Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 18 de julio de 2016

Guerra y paz

Comprendo ambas partes, pero a quien más es a Daniel. Ahora me doy cuenta de muchas cosas que en otro momento no fui capaz. Armand me ha demostrado no estar tan equivocado en ciertos asuntos.

Lestat de Lioncourt 

—¿En qué estás pensando, chico?—preguntó quedándose a mi lado.

—¿A ti qué te importa?—respondí con una actitud impropia en mí. Estoy seguro que sólo actué de ese modo porque era él. Odiaba pensar que otros hombres eran más importantes en su vida que yo. No por nada él era su única creación, la única concesión que hizo como tributo a la eternidad, y aún lo reclamaba como suyo cuando nadie lo veía. Armand podía decir que Daniel ya no era importante, escribirlo mil veces en el muro de las lamentaciones, pero la verdad era bien distinta y no disimulaba cuando creía que otros no le estaban observando—. Vete donde tengas que estar.

—Mi sitio es este—dijo sacando las manos de los bolsillos.

—Eres un imbécil, ¿qué vio en ti?—mis palabras eran hirientes, pero a él no le afectaban.

Era un muchacho larguirucho de aproximadamente treinta años, el pelo rubio pajizo revuelto y corto, sus ojos sí eran extraordinarios porque tenían tonalidades violetas pero su rostro era de facciones algo comunes. Podría decirse que Daniel Molloy era el típico chico americano buscando el sueño que muchos tienen: fama.

—Quizá vio que no ataco a quienes no conozco—susurró inclinándose suavemente hacia mí, para luego quitarme el sombrero y revolver aún más mi cabello ondulado—. Provocas ternura cuando te ven venir, pero por dentro estás tan amargado...

—¡Cállate!—grité.

—Pero sólo estás así cuando alguien se acerca a él, ¿no es cierto?—preguntó mientras le arrebataba mi hermoso sombrero. Temía que lo ensuciara o dañara sólo por hacerme rabiar.

—No es cierto—carraspeé porque sentí como mi corazón se encogía y no podía respirar. Había dado en el clavo.

—Mientes tan mal como él—dijo apoyando su mano izquierda en mi hombro y luego se echó a reír—. Armand es importante para mí porque me creó, porque le amé y porque le sigo teniendo cierto aprecio. Pero no somos compatibles. Se ha notado a la lo largo de los años que es imposible que él y yo podamos formar algo especial—comentó mientras giraba lentamente mi rostro hacia su imponente figura teniendo en cuenta mi estatura.

—¿Y yo qué soy? ¿Un sustituto? ¿Sabes cómo me siento? ¿Has visto Inteligencia Artificial? Ese robot niño que nunca crecerá y es activado para suplir a otro, el cual creen que va a morir, pero después termina siendo un objeto más de la casa y es abandonado. Nuestra relación ya estaba tirante porque aún es un maldito idiota que no ve más allá de sus miedos... Pero has llegado tú y ya no existo... —me dolía decir aquello. Era como si me clavaran cien mil dagas ardientes en el pecho.

—Eres joven e inquieto. Él era como tú, según Marius, pero el mundo lo destruyó tantas veces que ya no recuerda nada de esa revolución, de ese deseo... de esa verdad—se apartó de mí para salir de la sala, pero se giró antes de cruzar el umbral de la puerta—. Algún día comprenderás bien a Armand, pero ese día ya no estarás a su lado. Habrá otro chico como tú que rabie porque te acercas demasiado, ¿o tal vez ese el problema? Un chico ya se acercó con un violín y una encantadora sonrisa, ¿no es así?

Odié que tuviese razón. Esas palabras se clavaron en mi pecho y me puse a llorar. Dios, lloré tanto... Estaba comprendiendo a Armand, pero a la vez le estaba perdiendo. Quizás esa era la verdadera maldición del amor. No lo sé. Sólo sé que esta conversación tiene más de un mes y aún la repito en mi mente intentando comprender como atajar el problema.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt