Es casi paradógico
que algunos nieguen el camino que les tocó recorrer. Parecen
disgustados, apáticos, furiosos e incluso creen que pueden borrarlo
de un plumazo. Opino que cada quien surge de un infierno distinto,
ocupando un lugar privilegiado, y que su camino hacia la superficie
expresa más sobre quien es que cualquier documento que pueda ser
obsequiado el día de su nacimiento. Y es que hay nacimientos en las
profundidades de los infiernos, más allá de los círculos
habituales, donde se fragua el dolor y la miseria. Te hacen nacer con
un estigma, con un “pecado”, porque desde ese momento te condenan
a ser ciudadano de tercera categoría.
Quizá
tienes que luchar más que otros, ampliar tus virtudes para que la
miseria no te coma terreno, y logar, de algún modo, sacar la cabeza
por encima de la superficie más veces que los demás. Pero eso no es
malo, es bueno. Acabas descubriendo que si no hubieses sufrido ese
calvario no serías tan empático con problemas que otros poseen, no
te movilizarías de forma tan enérgica o no demostrarías con más
vehemencia tu valía.
Es
cierto que hemos nacido en una “Nueva Era” y que tenemos más
posibilidades que otros que vinieron antes, hallándonos el camino y
permitiendo que nuestras voces se escucharan como rugidos y no
simples gritos contra el viento más huracanado. Lo admito. No
obstante aún la sociedad no está culturalizada, ni civilizada, ni
inmune a que la mayoría sean auténticos retrógrados camuflados de
jóvenes cultos en bares estilo starburcks. Porque de aquellas aguas
estos lodos, ya que muchos nunca se han puesto a imaginarse en la
piel de otros y a enfrentarse a demonios imaginarios sólo para
comprobar cuan doloroso es quemarse en ese círculo, uno que se
oculta y se invisibiliza como si tuviésemos lepra.
Poco a
poco las hormonas, las numerosas intervenciones quirúrgicas y las
poses asumidas de forma autodidacta... nos convierten en “normales”
a ojos de otros. Si bien, sigo diciendo que lo binario es una plaga,
que imponer a un hombre una actitud es machista, que decirle a una
mujer transexual que deben maquillarse es estúpido y antinatural,
pedirle a alguien de los “nuestros” que asuma mil veces ante un
psicólogo que es “un hombre” o “una mujer” es una
vergüenza... Suma y sigue. Aunque los tiempos van cambiando, nos van
despatologizando y se abre la luz a través del túnel. No obstante,
siguen los golpes de los “normales” sobre la mesa sintiéndose
“invadidos” y clamando al cielo cuando conseguimos una pequeña
victoria. Asumen que tenemos más “privilegios” que ellos. Nos
siguen comparando con “Problemas dentales que no me pasa la
seguridad social” o “Yo también quiero que la seguridad social
me pague una lipoescultura y no lloro por ello”. Hay quienes no ven
bien que entremos en su “reservado para cagar u orinar” porque
creen que entramos por morbo y no para hacer nuestras necesidades más
mundanas. Por supuesto, hay quienes asumen que tenemos que confesar
automáticamente cómo nos llamamos en “nuestra otra vida” y
creen que “nacimos en un cuerpo equivocado”.
Tengo
la suerte de haber nacido en España, pero también la putada de
haberlo hecho. Hay países europeos más avanzados que este país de
pandereta, toros y flamenquitas sobre la televisión. Si bien, hay
lugares que son pozos de drama como ocurre en países como México,
sin tener que hacer referencia a países árabes. No obstante, no me
dan trabajo tan fácil como a un heterosexual o un cisgénero. Soy la
comidilla de muchos todavía, y me apena decir que incluso entre
algunos familiares.
Con
cuatro años ya le advertí a mi madre que era un hombre, a mis doce
años ya elegía toda mis prendas a mi gusto y obteniendo la
confianza de ser quien yo quería ser, con dieciocho años lo reiteré
y con veintiséis al fin pude ser libre. No fue porque mi madre no me
apoyase, puesto que tuvo sus problemas hasta mis veinte años que ya
asumió que era una idea irreversible, sino que tenía que cuidar a
una mujer con demencia senil y pagar facturas que eran incompatibles
con viajes continuos a Málaga. Ahora se ha descentralizado en
Andalucía y se ha puesto en cada ciudad un especialista. Tenemos
grandes avances, pero no será por los políticos sino por los
activistas.
No
entiendo el miedo que tienen algunos de “salir del armario” y
admitir que no son cisgéneros. Algunos engañan usando fotografías
trucadas, mienten a parejas hasta que ya no hay vuelta atrás, se
sumen en la depresión y el alcohol. Hay quienes incluso se quitan la
vida. Todo porque no son capaces de aceptarse, porque no hay nadie
que les diga yo te apoyo. Es triste, miserable, ruin... ¿Y lo peor?
Es que todo es cultural. La sociedad impone que géneros binarios,
géneros basados en la sexualización de los genitales y todavía ni
siquiera dicen con la boca grande que admiten la bisexualidad... La
transexualidad o es un mito o un gran morbo para una cadena de
televisión. Somos eso. La mayoría del tiempo somos cobayas o
modernos Prometeos. ¿La verdad? Estoy cansado, pero no voy a tirar
la toalla. Sólo logran que me revuelva más.
Hace
unos años me humillaron horriblemente. No sólo porque se hiciesen
una página para hundirme, sino porque una pareja me advirtió que lo
mejor para mí era negar que era ser transexual. Según decía eso
podía afectar a su vida personal, a su familia, a su bienestar...
durante unos meses lo acepté, pero finalmente me revelé. No sólo
me afectaba a mí, porque era una mentira enorme, sino porque esa
persona estaba tan acostumbrada a mentirse así misma que asumía las
mentiras como realidades. Y no. Yo soy quien soy. Desde los veinte
años he hecho activismo por medio de Blogs, canciones, poemas,
vídeos en Youtube, páginas de Facebook, Tumblr, en la calle, en
pequeñas tertulias con amigos, con personas desconocidas que he
tenido que reprender en la calle o redes sociales... ¿Por qué
engañar? ¿Para qué mentir? ¿Por qué no asumir el riesgo?
¿Sabéis
qué os digo? Quien me quiere me querrá con mis cicatrices, con mi
malhumor por las mañanas, con mis bromas ácidas, con mis
estupideces, con mi amor a la literatura británica y americana, con
mi pasión por el deporte de minorías y por lo mal que canto en la
ducha. Me querrá. Me querrá ahora y siempre. No tengo porqué
ocultar quien soy, pues yo me quiero a mí mismo tal y como nací. Me
da igual que tenga que adaptar mi cuerpo a mis necesidades, ¿acaso
no es eso la supervivencia del más fuerte? Pues eso soy... cada vez
más fuerte.
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