Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 5 de febrero de 2017

Café

Landen es de esos vampiros que aparecieron para revolucionarnos. 


Lestat de Lioncourt 





—¿Lo mismo de siempre, caballero?—preguntó nada más verme sentado en mi mesa habitual.

No podía tomar café, pero amaba su olor. Supongo que como buen italiano me había acostumbrado a ese poderoso aroma que me embriagaba. Además, todos los vampiros amamos sostener entre nuestras manos, ya sean milenarias o jóvenes, las bebidas calientes.

—Sí—respondí con una sonrisa.

Mis labios no son carnosos y seductores, pero siempre tienen un gesto amable para aquellos que lo son conmigo. Mis ojos brillan pequeños y oscuros, temblorosos, esperando que alguien se fije en mí para una cálida conversación. Puedo parecer huraño, pero sólo hacia otros vampiros. Sé lo que puede provocar la enajenación colectiva o tener un líder perdido. Fui parte de la Secta de la Serpiente, seguí a Santino con fervor, y participé en la quema del palacio veneciano de Marius. Me arrepiento y a la vez comprendo que es el pasado, aún así detesto a ese romano.

—¿Ya leyó el periódico?—dijo antes de marcharse, como si estuviese deseoso de darme una gran noticia. Sus ojos se llenaron de pavor mientras los míos se fijaban en los suyos—. Ha ocurrido otra gran catástrofe. Todos apuntan a que son actos terroristas.

—¿Otra?—dije casi sin aliento.

—No leyó. Disculpe, ahora se lo traigo con su café.

—Gracias.

Me quedé sorprendido que me comunicara que había ocurrido otro gran incendio. Todos los humanos sospechaban de un grupo terrorista internacional, pero no de un puñado de vampiros, a los cuales quizá sólo se le tenían que contar con los dedos de las manos, como los causantes de tales asesinatos. Asesinatos contra los nuestros, aunque alguna vida humana también se vio afectada.

Miré la plaza, con sus palomas picoteando el suelo y a punto de alzar el vuelo hacia los edificios colindantes, los turistas que ya buscaban un lugar para tomar un tentempié antes de la cena y las hermosas mujeres que usualmente salían de las oficinas con los hombros algo bajados por el cansancio y una sonrisa magnífica cuando les hablaban sus compañeros, los cuales también parecían haber salido de una guerra intelectual incomprensible.

La vida moderna se desarrollaba frente a mí como si nada, pero sabía que todos estábamos en peligro. De momento, yo estaba a salvo. Por mucho que dijeran que debíamos alejarnos de las ciudades, yo tenía claro que debía alejarme de otros vampiros. Si no me reunía con otros, si no me agrupaba en un pequeño y estrecho escenario cargado de luces y música estridente, estaría bien.

Lucio llegó con su periódico enrollado sobre la bandeja y al lado el café, con un sobrecito de azúcar, y una cucharilla esperando que lo removiera suavemente. Sonrió de forma gentil y yo respondí de inmediato del mismo modo. Sin embargo, mis ojos se llenaron de un sentimiento distinto al leer que esta vez había sido Roma.

Un nudo en mi garganta evitó que pudiese hablar, mis manos temblaron al abrir el azúcar para verterlo y convertirme en el refinado caballero, siempre bien vestido, que tomaba café en la misma cafetería desde hacía años. No era apuesto, no era el más hermoso, pero me consideraba un hombre con modales. Y aún así estaba al borde de las lágrimas.

—¿Qué demonios está pasando?—farfullé.


Todo empezó de ese modo. Todo comenzó con grandes estallidos en Brasil, siguió Asia y continuó en Europa para luego regresar al sur de América e incluso África. El caos lo cubrió todo de cenizas y lágrimas.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt