Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 16 de octubre de 2016

Esos sueños...

Ella aparecía ante mí. Me recordaba todos mis fracasos y errores. Observaba con sus inmensos ojos azules mi dolor regodeándose, mostrando una hermosa sonrisa en su carnosa boca y moviendo sus pequeños pies mientras permanecía sentada en una de las sillas, de esas tan incómodas de hospital. Admito que me sentía terriblemente hundido en el miedo y la tragedia. Odiaba que Louis hubiese tenido razón, pero aún más odiaba haber enfermado hasta ese punto. Aún así volví a sentir la nieve como cuando era un muchacho terco y desobediente.

—Puedo escucharlos...—dije con la vista nublada y delirante.

Escuchaba las patas de mi yegua pisando con sus cascos la nieve, haciéndose paso entre la manada, entretanto estos enfurecidos ofrecían dentelladas al pobre animal. Tan noble, tan elegante, tan mío... Odié ver como mis perros también caían muertos, pero dejaban tan heridos a los lobos que yo podía matarlos. Sólo dos de ellos, lobos de pelaje mezclado con la propia noche, seguían en pie defendiendo su vida como yo defendía la mía.

Muchas veces había ido a cazar para comer. Conseguía conejos, algún ciervo y, las veces que tenía suerte, jabalí. Podíamos comer sin necesidad de sufrir hambre debido al escaso dinero que se hallaba en las arcas de la familia. Yo era el benefactor, por eso los campesinos vinieron a mí. No había joven en el pueblo con mejor tiro y, además, era el hijo del noble. Tenía que cuidar de las tierras.

—No quiero morir...—susurré.

Entonces en ese sueño lleno de la belleza clásica de una lucha hercúlea vi, como si fuese una aparición divina, a Mojo. Él se acercaba valiente, enérgico y hermoso a darme calor en mitad de ese suelo nevado. Era imposible que él hubiese aparecido en aquellos días, por eso supe que soñaba y no había regresado al pasado. Pues, os aseguro, te lo llegué a temer. No hay nada imposible en esta vida, al menos no para mí, tras haber vivido tantas aventuras. De un momento a otro me vi en la ciudad, en aquella fría e inhóspita acera, mientras la luz de la farola incidía sobre mi nuevo cuerpo.

Al abrir bien los ojos la vi a ella sentada en una de las sillas, pero al otro lado estaba aquella mujer. Una mujer hermosa, fresca, radiante, de buena voluntad y dedicada a Dios por entero. Mi mirada cansada se perdió en aquella dulzura y bondad, mi cuerpo se relajó y me sentí bendecido. Estiré mi mano derecha hacia ella, la cual rápidamente se movió para apretarla.


—Descanse—dijo—. Dios no quiere que usted muera, se lo aseguro.  



Lestat de Lioncourt 

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt