Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 25 de febrero de 2017

Olvídalo

¡Qué cosas! ¿No? Las discusiones familiares... 

Lestat de Lioncourt 





—¡Por qué eres tan terco!—gritó exaltado. Louis no podía creer ni por asomo que Viktor estuviese siquiera planteándose la idea de marcharse tras los pasos de su padre. Si bien, había llegado el momento de ver con sus propios ojos cuan parecidos eran ambos. Lo miró unos segundos y suspiró—. Ah, olvida lo que he dicho—masculló.

Eran idénticos. Tenía ante él una copia exacta. No podía luchar contra la genética. Posiblemente tenía en su ADN algo que se activaba ante el peligro y cualquier circunstancia peligrosa, el cual les movía hacia este como si fuese una sirena y ellos los marineros.

—Creo que es importante que lo haga—aseguró.

—Lo importante lo tienes en tu apartamento aguardando que regreses—dijo dejando el libro que tenía en sus manos. Estaba leyendo “El Hobbit” justo en la parte donde se encontraban en el bosque de los Trolls. Pero dejó a un lado todo. La lectura ya le resultaba desagradable por las emociones de angustia y preocupación que estaban surgiendo en él como llamaradas.

Ya no quería releer tan asombroso relato, sólo deseaba agarrar de los hombros al muchacho y agitarlo como si fuese una maldita maraca. Quería que reorganizar en su cabeza lo importante, lo principal, lo necesario y no lo estúpido que era, al parecer, lo único que tenía en la sesera.

—Debo ir con mi padre—musitó casi sin voz.

No daba crédito a lo que oía. Su padre siempre le hacía lo mismo. Juraba no volver a meterse en asuntos que fuesen demasiado terribles o grotescos, así como estúpidos y peligrosos. Pero lo hacía. Terminaba haciéndolo. Las promesas las rompía y las reglas has destrozaba. Estaba poniendo en peligro todo. Y para colmo su hijo, Viktor, al cual apreciaba como si también fuese suyo... ¡Decía que quería irse con él! Pobre diablo. Estaba harto.

—¿Y Rose? ¿Has pensado que demonios quiere ella?—preguntó colocando las manos en las caderas, a modo de jarra.

—Oh...

—¡Oh!—exclamó dejando los ojos en blanco—. Viktor, ¿te has dado cuenta que estás siendo egoísta?—preguntó.

Tenía sus ojos verdaceos como esmeraldas puestos en el joven. Allí plantado con esos pantalones elegantes, esa camisa sacada del armario de su padre, pues era blanca de chorreras con encantadores encajes en los puños, y unas botas semejantes a las que le había comprado a él hacía unos meses, cuando le juró que se quedaría a su lado, sintió que lo estaba viendo de nuevo. Era Lestat con unas proporciones que diferían en unos centímetros y en una espalda algo más robusta, pero nada más. Estaba ante un perfecto clon. Quiso echarse a sus brazos y llorar amargamente. No sabía dónde demonios estaba y qué se encontraba haciendo, pero su hijo parecía querer alcanzarlo y convertirse, pese a todo, en su sombra.

—Es probable—dijo al fin entrando en razón, pues había fruncido el ceño como si intentase comprender qué demonios estaba haciendo.

—Es probable...—repitió a punto de echarse a reír por lo absurdo que era todo. Viktor era más reflexivo, pero últimamente se estaba convirtiendo en un nuevo Lestat.

David Talbot ya lo había asegurado. Ese muchacho iba a ser una bomba de relojería.

—Louis, sólo quería pasar tiempo con mi padre—confesó colocando sus manos sobre el torso.

No era sólo pasar tiempo con él, sino ser como él. Viktor quería emularlo como si fuese un gran héroe. Sabía cuanto lo amaba Rose, como lo miraba y la forma en la cual hablaba de él como cualquier jovencita habla de su padre. Él quería que ella lo mirase de esa misma forma. Era algo inmaduro, pero ¿qué se le puede pedir a un muchacho que apenas rozaba los dieciocho años? Nada. Si la sesera de Lestat a veces estaba hueca, ¿cómo no lo iba a estar su hijo?

—Tu padre se va a exponer estúpidamente a un peligro como siempre—dijo pinzándose el hueso de la nariz con los dedos, dándose un masaje e intentando seguir hablando sin acercarse a él para propinarle un bofetón, similar a lo que a veces hacía cuando Lestat le sacaba por completo de las casillas—. Es imbécil, inoportuno y terco—comentó cruzándose de brazos entorno a su cadera, para alzar la mirada y contemplarlo—. Si no vas a esta aventura decepcionante, pues no creo que encuentre nada bajo los océanos y mares, irás a otras—dijo acercándose a él para poner sus manos sobre el rostro del muchacho. Delineó sus rasgos y deseó que fuese Lestat. Quería besarlo como se besan las estampillas de los santos. Él era su Dios, su demonio, y, por lo tanto, su todo—. Si bien, tu prometida está aguardando en tu apartamento que vayas y la rodees con tus brazos. ¿Qué es más importante?—susurró apoyando su frente en el torso del joven. Deseaba llorar.

—Yo...—balbuceó abarcándolo con los brazos. Se había percatado del dolor de Louis, de su castigo por amar a su padre.

—Olvídalo tienes los mismos genes que ese idiota y que Gabrielle—dijo entre sollozos—. Amáis contradecir a la razón y al buen juicio.

Temía por la seguridad del joven, el dolor que se implantaría en el corazón de Rose y que florecería como rosas con importantes espinas.

—Amo a Rose, la amo—dijo con el pulso acelerado, pues era pensar en ella y volverse auténticamente loco—. Ella lo es todo para mí. Sólo quería conocer bien a mi padre.

—Ah... cariño...

—Pero tienes razón—dijo—. Ella no se merece sufrir estúpidamente por mis insensateces.

—Correcto—alzó el rostro y besó su mentón de forma cariñosa. No quería sufrir más. No se merecía estar sufriendo ahora por los hijos de Lestat. Ya sufría demasiado por el recuerdo de Claudia.

Rose se había convertido para él en una hija y Viktor también lo era. Sólo quería verlos felices bailando frente a él. No deseaba que esa hermosa pareja se dividiera.

—Por eso si voy también la arrastraré conmigo—sentenció.

Louis de inmediato se apartó unos pasos de él y le ofreció algo más que una caricia: le propinó un bofetón. Si Gabrielle hubiese estado ahí seguramente hubiese hecho lo mismo. Viktor se llevó rápidamente la mano derecha a su mejilla, la cual ardía de forma importante.

—Demonios... ¡Vais a acabar conmigo!—gritó deseando tirarle toda la biblioteca encima.


¿Y qué podía hacer? Él es igual Lestat. Yo lo sé. Sé cuan parecido son ambos. ¿Y quién soy yo? Amel. Sé todo. Sé sus pensamientos y sus necesidades. Por eso amo a Viktor tanto como a su padre. Ambos son el tipo de vampiro que yo amo. No por irresponsables, sino porque buscan más allá de sus narices.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt