Mael y Marius siempre tendrán una relación de amor-odio muy intensa.
Lestat de Lioncourt
Había recibido una carta desde
Kentucky con un remitente desconocido. Tardé algunos minutos en
abrirla porque supuse que podrían ser malas noticias. Últimamente
todo había estado demasiado revuelto. La muerte de tantos vampiros
había removido los cimientos de nuestra sociedad y muchos jóvenes
enviaban cartas y correos electrónicos pidiendo mayores
explicaciones a todos los implicados. Yo tenía las manos limpias
porque Amel no había logrado que sucumbiera con facilidad a sus
deseos, pero no podía decir lo mismo de otros inmortales que conocía
íntimamente y que habían desaparecido como consecuencia de la gran
masacre.
Cuando rasguñé la solapa y logré
abrirla encontré un par de folios con una letra inclinada y algo
torcida, aunque parecía haber sido escrita con firmeza y sin miedo
alguno a las consecuencias de sus líneas. Me moví por la sala hasta
encontrar mi sillón favorito junto a mi amada estantería repleta de
álbumes de fotografías que yo mismo había realizado. No sólo
pintaba pues amaba el arte y no había nada más artístico que una
buena instantánea porque no sólo era arte pues implicaba una
historia y la historia un tiempo, un conocimiento, una verdad y un
alma que quedaba atrapada de algún modo en un guiño, una sonrisa o
unas lágrimas.
La carta me dejó helado y aturdido a
la vez. El motivo de esos sentimientos fue leer su nombre, el nombre
de un imbécil al que extrañamente echaba en falta y había
necesitado en los últimos meses. Cerré los ojos y mantuve la calma
intentando no atormentarme demasiado con la idea de sus heridas, sus
malos momentos y el dolor que podía estar sintiendo. Aunque ese
imbécil jamás había desnudado para mí su alma ya que creía que
yo era un miserable.
“No sé si poner “querido amigo” o “viejo enemigo” así que discúlpame. Han pasado muchos años desde que conversamos frente a frente la última vez. Corrían años locos para los jóvenes que creían que el mundo era suyo y únicamente suyo. Nosotros, los más antiguos, nos veíamos relegados a nuestras viejas historias y deseos. Aunque nos vimos cuando la desgracia cayó nuevamente sobre tu pupilo, ese tan alocado que ahora llamáis Príncipe de los Vampiros con toda la pompa y grandilocuencia que creéis necesaria para un imbécil tan grande como tú, no nos dirigimos la palabra como si aún existiese cierta revancha.
La carta va a ser larga aunque lo leerás tan rápido como escribo. Mi letra no es buena como habrás comprobado pero me duele aún todo el cuerpo. Aún así estoy escribiendo mis memorias y me gustaría que tú las leyeras. Yo voy a ser fiel a la realidad, Marius. Yo no voy a ser como tú que omites detalles porque crees que no son necesarios porque te humillan, muestran un lado poco glorioso o simplemente piensas que son cosas que no debe saber nadie.
Tal vez las publique o quizá se queden en un cajón en este motel de mala muerte. Es un pueblo pequeño alejado del ruido de la ciudad. Aquí puedo dormir todo el día si lo deseo. Nadie ve mal que un hombre solitario quiera estar alejado de todos y todo. Sólo bajo a la hora de cenar al comedor y hago como que me tomo la sopa de cebolla, mordisqueo el pollo y mojo pan en la salsa picante mientras bebo cerveza. Como mi aspecto no es muy agradable nadie se para a conversar mucho rato conmigo y eso ayuda.
He conseguido tu dirección gracias a un joven vampiro que ha contactado conmigo. Él no vino a buscarme y eso te lo aseguro desde este preciso momento. Pasaba por aquí de camino a Canadá. Él deseaba perderse por esos pueblos tranquilos donde no pasa nada y todo ocurre a la vez. Sabía tu dirección porque sabe la de otros vampiros antiguos ya que os habéis puesto en contacto con muchos estos meses. Él no se creía que yo fuese Mael porque no tengo los rasgos tan horribles como los que tú describiste y porque estaba vivo. Todos me han dado por muerto y quiero que sea así durante un tiempo. No quiero que tú desveles mi paradero todavía.
Si me permites la osadía he añadido una hoja más a esta carta que es para Avicus. No sé su dirección y tampoco sé si él la leería de no pasar primero por tus manos. Cuando me marché le aseguré que no volvería a saber de mí pero lo estoy incumpliendo. Creo que leer “Príncipe Lestat” ha hecho que se agite algo en mí y provoque ciertos deseos de volver con el resto. Sin embargo no sé si estoy preparado.
Te mandaré el primer ejemplar de mi novela aunque sean sólo fotocopias cosidas con hilo especial para libros. Cuando lo haga podrás decirles a todos que estoy vivo, pero de momento guarda la información. Aunque no sé para qué te digo nada si harás lo que tú creas mejor. De momento sólo te ruego que vigiles a Jesse. Sé que el inútil de Talbot está con ella y que Thorne puede protegerla, pero para mí ella es como una hija.
Con desprecio y afecto,
Mael.”
Me eché a reír y luego a llorar.
Seguía siendo el mismo y yo también. Admito que estoy rompiendo sus
deseos al mostrar esta carta, ¿pero quién es él para decirme a mí
que no debo demostrar que mis palabras en Sangre y Oro eran ciertas?
Ese idiota no podía estar muerto porque no me podía abandonar ya
que todos necesitamos a nuestro opuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario