Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 1 de enero de 2017

Juguetero

Sólo pude conocer lo que quedó de él, de su historia, pero os prometo que vale la pena.

Lestat de Lioncourt 




La nieve caía, como habían caído cientos de sueños muertos en mi alma. Cubría todo con un manto encantador. Aún las luces navideñas plagaban la ciudad y los numerosos establecimientos todavía estaban cerrados, pues intentaban poner en marcha una nueva estrategia para alentar el consumo tras estas semanas de locura. Cientos de niños en la ciudad, por no decir miles, jugaban con las muñecas, peluches y juguetes motorizados que se habían ideado en mi empresa y fabricado con todo el amor, respeto y deseo para ellos.

Al girarme, encontrándola a ella allí sentada sobre mi mesa, sonreí. Había sacado a mi hermosa Bru de su escaparate. Nadie iría hoy al museo para poder contemplarla. Pocos sabían que esa muñeca me pertenecía hacía más de un siglo. Todos creían que era de mi antepasado, el cual fundó la empresa buscando ser más económico y por ende poder llenar los brazos de los niños con juguetes educativos, duraderos y baratos.

Ella me miraba con sus hermosos y profundos ojos de vidrio, como si pudiera hablar recriminándome la tristeza en los míos, mientras yo deseaba acariciar sus escasos mechones y sus mejillas llenas aún tan coloridas. Ya no tenía la belleza de otras épocas. Ni siquiera parecía la muñeca que una vez fue. Parecía un trapo bien arreglado y colocado en mi mesa. Si bien, yo la seguía viendo igual de hermosa. ¿No es eso el amor? Los cuerpos humanos se estropean y aún así se siguen amando las parejas.

Yo no soy humano, aunque lo aparente. Mis empleados me rodean, me saludan, me besan, me estrechan la mano y discuten conmigo como si fuese uno de ellos. Jamás lo he sido. Sin embargo, esa noche fría deseé serlo, como casi siempre, porque quería tener una familia con la que celebrar el principio de un año y una década que decían que sería prodigiosa. Me eché a llorar, lo recuerdo. Cubrí mi enorme rostro con mis enormes manos de dedos largos y blanquecinos.

Hacía tanto que no me fundía en un abrazo cálido y amistoso, ni en unos labios apasionados o entre las sábanas de una mullida cama. Estaba maldito. Nadie lo sabía. Era el único. No había más seres como yo en este maldito mundo. Todo mi culpa. Todo por adorar a un Dios humano. Todo por ser el ser que fui. Todo por nada.


Mi nombre es Ashlar Templeton y así se inició mi historia, la historia que se vincularía a una familia ya bastante conocida. Permitan que les narre parte de este dolor, de este pequeño pedazo de dolor, ocurrido en Nueva York un frío invierno.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt