Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 23 de abril de 2017

Debí confiar más en ti.

Louis lo admite. Tarde, pero no importa.

Lestat de Lioncourt 


Habíamos vuelto a discutir sin remedio. Era algo que hacíamos desde la primera noche. Nuestro camino se había convertido en una tortura de principio a fin, pero a la vez no podíamos estar demasiado lejos el uno del otro. Admito que siempre he tenido gran parte de culpa, pues he exigido verdades demasiado profundas e imposibles de aceptar como tales. Cuando él me decía algo, por mínimo que fuese, de inmediato creía que sólo se burlaba de mí. No importaba si así fuese o no, pues yo todo lo tomaba como un ataque. Soy un maldito imbécil y un arrogante que se creía superior por su dinero, sus tierras, su cultura y su educación. Desconocía por completo que él había venido a mí por amor.

Un día, por mera casualidad, descubrí que provenía de la misma ciudad en la cual yo había nacido. Aquello hizo que mi corazón bombeara desbocado, pero de inmediato creí que sólo era una coincidencia y más tarde que probablemente había jugado conmigo para burlarse comprobando mi desmesurada reacción. Siempre creí que su forma de comportarse tosca era debido a formar parte del populacho, pues jamás pensé que era un noble. Nunca hubiese imaginado que los nobles comían con sus animales en la mesa, que incluso peleaban con ellos por un trozo de carne y que eran capaces de poner sus botas llenas de barro sobre el mantel. Él me desmintió todo y rompió cada uno de mis mitos.

Esa noche, en la cual habíamos vuelto a discutir como siempre, había salido a la luz la muerte de mi hermano. Él se enfureció. Decía que no dejaba descansar a los muertos y por ello pagaría un alto precio. No entendía el motivo por cual lo decía. Ahora sé que era porque aunque él no podía comunicarse con ellos, ni verlos, sí era capaz de sentirlos. Por aquella época sólo poda apreciar la perturbación en el ambiente. Él había supuesto que allí estaba mi hermano observándonos, llamándonos demonios o satanistas, cuando él había huido de una secta tan peligrosa como la propia religión cristiana.

Fue la misma noche en la cual provoqué un terrible incendio. Habíamos tenido distintas discusiones y ya no pude más. Creía que amaba más la mansión, mis tierras, la vajilla misma o las cómodas camas, donde incluso su padre había yacido, que yo. No pude soportarlo. Fue por celos. Admito que fueron unos celos terribles. Las llamas me hicieron sentirme bendecido y sus lágrimas ante la tragedia fortalecido, pero entonces me miró serio y tomó el sendero para marcharse de allí algunas horas. Pasado el peligro, y ya en Nueva Orleans, desapareció algunos días.

A la tercera noche apareció con una sonrisa triunfante. Yo aún seguía negándome a consumir humanos, pues creía que era algo horrible. No podía arrancarle los sueños, la ilusión, la fe y todo lo que somos, o al menos todo lo que somos cuando somos aún mortales, a otro ser. Imposible. Pero él había encontrado a dos prostitutas y las devoró sin vergüenza ni dolor frente a mí. Disfrutó coqueteando, pasando su lengua por sus senos empolvados, aspirando el aroma de estos y dejándose agasajar la entrepierna. Todo aquello frente a mis narices.

Los celos de nuevo me consumían. Pude haberlas ayudado, por supuesto. Tal vez incluso pude detenerlo y echarlo fuera de la sala. Sin embargo, me quedé allí observando todo esperando que se pudrieran en el infierno. Jamás lo he confesado tan a viva voz. Quizá no podía, pero creo que simplemente no deseaba que él supiera lo mucho que lo amaba, lo envenenada que tenía mi alma por la necesidad de ser el único y tampoco lo asumía. Supongo que tampoco era capaz de asumir mi homosexualidad. Nunca fui capaz hasta que regresó tras deshacerse de los cuerpos.

—¡Por qué lo has hecho!—dije abruptamente nada más escuchar sus pasos por el pasillo.

—Porque puedo, porque quería, porque lo deseaba y porque soy malo. ¿Acaso no soy el diablo, Louis?—preguntó rebasando el marco de la puerta del salón del apartamento que habíamos alquilado.

—No puedo más...—murmuré con la voz quebrada.

—Dilo, Louis. Di que soy el diablo, di que soy cruel. Dilo, pues me hace sentir bueno—decía aproximándose a mí con esos hermosos ojos profundos de zafiro.

—Déjame... ¡Ten respeto!—grité dando unos pasos hacia atrás.

—¿Respeto a qué? ¿A Dios o a tus malditos celos de sodomita reprimido?—aquellas palabras me hicieron abrir la boca de par en par, así como mirarlo absolutamente atónito—. El día que asumas que me amas, que me codicias tanto como a la sangre, no estaré a tu lado. Me habré ido cansado y arrepentido por haberte creado.

—¡Sabes que no es así!—dije desesperado.


—¿Qué no es así? ¿Tu amor por mí? Puedo verlo y sentirlo—susurró antes de moverse demasiado rápido para atraparme entre sus brazos y besarme. Hizo que me temblaran las piernas y que mi corazón latiese desbocado. Realmente lo amaba. Esa noche lo asumí. Asumí todo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt