Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 25 de enero de 2017

Lucha

Me pidió que no cediera y jamás lo he hecho.


Lestat de Lioncourt 



Nunca he tenido una dirección a la cual enviar una carta, un hogar en el que dejar que mis huesos se sientan aliviados y mi mente se sosiegue. Posiblemente tengo demasiadas preguntas revoloteando por mi mente y soy incapaz de jugar al tiro al blanco con ellas. Vivo como un animal trashumante desde el mismo día de mi nacimiento en las sombras, y creo que eso ni es delito ni es algo que realmente afecte a la mayoría. Sólo me afecta a mí y puede que a mi hijo.

Muchos creen que la maternidad consiste en tan sólo traer hijos al mundo, otros que debes estar ahí incluso cuando no necesitan tus consejos y hay quienes desean hacer fuertes a sus hijos. Si dejé alguna vez sin protección a mi hijo, si permití que le ocurrieran tragedias, era porque sabía que saldría victorioso de ellas. Siempre supe que era el más fuerte y capaz de sus hermanos, pero de nada serviría si siempre lo tenía bajo las faldas. Era el único interesado por los poemas que leía, por los viajes que hice siendo una niña y por las obras de teatro que disfruté. Tenía un corazón indómito, como el de un animalillo salvaje, que se apreciaba cuando cabalgaba o corría entre los retorcidos troncos de los árboles. Era diferente y eso marcó la diferencia con sus hermanos. Ellos no comprendieron la oportunidad que les daba al alejarme de sus miserias, deseos y añoranzas.

Ahora sé que me tomó de ejemplo en los últimos años. Decidió recorrer el mundo buscando su lugar. Quería cubrir todas las preguntas con respuestas o enterrándolas en pantanos profundos, en desiertos fríos durante la noche, en lugares recónditos en la selva, en pantanos iluminados por luciérnagas y acompañado por el sonido de la naturaleza, en bosques frondosos y en otros quemados. Recorrió Europa, Asia y América. Vivió sus aventuras, las cuales ni siquiera cita en su última confesión.

Fruto de todo ello hizo que fuese el héroe de una niña que casi muere ahogada en un desastre natural. Ahogada, sepultada y olvidada. Una niña que adoptó y dejó en manos de dos mujeres para que le dieran la educación más libre, igual y beneficiosa que pudiesen. Visitaba a la pequeña cada pocos meses y ese era el único lugar donde podía hablar de amor, pasión, esfuerzo, gloria y sueños. Por otro lado reconstruyó la cárcel donde claramente estuve a punto de morir, igual que un ave enjaulada, porque hay recuerdos hermosos entre sus paredes para él. Para mí sólo miseria. Aunque reconozco que a veces extraño sus largos dedos trenzando mi cabello, su risa jovial ante mis ocurrencias y el aroma agreste de sus camisas al abrazarlo tras una cacería.

Si decidí aparecer aquel día en Roma, abofeteándolo con fuerza y exigiéndole que hiciera algo, fue porque sabía que era el único capaz de detener toda esa oleada de destrucción. No temía por los demás, porque la mayoría no me importa. Sin embargo, había escuchado los rumores y tenía un hijo, la joven que adoptó y él mismo. Había perdido una familia, un legado más allá de la genética, y no estaba dispuesta a que sucediera igual. Además, estaba el hecho que ocasionalmente regreso a una pequeña tribu de mujeres vampiro. Me encuentro entre iguales cuando estoy al lado de la fuerte y sofisticada Sevraine, que es nuestra líder y adalid de lo intrínsecamente femenino.


Me convertí en una especie de Juana de Arco, en una de esas mujeres dispuestas a morir en mitad de la guerra, con tal que mi “Dios”, mi hijo, demostrase que la unión hace la fuerza y la verdad debe surgir a la luz, aunque sea en mitad de una terrible noche. Me movió mi instinto de madre... ese que muchos dicen que no tengo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt