Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 8 de febrero de 2017

Dolor


Debió ser horrible ver como tu familia se desmorona...

Lestat de Lioncourt



—Ojalá se equivocara Faared—dijo tomando un mechón de sus largos y sedosos cabellos pelirrojos.

Sus dedos de mármol retiraba pequeños pedazos mientras la mano contraria movía con gracia un cepillo de cerdas naturales. De esos cepillos clásicos de madera y que dicen que distribuyen los aceites del cabello, recuperan su brillo natural, y le dan volumen. Sin embargo, el cabello de su hermana no necesitaba volumen o brillo, pues era hermoso como el suyo.

—¿Por qué? Te vi caminar, Mekare—decía a punto de romper a llorar—. Con esos ojos que robé aquella noche, tan distintos a los tuyos, y ahora que vuelvo a ver sin necesidad de estar robando a mis víctimas, que puedo ser más autónoma, me dicen que nunca hablarás y que no hay nadie en este hermoso receptáculo. Sólo es un recipiente, un ánfora, una bella escultura automatizada... ¡No lo quiero creer!—terminó rompiendo a llorar, dejando que el cepillo cayese al suelo y sus manos cubrieran su rostro.

Mekare estaba allí sentada, observando el fresco paisaje nocturno, mientras las aves, sobre todo loros y cacatúas, llamaban la atención con sus plumas cargadas de llamativos colores. Al fondo se podían ver los árboles, de densas copas, alzándose hacia el cielo nocturno cargado de estrellas.

Khayman llegó entonces. Olía a humo, fuego, sangre y horror. Su vieja cazadora de cuero estaba dañada y su sombrero de ala ancha no se hallaba en su cabeza. Sus largos cabellos negros ondeaban como una bandera pirata y su piel, tan blanca como el mármol, le confería un aspecto de estatua. Se acercó a ellas, las saludó acariciando el rostro de ambas y finalmente se arrodilló llorando.

Las lágrimas sanguinolentas de aquellos milenarios, de esos hijos de la Oscuridad, se vertían en mitad de la jungla. Mekare, por su parte, echaba a correr tras un pequeño roedor. Empezaba la caza de la gemela cuyo cerebro estaba dañado, pero en apariencia seguía ahí interactuando con el mundo.

Había ocurrido una nueva Quema. La tragedia pronto se narraría en la radio. ¡Qué demonios podían hacer! Era imposible controlar a esa criatura que se apoderaba de Khayman.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt