Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 21 de julio de 2016

Amor

Louis debería entenderme mejor porque no hay que no haga por él. 

Lestat de Lioncourt. 


—Siento que mi alma siempre está llorando. Me mortifico cada noche entrando en hecatombe personal. Recuerdo cada palabra que no he dicho, las cuales me hacen entrar en un desconsuelo terrible, para luego unirlas a las que, de forma trágica, tuve que pronunciar. Cada noche es un eslabón más en las pesadas cadenas que atan mi alma—dije aquello recostado en el sofá mientras permitía que él acariciara mis cabellos. Mi cabeza estaba sobre sus piernas y él parecía ensimismado—. Necesito que...

—Necesitas dejar de ser un maldito lastimero, Louis—respondió dejándome en silencio—. ¿Cuál hecatombe? ¿Por qué te mortificas?—preguntó encogiéndose de hombros mientras alzaba sus manos de largos y finos dedos. Echó la cabeza hacia atrás y relajó su cuerpo dejando sus codos apoyados en el respaldo del asiento—. Somos igual que Dios. Nos asemejamos a él. Dios no es perfecto, de hecho creo que si existe es imbécil, y nosotros somos iguales. Cometemos errores, hacemos juicios precipitados, matamos indiscriminadamente y sonreímos a la muerte con el sabor de la sangre en la punta de nuestra lengua.

—¡Cállate!—grité incorporándome mientras huía de su presencia.

—No quieres escuchar la verdad... —murmuró con una sonrisa burlona.

—¿Cuál verdad? ¡Cuál! ¿Tu verdad? Esa verdad no me vale—entré en cólera abrazándome a mí mismo. Había sido un idiota al creer que él me entendería. Llevábamos más de un mes a solas y despreciaba su forma de responderme. Quería que fuese como era con las furcias con las que coqueteaba. Con ellas era entregado y dulce, pero conmigo era un maldito cretino.

—Vamos, Louis—amplió su sonrisa para luego carcajearse de mí.

Estaba allí con esas prendas propias de un noble a mi costa, con mi dinero, disfrutando de los lujos que yo poseía, pero no era capaz de darme un consejo o una palabra amable. Todo lo que quería de mí era mi dinero. Un vacío gélido se agolpó en mi corazón y sin pensarlo me eché a llorar.

—Oh, no—suspiró entre exasperado y hundido—. Otra vez no—su rostro cambió a una seriedad impropia para luego levantarse. De inmediato lo tenía rodeándome besando mi cuello, rozando con la punta de su nariz la parte trasera de mi oreja y dejando que sus manos rozaran descaradamente mis caderas—. No llores, mon coeur—murmuró—. Mon ange... Je n'imagine pas ma vie éternelle.

¿Por qué eres de este modo? Es terrrible—dije hundiendo mi rostro en su pecho, cerca de sus clavículas, notando comos su manos comenzaban a recorrerme. Temblaba igual que una hoja y quería que él me diese la fuerza necesaria para continuar.

Porque te amo—dijo con la voz quebrada.

Nunca entendí esa forma de amar hasta ahora. Me preparaba para cosas más terribles que la muerte de una presa. Algo más allá de lo inimaginable. Además, debía dejar mi vida mortal a un lado. Ya no era el hombre que habían conocido. Tenía que asumir nuevas responsabilidades mucho más gratificantes, pero era incapaz. Ahora lo veo claro. Estaba equivocado en todo. Incluso en sus motivos económicos. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt