Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 25 de abril de 2017

Mary Beth Mayfair

Bueno yo a ella no la conocí, pero sí al fantasma de Julien. Asumo que no era tan mal hombre, sin embargo lo quiero mejor lejos.

Lestat de Lioncourt 


Fuera diluviaba. Era la segunda noche en la cual llovía de ese modo. Temía que fuese el advenimiento de una tragedia. Las veces que Nueva Orleans se cubría de ese modo, que sentía la furia huracanada de una tormenta en sus calles, alguien en mi familia moría. Aún era joven, pero recordaba como había llovido cuando mi abuela partió en busca de una paz distinta, nueva y dulce. Ya no tendría que escuchar a los músicos entonando como grillos canciones absurdas para mantener a raya al Impulsor.

Estaba apoyado en la chimenea de mi habitación encendiéndome una pipa. Sobre mi despacho había una taza de chocolate caliente y algunos folios amontonados. Mi letra esa noche era casi ilegible. Tan sólo eran palabras sueltas llenas de reproche. Me culpaba a mí mismo de todo lo que estaba sucediendo en la habitación opuesta a la mía. El pasillo se escuchaba algo intranquilo. Una enfermera iba y venía buscando al servicio para conseguir toallas limpias. El doctor cerraba de inmediato la puerta y se acercaba a la cama de mi hermana. Podía escuchar en las habitaciones restantes a mis sobrinos llorando. Debí ir a buscarlos, subirlos a mis piernas y confesarles que todo lo que iba a ocurrir era un milagro.

Entonces di una calada a mi tabaco y me acerqué a mi silla, di un sorbo al chocolate y me dije a mí mismo que era un condenado a muerte. La niña que pronto saldría de su vientre, llorando y agitándose como un pescado recién capturado, era mía y fruto de un incesto. Aún así sabía por Lasher que no era la primera vez que eso sucedía.

Miré a mi alrededor cuando lo sentí muy cerca de mí. Sonreía satisfecho. Había logrado que yo me condenase al infierno. Aún así yo no le increpé esta vez. Tan sólo eché mi espalda hacia atrás y pensé en mi madre, mi abuela, los libros de la biblioteca de la vieja casa cercana al pantano, la primera vez que asumí el riesgo de coquetear con “el diablo” y bailar con él pagando el precio más caro...

—Ve a ver a tu hija—me susurró en un tono que podría decirse dulce, pero también demasiado burlón.

—¿Cómo has logrado que hiciese tal cosa?—pregunté tembloroso—. Ni siquiera me atraen las mujeres... Siento un profundo respeto por ellas, pero...

—Deja de buscarle sentido a todo y ve a verla. Madre e hija te necesitan—respondió marchándose.


Me quedé allí unos minutos hasta que un relámpago me sobresaltó y escuché con más fuerza el llanto de mi hija. No dudé en ir a verla. No dudé en asumir mi condena otra vez.

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Lestat de Lioncourt