Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 26 de enero de 2017

Sin ceder a la muerte

Bianca, ¿no la aman? Algunos lo odian.

Lestat de Lioncourt 


He aprendido cosas terribles sobre esta vida miserable. Ha sido poco a poco. Sin embargo, parece que fue ayer cuando me hallaba en aquel palacio veneciano, rodeada de hombres que me devoraban con la mirada y creían que era demasiado fácil conquistarme. Qué equivocados estaban. Era dueña de mi corazón y orgullo. Muy pocos podían tener el placer de conocerme en mis alcobas, pero él hizo que no fuese dueña de mí misma. Me convertí en una estúpida mujer enamorada. De hecho, me enamoré de él y su discípulo más amado. Qué ironía.

Temblaba como una hoja cuando él aparecía. Era imponente. Medía algo más que un simple metro noventa. Tenía unos rasgos hermosos y muy simétricos. Se apodaba “Marius Romanus”. Su apellido real era un misterio, como el origen de su fortuna. No obstante era un excelente pintor, orador y mecenas. He visto como desembolsaba grandes cantidades de dinero sobre una mesa, monedas resplandecientes de oro y plata, para que un chiquillo aceptase estudiar junto a él. En pocos meses lo convertía en un excelente pintor y un apasionado filósofo, conocedor de leyes y absurdos protocolos.

Solía invitarlo a conversar en salones privados, lejos del bullicio habitual de mis fiestas, para que me hablase de la vanguardia en el arte. Deseaba saberlo todo. Amaba la pintura, la escultura y la música. Él me seducía hablándome en susurros, muy cerca de mi cuello, mientras me sostenía desvergonzadamente por la cintura. Su aroma me enloquecía, igual que parecía que el mío seducía a ese hermoso espécimen de artista.

Sabía de sus juegos con sus discípulos, del amor que profesaba a su joven Amadeo, pero también me hablaba de su corazón roto por una tal Pandora. Por mi parte, él sabía que no había logrado darle mi corazón por entero a ningún hombre, que mi cuerpo era tributo a la libertad y mi alma era veneno para el enamoradizo. No obstante, también supo lo rápido que caí cuando me besó aquella noche. Sus labios eran duros y fríos, como los de una estatua de mármol perfecta, y la mía demasiado carnosa y caliente. Fue una mezcla explosiva. Incluso me dejé abrir las piernas para que palpara más allá de mis ingles. Me volví una descarada en cada encuentro. No me arrepiento incluso tras su traición.

Supe que era un inmortal después de sufrir una emboscada que le costó parte de su belleza, su palacio, sus alumnos y su Amadeo. No me importó. Me quedé a cuidarlo y soportar sus lamentos, así como la ira que sentía al saber que sus muchachos habían muerto. Pero me usó para poder hallar a la vampiro que creó, aquella Pandora.

Por eso mismo, herida de muerte en mi orgullo, me fui. Decidí que estaba mejor sola que acompañada. Recorrí toda Europa, Asia y también América. Me dejé llevar por los ritmos de distintas canciones y pintores, así como por las novelas más románticas y las más detestables. Hace algo más de un siglo que regresé a Italia. Pude notar a otros inmortales tan antiguos como yo, pero la mayoría eran jóvenes atrevidos. Allí perdí conocí a mi gran amor, un joven artista, que introduje en la Sangre para verlo morir en pocos años. Me trasladé a París, intentando olvidar, y la tragedia me persiguió.


Quise avanzar en mi vida, pero sólo logré hundirme. Fue terrible. Ahora intento remendar las heridas, lograr que mi camino no se trunque de nuevo, por él y por mí. Mi vida no puede detenerse. Por eso acudí a la reunión de aquella noche y luché por mi vida.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt