Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 31 de diciembre de 2016

Happy New Year

Happy New Year

Por parte de todo el equipo de EL JARDÍN SALVAJE y, en concreto, por parte de Armand y Marius.

Lestat de Lioncourt 


En ocasiones, sin pretenderlo ni desearlo, regreso momentáneamente a mis orígenes. Unos orígenes que no son en Kiev, sino junto a las aguas estancadas de los canales venecianos y el mercado de frutas de algunas plazas. Recuerdo vivamente el sol colándose por las ventanas, el movimiento suave de las cortinas de telas primorosas y vaporosas, el murmullo de las góndolas golpeando en el embarcadero y las risas de los diversos discípulos de mi maestro.

La oscuridad que habita en mi alma se destruye convirtiéndose en pura luz. Una luz que me hiere más que cualquier fuego u objeto filoso, tan cortante como aquella vieja hacha con la cual amenacé la vida de quien más amaba, porque no hay nada peor que saberse criatura desterrada de un mundo tan maravilloso como aquel. Los únicos días que merecieron la pena se consumieron demasiado rápido como la cera de una vela pequeña y de una llamarada demasiado intensa.

Vienen a mi mente mis anillos enjoyados con hermosos sellos de oro, las ropas de seda cubriendo mis piernas delgadas y mi cintura estrecha. Se aviva la llama de mis cabellos convirtiéndose en un símbolo de pasión infinita y derramada únicamente sobre su lecho. Contemplo los hermosos y exquisitos bordados de su cama hasta ensimismarme, como si fueran reales y aún pudiese jugar con ellos.

Todo eso ocurre frente a mí, como si fuese una hermosa película proyectada en uno de esos viejos cines italianos, y no puedo hacer nada por detenerlo. Únicamente puedo echarme a correr hacia el piso inferior, donde tengo aún mis viejos poemas amontonados y las cintas que solía grabar. Tomo estas entre mis manos, las contemplo rogando que no existan y esté en esa dulce duermevela antes que él llegue, como un príncipe azul, arrancándome el aliento y cualquier mal pensamiento. Pero no. Quedo allí de pie leyendo esas poesías llenas de dolor y termino llorando como un niño, igual que un niño. ¿Acaso no soy eso pese a todo? Un niño eterno, caprichoso y astuto que no deja de ser débil ante el pecado de la carne.

Hoy debería ser un día distinto, pues acepté en mi vida un cambio drástico. He aprendido a amar. Primero me he aceptado a mí mismo, cosa que no ha sido fácil con el paso de los siglos y las distintas diquisitudes que he vivido, y después he abierto de par en par mi corazón a alguien que me cambiara por completo la tristeza por felicidad. Jamás creí que encontraría en brazos de un músico la paz soñada. Antoine ha sido todo estos últimos meses y he comprendido que no puedo estar sin él.

En pocas horas comenzará un nuevo año. La casa está completamente silenciosa. Benjamín se ha encerrado en una de las bibliotecas para grabar un mensaje que está transmitiendo, Sybelle ha decidido salir a pasear sola junto a sus propios demonios, y Antoine está sentado frente al piano aguardando que acepte nuevamente su compañía. Supuestamente íbamos a pasar los últimos momentos rodeados de humanos que brindan por un nuevo año. Íbamos a ver las campanadas en directo. Había aceptado. No obstante esos momentos tan idílicos, tan llenos de perfumes y polvos, me desmoronan.

Para colmo él ha telefoneado. Me ha llamado al teléfono móvil que llevo conmigo desde hace algún tiempo. Cuando vi su número de teléfono palpitar en la pantalla quise apagar el teléfono y arrojarlo por la ventana. No obstante descolgué y tuve la conversación más absurda de las últimas décadas. Absurdo porque no sé como puede ser tan cínico.

—¿Armand?—preguntó—. ¿Eres tú?

—Es mi teléfono, ¿cómo no iba a ser yo?—respondí con un tono neutro.

—He viajado a Nueva York. Quería verte—dijo.

—Ah, bien. Podemos vernos mañana—dije reclinado en la silla de mi escritorio.

—Hoy—exigió—. Deseo estar contigo bajo los fuegos artificiales del nuevo año—comentó con un tono de voz meloso, similar al que utiliza siempre para embaucar a otros. Yo conozco bien sus palabras, gestos y la emotividad que suele ofrecer.

—Tengo planes—respondí a punto de colgar.

—No mejores que este—aseguró.

—Tengo planes.

Colgué y apagué el aparato, lo arrojé al suelo y lo pisé con fuerza. No quería escuchar más mentiras. Me enfurecía que hubiese tomado la determinación de llamarme tras todo lo que había hecho. Me negó el poder ofrecerle a Benjamín una vida cómoda y una juventud próspera. Obligó a Sybelle a no poder dar grandes conciertos en salas multitudinarias, retomando así su gran pasión y oficio. Su cobardía le impidió pedirme disculpas frente a frente y transformó a mis queridos humanos en monstruos similares a mí, en seres eternos y gloriosos. La misma cobardía que le obligó a no buscarme y liberarme de la Secta de la Serpiente, a no amar a Bianca que dio todo por él y a no escuchar a Pandora. Esa misma cobardía y escasa empatía arrojó a Lestat lejos de su vida. Su amor el fruto más amargo que he probado.


Ahora me encuentro en una habitación llena de recuerdos de otras épocas. De fondo se empiezan a escuchar los fuegos artificiales. He incumplido mi promesa con el único ser que me ha demostrado profundo respeto. En estos momentos no sé cómo acudir a él. Detesto a Marius y me detesto a mí mismo por no poder enfrentarme del todo a sus viejos trucos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt