Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 17 de marzo de 2017

Todo lo que era...

La verdad... se extraña. 

Lestat de Lioncourt 



—Hoy en día todos los jóvenes creen que las fastuosas fiestas de los ricos y poderosos son las más descomunales. Estúpidos—balbuceaba.

De fondo se podía escuchar como en sus auriculares aullaba la voz de Lestat. Se había quitado uno para poder escucharme. Tenía los ojos puestos en el techo y los labios mostraban una sonrisa pícara poco común. Aún así era él. Llevaba una chaqueta de cuero llena de tachuelas, cremalleras y apliques metálicos así como unos pantalones del mismo material, muy ceñidos, otorgándole un aspecto de lo más rockero. Sus largos, lisos y sedosos cabellos caían sobre su pecho. Creo que llevaba una vieja camiseta del concierto de Lestat, la cual quizás adquirió sólo por ser un sobrevenir de una tragedia que estaba a punto de estallar. Últimamente revivía esos momentos y tarareaba cada canción como si estuviese frente al escenario.

Siempre supuse que competía con Lestat por su belleza. Aunque para mí, como para otros muchos, él poseía una belleza que era icono de un pasado y un presente. Su genética, así como la genética de Maharet, se hallaba en cientos de personas que a veces desconocían sus lazos de sangre. Él se sentía orgulloso de su familia, al igual que ella. Hablaba de una Gran Familia y soñaba con reunirla aún día y explicarles lo difíciles que fueron cada época.

—¿Por qué dices eso?—pregunté.

—El sexo, las drogas y el alcohol era algo habitual—dijo cruzando sus largas piernas para dejar que sus botas, de puntera puntiaguda y metálica, se alzaran unos segundos—. De hecho, muchos creían que estar ebrio era una forma de encontrarse con los dioses.

Pude escuchar su risa profunda y viril. Era un muchacho cuando fue convertido. ¿Qué edad tendría? No rozaba la treintena y dudo que llegase a haber vivido más de veinticinco años. Era joven, apuesto, de piel dorada ahora marmórea y de unos profundos ojos negros que parecían arrancarte el alma. Era pura bondad, pero aún así imponía respeto su tamaño, su musculatura, su antigüedad y la paciencia que mostraba.

—Pero sólo era para los reyes—respondí como una niña tonta que no sabe nada.

—No—dijo incorporándose con los codos para luego mirarme—. Había celebraciones donde todo el pueblo se reunía, se mezclaba entre ricos y muchedumbre más harapienta, y disfrutaban del sexo.

—Pero teníais esclavos—arrugué la nariz sintiéndome un tanto cruel, pues él no se merecía que le dijese tal cosa. Él no había hecho nada malo.

—Bien remunerados e incluso con acceso a prostitutas—comentó carcajeándose para levantarse, caminar unos pasos hacia mí y tomarme del rostro.

—Khayman...—susurré.

—Dime—contestó deslizando sus dedos por mis mejillas.

—¿Por qué rechazaste esa vida de opulencia y derroche?—pregunté absorta en su belleza.

—Porque prefería a una bruja que me enseñó que descalza, sin peinar y con las manos vacías era mucho más rica que una reina que no le importaba derrochar el oro. Aunque el oro era tan común como la arena en nuestro antiguo imperio. Preferí ser un hombre amado y respetado por su familia que un sirviente adorado por un rey.


Él era mi ancestro. Podía ver sus grandes cualidades y también una culpa que jamás expiaría. Un hombre con corazón inquieto y siempre una sonrisa en el rostro. Hecho de menos que haga alguna broma o corretee por la selva casi desnudo porque desea fundirse en la naturaleza. Incluso extraño al salvaje que de la nada te estrecha, besa el rostro y te dice que te adora.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt