Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 2 de mayo de 2016

Mi pajarillo

"Me lo ha dicho un pajarito" cobra significado en este texto...

Lestat de Lioncourt


—Hay intrusos en nuestro maravilloso París—dijo entrando en la sala mientras se quitaba la capa y la arrojaba a una de las portentosas sillas de patas de león.

Estaba contemplando el fuego consumiendo la madera mientras mis pensamientos se alejaban de la realidad. Me preguntaba si realmente los rumores eran ciertos y habían visto a Marius paseando por Roma. La descripción era similar al poderoso pintor de demonios con rostro celestial. Deseaba volver a cruzarme con él y pedirle explicaciones por el terrible vacío cargado de silencio, rabia y frustración que me había hecho sentir. Pero Santiago seguía parloteando de un lado a otro.

—Son tres, aunque uno está muy desmejorado—se acercó a mí arrodillándose a uno de los costados de mi silla y me agarró la mano con las suyas—. ¿Quieres saber su nombre?

—Adelante—dije desganado mientras intentaba olvidarme de mi querido Maestro.

—Lestat.

—¡Qué!—salí de mis ensoñaciones y me puse súbitamente de pie—. ¡Qué has dicho!

—Lestat, Lestat, Lestat... ¡Lestat!—parloteó antes de guardar silencio una vez más—. Se llama como ese vampiro del cual me hablaron los antiguos actores, esos que se fueron hace algunas décadas para poder vivir alejados del escenario y sucumbir quizás a la locura...

—¡Sé de quién diablos me hablas! ¡Sólo un imbécil prepotente tiene ese nombre!—grité mirándolo con rabia.

—Está buscándote... viene hacia aquí... creo que...

—Háblame de los otros dos, Santiago. ¿Vienen con él?—pregunté.

—Son creaciones suyas. Una es un hombre que ronda la treintena muy apuesto, con unos ojos que parecen gemas preciosas y una forma de ser... Podría decirse que es el vampiro más humano que conozco porque sufre cuando mata, pero a la vez siente un placer indecible. Y mata, Armand. Mata a cualquiera porque es incapaz de leer las mentes—dijo sintiéndose importante.

Santiago era un vampiro extraño que parecía reconfortarle mis halagos y alabanzas. Tenía una forma de ser burlona e inquieta como la de un zorro travieso. Su inteligencia era aviesa y mordaz. Sabía como manejar la información sólo para mantenerme en vilo.

—Sigue, maldita sea. ¡Sigue o te tiro a las llamas ahora mismo!—dije agarrándolo del cuello de su magnífica camisa.

—Se llama Louis y viaja con una niña vampiro.

—Una adolescente como yo, ¿tal vez?—pregunté.

De todos los vampiros que había conocido yo era el único que no alcanzaba los dieciocho años. Además, mi estatura y rostro daba la sensación de ser casi un niño y no un hombre. Acepto que quizá no soy el más hermoso, pero puedo ser la mayor de las tentaciones para cualquier hombre o mujer. Marius lo sabía cuando me convirtió porque yo era su querubín, su delicioso tesoro, al cual protegió con su propio cuerpo hasta salir envuelto en llamas.

—He dicho niña. No tendrá más de seis años, quizá cinco... o puede que... sí... unos cuatro. ¡Yo que sé! No levanta más de un palmo—aquello me pareció abominable y maravilloso.

—¡Ese imbécil la creó! ¡Pondría mis manos en el fuego por ello!—dije.

—¿Cómo las de aquel músico?—preguntó riéndose bajo.

—Ah, calla... calla... —murmuré riéndome del mismo modo. Nicolas, el amante de Lestat, había perecido envuelto en llamas hacía algunas décadas. Pensé en lo delicioso que sería torturarlo matando a esas dos criaturas frente a él.

—Al parecer la niña cree que logró matar a su padre... ¿Te imaginas? Eso está prohibido... Sin embargo, él está vivo y los está buscando. Viene hacia aquí para pedirte ayuda... ¡Iluso! ¿Le vas a ayudar? Dime que no, Armand. Por favor, maestro Armand... ¡No le ayudes! Él te destruyó, ¿recuerdas?


Santiago me maravillaba con esa información aunque sabía que lo hacía porque quería destacar sobre el resto ganándose mi afecto, comprensión y compañía. Si bien, yo sólo pensaba en cómo vengarme porque era fascinante tener algo en contra de las creaciones de Lestat. Él me rogaba que no le ayudara y por supuesto no lo haría. Había estado esperando ese momento para devolverle todo el dolor que me había provocado.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt