Soy padre de este imbécil. Permítanme decirles que quizá si lo atrapo lo mato.
Lestat de Lioncourt
Querida mía:
Lamento haber dejado tan sólo esta
nota junto a tus libros en la mesilla. Respeto que te haya confundido
ver el sobre con su nombre y aún más su contenido. Posiblemente tu
rostro de estupefacción pase al de molestia y luego a la
preocupación. Permite que te diga que no es una despedida, pero sí
me he marchado unas semanas buscando ese pedazo de ser que creo haber
perdido.
Te explico para que me comprendas, para
que no sufras... Todo se trata de un viejo sueño que tenía desde
que medía algo más de un palmo. Siempre que supe la verdad sobre mi
procedencia, quién era mi padre y todo lo que ocurrió antes de mi
nacimiento me dije a mí mismo que si algún día tenía la suerte, o
quizá la desgracia, de ser como él y poder seguir sus pasos lo
haría. Desde el primer momento en el cual leí sus aventuras y supe
de su periplo por Europa buscando “la verdad” y a Marius, sobre
todo al milenario que tan bien conocemos ambos, me dije que haría el
mismo trayecto solo descubriendo si aún quedaban marcas de sus
mensajes, si podía disfrutar de caminar en medio de la noche
sabiéndome solo, como sucedió en su viaje de regreso a la realidad
tras las noches con su maestro.
Sólo serán unas semanas, Rose. Nada
más que unas semanas. Sabes que soy sincero, que nunca te he mentido
o hecho daño. Mi único propósito es cumplir ese sueño infantil y
poder contártelo. No quiero pasar una eternidad al lado de otra
persona sin tener anécdotas que confesarle. ¡He vivido toda la vida
encerrado como si fuese un muñequito que se va a romper! Tú al
menos has tenido tus pequeñas aventuras, tus torturas personales y
el calvario que viviste debido a una mala jugada del destino. Yo sólo
cientos de pasadizos con luz artificial, batas médicas, pruebas de
todo tipo y a mi madre sonriendo diciéndome que estaba
convirtiéndome en un rebelde como mi padre, que si seguía así
sería el martirio de Faared, y todo eso junto a un frío abrazo tan
aséptico como su uniforme.
Regresaré para cumplir todas mis
promesas. La mayor de todas es no soltar tu mano en los momentos más
difíciles. Jamás olvides que eres mi rosa eterna. Siempre seremos
dos guerrilleros excitándose en mitad de una guerra de palabras y
miradas. Te amo.
Siempre tuyo,
Viktor de Lioncourt
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