Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 24 de abril de 2017

Matirarca

Bueno... comprendo todo lo que aquí sucedió, pero yo no tuve la culpa.

Lestat de Lioncourt


—¿En qué piensas?—preguntó tras un rato en silencio sentada a mi lado.

Ambos estábamos frente a la hoguera. Habíamos encendido la chimenea aunque ya era primavera. Pronto dejaríamos de hacerlo y el olor a leña quemada desaparecería del ambiente hogareño. Sin embargo, vivíamos en las montañas y aún hacía algo de frío en las noches.

Fuera el viento azotaba las copas de los árboles y generaba un murmullo intenso. Podía verlos agitándose como gigantes espantados por una fuerza invisible. Los colores ocres del otoño, así como la desnudez del invierno, habían desaparecido. Incluso los pinos parecían más fortalecidos y puntiagudos. La tierra se había llenado de arbustos florecidos y el río ya corría libre, pues las temperaturas habían aumentado y se había logrado descongelar. La vida fluía, como quien dice.

Nosotros estábamos ahí detenidos. Seguíamos siendo jóvenes eternos. Ella tenía miles de años, yo algo más de dos mil. Su largo cabello rojizo rozaba su delgada cintura y su rostro era blanco como la nieve. Esa noche no había bajado a la ciudad para conseguir una víctima, así que estaba ciega. No tenía ojos, por eso tenía puesta una venda ocultando sus cuencas vacías. A mí esa visión no me afectaba, pues la amaba tal y como era.

—No lo sé—respondí tras un largo silencio.

—Algo carcome tu alma—comentó como si pudiese ver más allá, como si su ceguera le hubiese dotado de poderes sobrenaturales para ver el aura de quienes la rodean.

—Probablemente, pero no sabría decirte en concreto qué es lo que sucede—susurré a media voz tras un carraspeo—. Sólo es una sensación extraña que devora mi alma y alimenta mis malos pensamientos.

—Mael, conmigo puedes contar—dijo apoyando su cabeza en uno de mis hombros.

—Jesse está creciendo rápido—comenté de improvisto—. Ha decidido un camino difícil. Temo que uno de esos espíritus cruentos la atrape, la torture y... No deseo que la historia se repita. También está expuesta a que sepa la verdad acerca de nosotros.

Sí, todo era ella. Había perdido muy joven a sus padres y Maharet se había propuesto cuidarla. Yo asumí un papel paternal. La protegíamos, pero había dado un último estirón. La adolescencia ya había quedado atrás. No podíamos hacer nada. Detenerla sería un error, pues sería cortar sus alas.

—No cambiaría nada. No cree en vampiros—dijo risueña.

—Una cosa es no creer sin ver, otra cosa es ver y al fin comprender—aseguré.

—En eso tienes razón. Sin embargo, aún es joven—confesó arrugando suavemente la nariz, para luego incorporarse y dejarme un beso tímido en mi mejilla.

—Ayer vi algo extraordinario y horrible a la vez—dije.

—¿Qué viste?—preguntó con gran interés.

—Un libro—contesté con simpleza para luego explicarme mejor—. Un libro llamado “Entrevista con el vampiro”. Maharet, en ese libro aparecen datos que siento que son reales. No es como esos libros de ficción barata.

—Esperemos que nadie haya roto el silencio.


Pero lo rompieron. Louis de Pointe du Lac rompió el silencio, aunque el grito mayor lo pegó Lestat en la radio, televisión y por supuesto con sus memorias. Todo lo que nos rodeaba, el misterio de nuestra existencia, quedó en manos de cualquiera que quisiera un poco de diversión “sana” con un compañero de papel.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt