Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 15 de septiembre de 2016

Remordimientos

Nicolas a veces me aterra... ¿Estos pensamientos de dónde vienen?

Lestat de Lioncourt 


“Alzo mi violín al cielo,
como la voz de un funesto querubín.
Se alzan las llamas en París...
en un anochecer sin fin.

Duelo de ánimas,
duelo de dolor.
Cuidado por donde caminas.
La muerte está presente.”

Recité esos versos aquella última noche. Recorría las calles taciturno y con los ojos de un demonio enloquecido. Estaba perturbado. Creo que nunca lo estuve tanto como en aquellos momentos. Pensaba en mi muerte. Sabía que mi hora había llegado. Estaba seguro que pronto el mundo conocería mi obra, la amaría y la odiaría a la vez, mientras que el silencio, el de mi voz que era el violín, se apagaría por siempre.

Recordé que ese violín, el que llevaba conmigo, era uno carísimo que él había adquirido para mí. Me compraba como si fuera una puta. Creía que el dinero me contentaba. Pobre patético iluso. Pobre infeliz. Miserable él, miserable yo. Estaba equivocado.

Mis ojos se llenaron de lágrimas sanguinolentas y me apoyé contra una esquina, muy cerca de uno de esos bohemios cafés que él tanto amaba. Suspiré porque no sabía si reír o llorar. Estaba tan desesperado que sólo tomé aire y lo dejé ir. Estaba perdido, dolido, angustiado y necesitaba su apoyo. Sin embargo, él se había ido huyendo de mí, y de mi oscuridad.

Nunca se dio cuenta que despreciaba lo que ahora era. Yo no quería a un hombre bien vestido con los bolsillos llenos de dinero. Prefería al muchacho harapiento de sonrisa desenfadada, de bolsillos llenos de telarañas y estómago vacío. Quería al chico torturado, el artista demente como lo era yo, y no un joven elocuente y decidido a acabar con todo lo que una vez amó.


Sin duda, Lestat, hizo trizas mi corazón. Luego, como hacen algunos asesinos, se largó de la escena del crimen sin remordimiento alguno. Por eso decidí morir. Quise morir. Deseaba morir porque sabía que él necesitaba tener esos pensamientos fúnebres revoloteando en su estúpida cabeza.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt