Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 9 de febrero de 2017

Familia

Jesse es y será una gran mujer.

Lestat de Lioncourt 


No siempre somos lo suficientemente fuertes para admitir nuestros errores, sean cuales sean. Nos vemos privados de nuestras propias emociones porque no tenemos agallas. Convertimos nuestro mundo en un bunker de mentiras que parecen protegernos, pero en realidad nos superan en número y aplastan las pocas oportunidades que podemos llegar a alcanzar. De ese modo, todo ocurrió.

Me enamoré del misterio que envolvía la muerte de mis padres cuando tan sólo era una niña. Había escuchado mil historias sobre ellos, su profesión y poderes sobrenaturales. Yo también los poseía, pero los ignoraba. Sin embargo, fue llegar una tía lejana a mi vida y desarrollarlos sin miedo. Ella me dijo que me cuidaría, que vigilaría cada uno de mis pasos, y me dio sumas importantes de dinero para mis estudios, caprichos y necesidades básicas. Mis padres habían muerto, pero yo debía seguir viviendo siendo un fruto perfecto.

Cuando era apenas una adolescente tuve problemas con numerosos espíritus. Salí en la portada de algunos periódicos locales hablando sobre casos de asesinato, cuyas pruebas nunca se habían hallado, revolviéndolos y dando con el asesino. Supongo que eso fue el detonante, aunque quizá lo fue quien era realmente mi tía Maharet, para que Talamasca, con David Talbot a la cabeza, se hicieran cargo de mis habilidades.

Recuerdo lo furiosa que estaba Maharet, pero me permitió hacer lo que yo creía oportuno. Tras cinco años bajo la tutela de Talbot llegó el momento. Quería demostrar que los vampiros eran una fábula. Me personé en Nueva Orelans en búsqueda de la famosa casa de la novela “Entrevista con el vampiro”. Llevaba conmigo un ejemplar de aquello que creía fábula. Era pura basura, a mi parecer, pero comprendí que esa pura basura era cierta. El fantasma de la niña inmortal, de esa perfecta muñeca, infectaba la casa debido a los recuerdos que latían bajo cada tablón podrido del suelo.

Creo que eso fue lo que hizo que fuese al concierto. No tenía permiso. Maharet me puso un escolta, alguien que ya conocía de otras ocasiones. Mael fue quien me cuidó hasta el momento que alguien me empujó y sentí como mi cuello se quebraba. Después, la inmortalidad en la camilla de un hospital.


Ella dejó de ser mi tía Maharet y se convirtió en mi hermana, mi consejera, mi madre, mi tía y mi abuela. Khayman, a quien conocí esos días, era un hombre protector y que me llenaba de besos el rostro cuando me veía llegar tras pequeños viajes, casi insignificantes, buscando misterios o conversando con otros jóvenes para ver el mundo. Ahora odio esos viajes, pues perdí tiempo con ellos. Ya no están. No está mi maravillosa tía Maharet y tampoco el dulce protector de Khayman. Tampoco está la pobre tía Mekare. Nadie. Sólo un montón de escombros que van tomando forma. Rhoshmade y Benedict, dos vampiros poderosos, mataron horriblemente a mi tía Maharet y después destrozaron a Khayman. Doy gracias que ambos murieran consecutivamente porque sé que él no hubiese podido soportar el saber que ella estaba muerta. No paro de rememorar como la miraba, igual que un hombre cuando ve a la mujer de su vida caminando hacia el altar, y esa mirada jamás se fue.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt