Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 26 de diciembre de 2016

Baby It's Cold Outside

Parece que esta relación marcha... 

Lestat de Lioncourt

—¿Qué estás observando?—preguntó logrando resonar sus zapatos por las baldosas de la gran sala donde me hallaba. Me había refugiado en la biblioteca francesa, el lugar favorito de Lestat y también mío.

Había un enorme ventanal que había logrado abrir, el frío entraba de forma repentina a ráfagas algo gélidas, y la nieve golpeaba de vez en vez mi rostro. Mis manos, pequeñas pero decididas, se aferraron a la barandilla mientras observaba como la oscuridad envolvía una estampa típica de película romántica y navideña.

—La nieve acumulándose por doquier en las aceras—respondí.

Ni siquiera me había girado para poder observar su figura gallarda de ojos azules penetrantes, ese rostro delicado y sus labios carnosos. Era algo desgarbado y torpe, pero sus manos eran bondadosas y hacían milagros en mí. Nada más apoyarlas entorno a mi cintura creí que me desvanecía.

—Pronto vendrán todos a celebrar el final del año—dijo apoyando su mentón en mi hombro derecho, pegando ligeramente su rostro al mío.

—Las calles se llenarán de neoyorquinos y turistas deseando un poco de esperanza—explicó.

Parecía tan ensimismado con las celebraciones navideñas, tan vulgares y consumistas que me provocaban ciertas náuseas y resquemor, que me parecía sumamente curioso. Si bien, era cauteloso. Me sentía nervioso ante la sola idea de vivir a solas, aunque sólo fueran un puñado de horas, a su lado. Benjamín y Sybelle se habían marchado al teatro, pues estaban con representaciones navideñas que ambos amaban enloquecidamente. Louis se había marchado hacía meses en busca de Lestat y él estaba recluido en su castillo francés sintiéndose similar al Conde Drácula.

—Sí, es la primera vez que lo viviré—dijo inquieto con sus manos sobre mis caderas—. Debe ser divertido.

Se echó a reír estrechándome con firmeza, haciéndome sentir un muñeco de peluche en brazos de un niño amoroso. Cerré los ojos y aspiré su aroma, empecé a sentir su calor pese a las inclemencias del tiempo, y en algún momento él me apartó de la ventana para cerrarla. En ese instante me giré, apoyando mis manos en sus hombros, para poder perderme en esos poderosos ojos azulados. Tenía la mirada limpia como la de un recién nacido, sin tacha alguna.

—Antoine, dejan todo echo unos zorros—murmuré arrugando la nariz.

—¿Y?—dijo riéndose aún—. Es una celebración hermosa, como el desfile de Navidad que vimos hace unos días—comentó alzándome unos centímetros del suelo para girar conmigo y acabar sentándome en el escritorio.

De inmediato crucé las piernas y los brazos, permitiendo que él se quedara frente a mí con su nariz casi rozando la mía. Sus largos brazos se estiraron hacia el mueble, sus manos de dedos huesudos y largos acariciaron la superficie, y luego me permitió sentir sus labios con un beso tan breve como una caricia.

—No voy a insistir en lo estúpido que es salir a la calle para festejar con desconocidos una noche más del año—dije frunciendo el ceño.

—Sigue así de cascarrabias y te convertirás en Marius.

Aquellas palabras me sorprendieron. Quedé sentado, casi al borde de la mesa, con cierto temblor. No temblaba por el frío, sino por la ira. No quería parecerme a ese terco, orgulloso, peligroso y mentiroso de mi maestro.

—¿Qué?—dije aún atónito.

—Armand, debes salir de esa concha de dolor y miseria—dijo colocando sus manos sobre mis mejillas, para luego acariciarme con sus pulgares. Deseaba besarlo, pero él lo hizo antes. Todo lo que yo quería él me lo ofrecía.

—Antoine...—balbuceé.

—Ven conmigo y celebremos que estamos juntos y vivos. ¿No es eso lo que celebran los mortales? El estar juntos, vivos y llenos de esperanza.


Tenía razón. Celebraría con él el final del año. El día último del mes último en su hora última estaríamos allí, con todos los mortales, gritando que dábamos la bienvenida a un nuevo año.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt