Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 6 de febrero de 2017

Mi amigo Raymond Gallant

¡Quién lo diría! Marius tiene un amigo.


Lestat de Lioncourt


—Han pasado demasiados años.

Mi voz tembló como una hoja. Sentía que apenas podía contener el llanto. Pero era un llanto lleno de felicidad. Al fin podía ver nuevamente el rostro de un viejo amigo. Un rostro amable, lleno de bondad y con una energía intensa. Nos conocimos en el siglo XVI, sin embargo logró seguir en este mundo sin necesidad de un vínculo de sangre.

—Siglos—dijo de pie en la puerta, donde aún me recargaba asombrado por su visita.

—Sigues siendo el mismo—murmuré.

No hubo gotas ardientes de sangre milenaria o centenaria en sus labios, ni la vida noctámbula que todo vampiro debe llevar. El eco del pasado en el presente, eso era. Un fantasma. Un ser sin cuerpo, pero con una belleza humana y una apariencia demasiado real. Había conseguido emular la vida siendo parte del gran misterio de la muerte. No podía detener la felicidad que sentía.

—Intento—hizo un gesto con la mano, preguntando si podía pasar, pero yo seguía demasiado aturdido.

—Es asombroso...

Nos habíamos visto ya, en Nueva York, pero apenas unos segundos. No pude hablar con él como merecíamos ambos. ¡Había tantas cosas que contarnos! Era increíble que estuviera allí, que pudiese abrazarlo y acariciar su rostro.

—Me adulas—se carcajeó.

—Jamás quise creer que los espíritus podían ser...

Quedé rontudamente maravillado ante la expresividad de su rostro. Las escasas líneas de expresión se marcaban en sus ojos, boca y también nariz. Era como ver un rostro de carne, piel y huesos. Hice que pasara a mi vivienda, moviéndonos por el hall de entrada que comunicaba a la biblioteca, una pequeña estancia para ver televisión y escuchar la radio, y un bonito comedor que usaba habitualmente para reuniones inesperadas.

—Comprendo.

—Pero, por favor, siéntate—dije haciéndolo entrar en la biblioteca de mi lujosa vivienda. Las paredes estaban repletas de libros y había algunas vidrieras que yo mismo había elegido construir, con un diseño propio, así como un suelo de mármol perfecto que estaba siendo cubierto por algunas alfombras persas—. Qué clase de amigo soy si no te invito a pasar a mi refugio, sentarte cerca de la chimenea y conversar.

—Gracias, pues los fantasmas sentimos frío, al igual que si estuviéramos vivos—comentó sentándose en el sillón más próximo a la chimenea, uno opuesto al que yo solía ocupar.

Habíamos regresado a Brasil, pero momentáneamente nos encontrábamos en Noruega porque deseaba retomar algunas posesiones. No sabía si las vendería, pero de momento quería volver a verlas antes de regresar por completo a aquellas tierras que tan buen provecho para la salud de Daniel supuso.

—Dime, ¿qué te trae por aquí?—pregunté.

—¡Visitarte!—exclamó jocoso—. Casi no pude apreciar tu compañía en esos días tan...

—Horribles—dije al notar que no encontraba palabra apropiada para ese desastre.

—Sí, horribles.

—Siempre te amé—confesé—. Siempre—hice un inciso al comprobar que sus mejillas ardieron—. Siento un profundo amor hacia nuestra amistad, pero también un respeto terrible hacia tu labor—decía aquello de todo corazón. Era un hombre sabio, bondadoso y paciente. Siempre nos habíamos carteado hasta que un día sus palabras dejaron de venir en forma de pequeña misiva. Fue entonces cuando supuse que había muerto, tal vez por una enfermedad o ejerciendo su labor, así que lloré amargamente su partida y a la vez supuse que habría sido una liberación porque al fin conocería, comprendería y experimentaría el trato con la muerte y lo que hay tras ella—. Eras un hombre sabio, bondadoso y paciente. También un temerario.

—Sí, fui uno de los primeros que decidió acercarse a ti—susurró en complicidad—. Habías creado a Pandora y ella impulsó de algún modo nuestra orden de sabios.

—Esa mujer es incorregible, pero realmente inspira a ser mejor—aseguré.

—Déjame ver tus obras, por favor. Quiero llorar ante la belleza que ofrecen. Amigo mío, necesito volver a contemplar tus milagros.


Mis milagros estaban en la parte superior del edificio. Había toda una sala llena de pinturas y frescos, los cuales cubrían las paredes y techos. Allí lo llevé para que lo contemplara a mi lado. Ambos empezamos a cantar viejas canciones que creíamos olvidadas. Eran canciones y poemas de la época en la cual nos conocimos y entablamos una amistad que ha prevalecido ante el supuesto final de sus gloriosos días.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt