"Me lo ha dicho un pajarito" cobra significado en este texto...
Lestat de Lioncourt
—Hay intrusos en nuestro maravilloso
París—dijo entrando en la sala mientras se quitaba la capa y la
arrojaba a una de las portentosas sillas de patas de león.
Estaba contemplando el fuego
consumiendo la madera mientras mis pensamientos se alejaban de la
realidad. Me preguntaba si realmente los rumores eran ciertos y
habían visto a Marius paseando por Roma. La descripción era similar
al poderoso pintor de demonios con rostro celestial. Deseaba volver a
cruzarme con él y pedirle explicaciones por el terrible vacío
cargado de silencio, rabia y frustración que me había hecho sentir.
Pero Santiago seguía parloteando de un lado a otro.
—Son tres, aunque uno está muy
desmejorado—se acercó a mí arrodillándose a uno de los costados
de mi silla y me agarró la mano con las suyas—. ¿Quieres saber su
nombre?
—Adelante—dije desganado mientras
intentaba olvidarme de mi querido Maestro.
—Lestat.
—¡Qué!—salí de mis ensoñaciones
y me puse súbitamente de pie—. ¡Qué has dicho!
—Lestat, Lestat, Lestat...
¡Lestat!—parloteó antes de guardar silencio una vez más—. Se
llama como ese vampiro del cual me hablaron los antiguos actores,
esos que se fueron hace algunas décadas para poder vivir alejados
del escenario y sucumbir quizás a la locura...
—¡Sé de quién diablos me hablas!
¡Sólo un imbécil prepotente tiene ese nombre!—grité mirándolo
con rabia.
—Está buscándote... viene hacia
aquí... creo que...
—Háblame de los otros dos, Santiago.
¿Vienen con él?—pregunté.
—Son creaciones suyas. Una es un
hombre que ronda la treintena muy apuesto, con unos ojos que parecen
gemas preciosas y una forma de ser... Podría decirse que es el
vampiro más humano que conozco porque sufre cuando mata, pero a la
vez siente un placer indecible. Y mata, Armand. Mata a cualquiera
porque es incapaz de leer las mentes—dijo sintiéndose importante.
Santiago era un vampiro extraño que
parecía reconfortarle mis halagos y alabanzas. Tenía una forma de
ser burlona e inquieta como la de un zorro travieso. Su inteligencia
era aviesa y mordaz. Sabía como manejar la información sólo para
mantenerme en vilo.
—Sigue, maldita sea. ¡Sigue o te
tiro a las llamas ahora mismo!—dije agarrándolo del cuello de su
magnífica camisa.
—Se llama Louis y viaja con una niña
vampiro.
—Una adolescente como yo, ¿tal
vez?—pregunté.
De todos los vampiros que había
conocido yo era el único que no alcanzaba los dieciocho años.
Además, mi estatura y rostro daba la sensación de ser casi un niño
y no un hombre. Acepto que quizá no soy el más hermoso, pero puedo
ser la mayor de las tentaciones para cualquier hombre o mujer. Marius
lo sabía cuando me convirtió porque yo era su querubín, su
delicioso tesoro, al cual protegió con su propio cuerpo hasta salir
envuelto en llamas.
—He dicho niña. No tendrá más de
seis años, quizá cinco... o puede que... sí... unos cuatro. ¡Yo
que sé! No levanta más de un palmo—aquello me pareció abominable
y maravilloso.
—¡Ese imbécil la creó! ¡Pondría
mis manos en el fuego por ello!—dije.
—¿Cómo las de aquel
músico?—preguntó riéndose bajo.
—Ah, calla... calla... —murmuré
riéndome del mismo modo. Nicolas, el amante de Lestat, había
perecido envuelto en llamas hacía algunas décadas. Pensé en lo
delicioso que sería torturarlo matando a esas dos criaturas frente a
él.
—Al parecer la niña cree que logró
matar a su padre... ¿Te imaginas? Eso está prohibido... Sin
embargo, él está vivo y los está buscando. Viene hacia aquí para
pedirte ayuda... ¡Iluso! ¿Le vas a ayudar? Dime que no, Armand. Por
favor, maestro Armand... ¡No le ayudes! Él te destruyó,
¿recuerdas?
Santiago me maravillaba con esa
información aunque sabía que lo hacía porque quería destacar
sobre el resto ganándose mi afecto, comprensión y compañía. Si
bien, yo sólo pensaba en cómo vengarme porque era fascinante tener
algo en contra de las creaciones de Lestat. Él me rogaba que no le
ayudara y por supuesto no lo haría. Había estado esperando ese
momento para devolverle todo el dolor que me había provocado.
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