamente.

—Ves algo en la sala. Yo lo he notado nada más llegar, pero pensé que estaba equivocada—dijo Jesse, apartándose de mí, quedándose de pie intentando discernir algo de entre los carteles de viejas producciones teatrales que Benji usaba para decorar su pequeño estudio—. Yo sólo veo algunas corrientes muy bajas de energía.

—No es un demonio, pero sí es un fantasma muy antiguo y astuto—susurró alejándose de la mesa con el collar entre sus manos.

Guardé silencio como el resto. Era un silencio sobrecogedor y sólo se rompía por el murmullo de las pisadas de los impecables mocasines de David. Fuera la ciudad seguía con sus sirenas, su bullicio, sus luces y sombras mientras la noche se hacía más espesa y los delitos se multiplicaban. Nueva York era una ciudad llena de sueños y pesadillas y en aquella sala estábamos quizás a punto de desvelar un misterio que podría quitar el sueño a cualquiera.

Imprevisiblemente una de las estanterías cayó en seco dejando sus preciados libros desperdigados. Los cristales empezaron a estallar dejando las ventanas libres de cualquier pedazo, liberando estos hacia la acera y provocando el caos en ella. El frío nocturno y el ruido de los cláxones se introdujeron en la escena. Nadie se movió salvo David. Todos sabíamos que era inútil intervenir. Nuevamente otra oleada de energía cruzó toda la sala y la joya, que llevaba David entre sus dedos, cayó al suelo rompiéndose en pedazos. Abrí mi boca para decir algo pero no pude hablar y sólo acepté un fuerte impacto que me hizo caer de espaldas. Al incorporarme la vi. Vi con claridad el fantasma que estaba aferrado al collar. Era una mujer muy atractiva pero sin demasiadas curvas y parecía haber estado llorando.

No sé qué idioma era el que empezó a hablar David, pero sonaba algo similar al portugués. Me quedé sentado en el suelo, algo apartado de la mesa, y noté que el resto también había sido arrojado sobre las frías baldosas de mármol. Después un profundo vacío cubrió todo y ni siquiera se escuchaba el tráfico, luego los cláxones volvieron a la escena y David se apartó de aquel rincón con aspecto fatigado.

—Fue asesinada y sólo se vengaba por su desgracia...—dijo apoyándose en la mesa para luego desplomarse.

Benjamín no pudo devolver la joya pues los diamantes ya no eran los mismos, pues no había ni un diamante rojizo entre ellos. Además, había perdido valor al destruirse en pedacitos. Agarró los diamantes, uno a uno, y sonrió pícaro.


—Adivinad quién va a comprar un equipo de lujo para su radio...—comentó con una sonrisa.  

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Lestat de Lioncourt