Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 18 de marzo de 2017

Mentiroso

Las cosas claras, según Armand.

Lestat de Lioncourt


Querido Maestro:

¿Por dónde comienzo la carta? ¿Por el principio o por el final? ¿Por las lágrimas amargas o aquellas que saben a libertad? ¿Lo hago en el punto aquel lleno de esperanza antes que la pisotearas? ¿Dónde comienzo? ¿Dónde caigo? ¿Cuál es el motivo o la necesidad que me lleva a esto? No lo sé. Quizá porque he vuelto a verte hace unos meses y he vuelto a sentir como me ignorabas. De nuevo he esperado demasiado de ti. Tu virilidad impuesta por ti mismo, esa que llevas con garbo frente a los demás, nos ha separado y dividido en dos continentes opuestos. Llámame dramático, hazlo. Ten la poca vergüenza y hombría de hacerlo.

Cuéntales a todos que tu querido Amadeo te ha enviado una carta para decirte que se avergüenza de ti, que te rechaza e implora respeto que tú ya le ofreces. Diles a todos que soy un maldito niño caprichoso. Explícale que sólo me lamento, pero que no hago esfuerzo alguno por levantarme. Pero también diles como me dejaste abandonado siglos aguardando tu llegada. Coméntales que me viste rezar por ti, a un Dios que nadie conocía, rogando que llegaras a mi encuentro con vida y me arrancaras de la tremenda soledad, oscuridad y pánico que me envolvía. Grítales a todos con energía, con esa que tienes cuando la desfachatez provoca que caiga tu divina máscara, para que comprendan la clase de bestia que eres. Tú, el hombre. Yo, el niño. ¿No es así? Un niño vestido con divinos ropajes pero con una mente demasiado adulta, oscura y formada para que tú, mediocre y astuto a la vez, puedas manejarme como si fuera tu jodida marioneta.

No soy tu puta, ni tu esclavo, ni tu niño perdido... No soy el muchacho que compraste por unas monedas, ya que estaba febril y moribundo. Ni soy el que complaciente te abría las piernas en aquella mansión veneciana. Tampoco el que vestiste con las mejores sedas y engarzaste sus dedos con joyas creyendo, o al menos pretendiendo, que con eso tuviese todo. Una jaula bonita de oro para el ave más exótica, ¿no es así? Tu pelirrojo, tu niño encantador, ese que obediente besaba tus manos y lloraba cuando te marchabas. No lo soy. No debí serlo. Ahora lo sé y me lamento. Me frustra saber que fui tan estúpido y despreciable. Si bien, no llegué al punto que tú has alcanzado. Te alzas como rey de la ofensa cuando te digo la verdad a la cara. Debería escupirte y que esa saliva fuese ácido para que corroyera lo único que posees de hermoso.

Marius Romanus, ¿verdad? Pues yo he dejado de ser Armand de Romanus. Me libero de ti. Olvido tus grilletes. Y ni siquiera te das cuenta que me he ido, que he abierto las alas que tú creías cercenadas y me he impuesto ser feliz. Mírame. Soy Armand el Ruso. Soy el niño que fue arrancado de su familia. Soy el joven pintor que iba a ser recluido como monje. Soy el esclavo de mis creencias, las cuales no sé si son ahora tan absurdas como lo eran antes. Prefiero ser eso. Prefiero convertirme en la bestia negra que asola Nueva York cuando un joven vampiro entra en mi territorio. Asumo el poder y la maldad, me deleito con mi pequeña corte, y me alzo entre las ruinas. Tú, que has matado a Santino por venganza, no te mereces ser llamado maestro. Sólo me has enseñado ira, rabia, mentira, desprecio y como se rompen las promesas sin importar nada ni pedir siquiera disculpas falsas.


No pises de nuevo mi casa. No ensucies mi suelo. Aléjate. Serás recibido como cualquier otro cuando Lestat lo crea oportuno, pero mientras ni se te ocurra acercarte a mí o a los míos. Querido maestro... ojalá sufras lo mismo que yo.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt