Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 22 de julio de 2016

Alquimista

Rhosh es un hombre extraño y su amistad con Magnus venía de antiguo. Pero, ¿me ha llamado hidra? 


Lestat de Lioncourt 


—Dame la vida eterna—dijo entrando en mi amplio salón donde aún me encontraba meditando sobre la última partida de ajedrez que habíamos disputado. Estaba de pie frente a uno de los enormes ventanales de la fortificación donde nos recluíamos.

Mi prole era amplia. Tenía numerosos hijos y todos ellos seguían mis reglas. La mayoría eran viejos músicos, escribas e incluso había algún guerrero. El más hermoso de todos era un joven monje que arranqué de la abadía, mantuve oculto y convertí cuando creí conveniente. Benedict era mi última creación y la más amada. Todos sabían que mi corazón era suyo, que mi alma estaba unida a la del joven, y Magnus sentía ciertos celos.

—No puedo—expliqué—. Conoces las reglas, alquimista.

—No crear monstruos horribles—susurró—. Ya que Lucifer es hermoso, el resto también. La prole oscura, la peste inmortal, debe hacer gala de la maldad que posee las sombras. Una maldad hermosa e idílica. Ah... cuánto egocentrismo y petulancia innecesaria—dijo aproximándose hasta donde me encontraba.

—No existe Lucifer—sentencié—. Pero es cierto que se necesita belleza y fortaleza física como regla fundamental.

—¿Y quién ideó las reglas? Malditas reglas—masculló.

Miré de soslayo su cuerpo deforme, aquella pequeña joroba era escandalosa bajo su túnica raída, y sus ojos pequeños y brillantes como los de una urraca. Apenas podía mirarse sin asco cada pliegue de su rostro y su sonrisa torcida de escasos dientes amarillos y podridos. Era horrible. Físicamente era detestable, pero como alquimista era de los mejores que podían existir no sólo en la región, sino en todo el continente. Jamás vi un hombre tan inteligente.

—No puedo hablar de ello, amigo mío—dije colocando mi diestra sobre su hombro.

—Conseguiré ser como tú y derrocaré las reglas impuestas.


Me hizo reír. Realmente me carcajeé durante horas sobre su fantasía, pero finalmente lo hizo realidad secuestrando a Benedict, robando su sangre y convirtiéndose, tras una transfusión, en un vampiro similar a todos y cada uno de mis hijos. Aquello fue terrible. No fui tras él pues lo advirtió y de algún modo me hizo feliz. Él logró su objetivo y yo no tuve que negar más a un buen hombre vivir para siempre, aunque finalmente decidió crear a un monstruo que se convertiría en la hidra que arrasó París y luego el mundo entero. No importa cuánto lo ataquen porque vuelve nuevamente con mayores podres y deseos de destrucción.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt