Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 26 de septiembre de 2016

Marius

Recuerdo sus ojos. Parecía una hermosa estatua grecorromana que cobraba vida, pero esos ojos delataban que había un alma tras esos rasgos perfectos y esa piel marmórea. Habitaba un ser que sufría aún hoy el pecado de su mala conciencia, que poseía la virtud del conocimiento y el poder de la oratoria. Guardaba grandes silencios, de vez en vez, y sonreía tímidamente ante mis estúpidas intervenciones. Creo que es la única vez que he visto sereno a Marius, pues la mayoría de las veces lo he encontrado agitado por todos los desastres acumulados a mi alrededor. Supongo que no he sido su mejor alumno, que el único maestro que se siente plenamente orgulloso de mí soy yo.

Jamás pensé que podría encontrarlo de ese modo. Él me rescató de un dolor, una pena y una agonía que no podía dejar de sentir latiendo en mi corazón. Mi alma se retorcía sólo de pensar que estaba solo, que Gabrielle me había abandonado y Nicolas ya no existía. Me torturé a mí mismo con el recuerdo de ambos, de mi familia totalmente calcinada y de mi padre aguardando en Nueva Orleans. Todo lo que una vez había conocido se había ennegrecido, olía a cenizas. ¡Qué estúpido! Aún existía mis creencias, la virtud de un Don tenebroso y la verdad en cada una de mis palabras.

Había estado pintando los muros de los edificios, dejando constancia de mi viaje. Quería conocerle. Yo sabía que no podía estar muerto. Armand habló de él como un demonio virtuoso que pintaba ángeles. Un ser que poseía un don maravilloso para la pintura. Sí, un mecenas y un artista. Un hombre que lo había poseído todo y a la vez lo había perdido. No fue hasta que lo conocí cuando comprendí que en tres ocasiones había reconstruido los pedacitos que habían quedado de él.

La primera vez fue cuando era un humano convencional y fue privado de su libertad. Para él había algo más que la vida mundana, pues le prepararon para ser un Dios. Pero no un dios cualquiera, los celtas lo retenían conversando con él para que conociera sus costumbres, la religión y la supuesta verdad que yacía bajo la corteza ennegrecida de un enorme árbol. Un dios moría, para que naciera otro. Era ley de vida, quizá. Si bien, él se reveló y luchó contra todos sus oponentes. Logró escapar justo después de ser convertido en un supuesto dios, pero lo que era, sin duda alguna, difería de la idea convencional de un ser divino. Él era un vampiro.

La segunda vez fue aún peor. Recuperó el corazón de una mujer que amó desde que ella era una niña, la muchacha con la cual quiso comprometerse y nadie se lo permitió. Su hermosa Lydia apareció para él como un rayo de esperanza, pero este se apagó en mitad de las brumas de una tormenta terrible. Él perdió el amor de su vida, quedando tocado de nuevo.

La tercera vez se convirtió en un infierno de fuego. Se enamoró de un muchacho de cabellos cobrizos y ojos almendrados. Era casi un niño cuando lo secuestraron y lo llevaron de un lugar a otro como esclavo sexual. Él lo rescató, le besó las heridas y sanó su alma. Estoy hablando, por supuesto, de Armand. Un chico que le robó la cordura y que lloró cuando creyó que se lo arrebataba un terrible veneno. Pero lo salvó, lo hizo su hijo y lo convirtió en su mejor obra. Una obra mejor que los frescos y lienzos que pintaba noche tras noche. No obstante ese paraíso quedó reducido a cenizas, humo y dolor cuando Santino, su enemigo y líder de una secta religiosa para vampiros, se lo arrebató todo.

Sin embargo, ahí estaba. Me salvó la vida, me llevó a su casa, me abrazó y besó como si fuera un padre amoroso. Vio en mi la fuerza que él tenía. Todas esas heridas que le habían convertido en un monstruo no estaba, pues había sanado y recuperado su belleza. El fuego era sólo un recuerdo doloroso. Quise besarlo durante toda la noche, como un niño inocente, pero él prefirió contarme parte de su vida.


Por eso aún recuerdo esos ojos clavados en los míos... Sólo por eso...  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt