No es un fic, es una carta abierta a Feministas Radicales, posibles jefes, posibles maestros, posibles personas pensantes de esta sociedad...
Día 17 de Mayo: Día contra la homofobia y la transfobia.
Día
17 de Mayo: Día contra la homofobia y la transfobia.
Cada
día me despierto con el impulso de conquistar una nueva meta, por
difícil que parezca o por pesada que sea la carga que lleve
depositada a mi espalda. No siempre tenemos la fuerza necesaria para
superarnos, pero hay que luchar porque si no se lucha terminamos
aplastados. Y nadie quiere convertirse en el insecto en la suela de
un fascista retrógrado.
Desde
que suena el despertador muchos jóvenes tienen que asumir su
identidad, su sexualidad y la discordancia estúpida de una normativa
social impuesta por comodidad de “la mayoría”. Todos y cada uno
hacen malabares por no caer en la depresión o por salir de esta. Hay
quienes tienen aversión a mirarse al espejo o simplemente escuchar
su nombre durante el desayuno familiar.
Bien,
comencemos desde el inicio. Hablemos de la homosexualidad. Todos
conocen lo que es. Todos lo saben definir como “sentimiento” o
“tipo de amor”. También se habla de “atracción sexual”,
pues no siempre tiene que existir amor para practicar el sexo. Se da
entre personas del mismo género. Sí, género. Ya no hablemos del
mismo sexo. El sexo no son los genitales, aunque muchos se empeñen
en proclamarlo continuamente. Es posible que la imagen mental de
muchos sea “vagina” para la mujer y “pene” para el hombre. No
obstante, esto no es así desde hace algo más de una década. Se ha
demostrado que el cerebro sufre una evolución distinta y por lo
tanto podemos hablar de “cerebro masculino” y “cerebro
femenino”. Así que un hombre puede serlo sin necesidad de tener un
pene, del mismo modo que una mujer puede serlo teniendo uno. Ahí
viene el error de creer que la homosexualidad se da sólo entre
varones cis o entre hembras cis. Gays como lesbianas apartan
ocasionalmente a las personas transexuales que después de tomar su
género, con toda la libertad de este mundo, proclaman ser gays,
lesbianas o bisexuales. Pues los transexuales son tan diversos en su
sexualidad como los cisgéneros.
La
transexualidad muchos no la comprenden. Ya no es por falta de
información, sino por falta de interés. Saber todo sobre ella les
obligaría a cambiar su percepción del mundo y percatarse de todos
los errores cometidos día tras día. Sobreviven creyendo que son
superiores y eso les da una paz por las noches que les adormece, tal
y como sus neuronas ante esta sociedad. Esos mismos errores que son
un yugo para la evolución de la sociedad, el camino a la igualdad y
la paz anímica de millones de personas en todo el mundo. Hay quienes
jamás dirán abiertamente su género pues temen las represalias, por
eso muchos llegan a la tumba sin haber saboreado ni un momento de
reconciliación consigo mismos.
La
transexualidad no es sólo un sentimiento. Muchos así lo creen.
Viven pensando que es sólo “sentirse”, pero también es vivir.
Nadie en su sano juicio se levanta cualquier día de la cama y dice
“soy transexual” o está en la cola de un supermercado y exclama
“soy transexual”. La transexualidad se va asumiendo poco a poco.
Tampoco lo llamaría tránsito. Nosotros no transitamos. Nosotros
somos personas hombres o mujeres pero con genitales distintos a lo
“normativo” o “estipulado” por la sociedad. Si utilizo la
palabra transexual es para que puedan comprender a que me refiero,
pues incluso esa palabra me parece hacer preso a cientos de personas
en este mundo en la palabra “Transito”. Me molesta terriblemente
que en páginas como Wikipedia se remarque que la transexualidad es
una minoría poco atendida y estudiada. Supongo que “poco atendida
y estudiada” por la gran mayoría -la misma a la que hice
referencia antes- no le importa saber nada sobre nosotros porque
viven cómodamente en su mundo cisgénero. También es molesto que
para la gran mayoría de la población seamos enfermos mentales. Se
ha pedido a la OMS que se nos retire del apartado de enfermedades,
pero sólo ha suavizado el asunto con otra terminología. Los
especialistas consideran importante eliminar un diagnostico que
contribuye a la estigmatización, así como lo están pidiendo
numerosas asociaciones de transexuales e intersexuales.
Como
transexual he vivido la agonía de tener que esperar en una sala de
psiquiatría para que me evalúen. Nadie cisgénero ha sido evaluado
para confirmar que no está “loco” y tiene el género femenino o
masculino. ¿Por qué nosotros sí? La transexualidad se da incluso
entre la especie animal. Por lo tanto las Unidades de Transtorno del
Género me parecen inútiles, abusivas y entorpecedoras. Nosotros no
estamos enfermos, miles de especialistas han alzado la voz exigiendo
que se nos de libertad para “ser” sin necesidad de evaluación, y
aún así ocurre. Todavía ocurre. Incluso en otros países se nos
mata y el gobierno apoya ese hecho.
Si
tenemos depresión, si sentimos náuseas frente a nuestra imagen e
incluso llegamos a negarnos el contacto con otros es por los
numerosos abusos -tanto verbales como físicos- que sufrimos desde
temprana edad. Incluso nos negamos. No queremos ver la realidad y nos
sometemos a nuestro propio juicio completamente perverso, ruin y
cruel que nos destroza poco a poco hasta que no queda nada de
nosotros. Eso no es “disforia de género” o la mierda que quieran
impulsar como nuevo concepto. Eso es consecuencia de la sociedad, sus
estigmas y la podredumbre que va quedando en nuestras almas como si
fuese un cáncer.
La
vida no es fácil cuando demuestras quién eres e intentas esforzarte
por ser feliz. Todos queremos ser felices. Para mí la felicidad es
poder expresar lo que siento en cada momento. Mi vida era una ruina
antes de empezar el camino hacia la cima, la cual alcanzaré en algún
momento. Desde pequeño demostré quién era, pero esto no es siempre
así. Hay quienes lo reprimen por miedo o simplemente por
desconocimiento. Cuando hablaba de mí en masculino o simplemente me
entristecía el “desarrollo” habitual de la pubertad muchos
optaron por ignorarme, golpearme o destruirme moralmente. Diez años
de abusos escolares dieron fruto a un ser acomplejado que no era
capaz de alzar la cabeza. Sobre todo cuando me vi solo siendo
rechazado por los nuevos amigos que iba conociendo. Era decir lo que
era y comenzar las burlas.
El
machismo tiene mucho que ver con esas burlas. Cuanto más machista es
una persona más centrada en el sexo -lo que uno tiene entre las
piernas- para dirigirse a otra y señalarla. Me impedían soñar con
jugar al fútbol en el recreo, al baloncesto o simplemente cualquier
actividad deportiva tachada de “masculina”. Aunque es un error.
Los deportes no deben tener género, del mismo modo que los juegos o
los juguetes. Si bien, para ellos era evidente que yo como “mujer”
no podía jugar con ellos. Era triste y humillante. Decidir lo que
debería ponerme era otra. Al parecer para mis compañeros de clase
debía vestir más “femenina”. Esto pasó también en los
distintos trabajos en los que he ocupado lugar. Si bien, ya no era
ese niño atormentado, sino un adulto joven que decidía poner las
cartas sobre la mesa y ellos a mí en la calle.
¿Saben
lo humillante que es que te digan que para trabajar en cierta empresa
debes llevar falda corta? Lo es para una mujer, pero imaginen lo que
es para un hombre transexual. La ropa es ropa, es cierto, pero no
todos somos no binarios. Hay quienes jamás nos pondríamos ropa
femenina. Para mí era extremadamente humillante, además de
incómodo. Una vez incluso me dijeron que por qué me había cortado
el pelo. Me gusta el pelo largo, lo he llevado gran parte de mi vida,
pero quería algo cómodo y fresco. Al parecer, a mi jefe eso le
pareció extraño y me comentó que así “no estaba tan guapa”.
La ropa, el maquillaje, los complementos, el pelo o las lacas de uñas
están condicionadas a un género cuando en ocasiones surgieron para
el opuesto. El maquillaje se creó para los guerreros, pues se daban
valor o se realizaban para asustar al enemigo teniendo un rostro más
fiero. Los tacones se inventaron en Egipto, aunque eran más bien
plataformas, Da Vinci los usó y Enrique II de Francia los puso de
moda. Las faldas no era cosa de géneros desde su antigüedad pues
los Sumerios, los Asirios y los Egipcios, la usaron con toda
naturalidad y les costó mucho dejarla al haberse inventado el
pantalón por parte de pueblos bárbaros.
Para
muchos tener “vagina” es ser mujer y por ende tener que vestir,
actuar y comportarse de cierto modo. Por eso también es difícil
para una persona trans explicar que es hombre o mujer sin caer en los
prototipos o clichés habituales. De ahí quizá que se enmarque como
un “sentimiento”, pues son diversos sentimientos que nos hacen
saber quienes somos. Que te llamen en masculino siendo transexual
masculino hace que te siente bien, que te reconozcas, y por ende seas
feliz.
Las
feministas radicales están intentando atormentar y amedrentar a
mujeres transexuales diciéndoles que jamás serán mujeres porque no
tienen vagina. No existe comentario más machista y retrógrado que
este. Supongo que están a nivel de Bertín Osborne y todos los que
le aplauden hasta quedarse sin manos. Una mujer no es un coño, pues
es inteligencia, es belleza emocional, es ambición y son logros. Una
mujer no sólo es una vagina por la cual expulsar un niño si ella
quiere. De hecho, no lo es porque yo poseo una y puedo engendrar
todavía. Una mujer no es sólo tu madre, tu hermana o tu vecina
porque tienen senos, vagina y carecen de nuez. Dejen esas estupideces
a un lado, pues es patético. Del mismo modo que un hombre no lo es
únicamente porque tiene un pene, tampoco lo hace un violador o un
machista. Hay todo tipo de personas en esta sociedad y no puedes
etiquetarlas como códigos de productos de supermecados.
La
transexualidad es un icono de libertad. Incluso de libertad contra
homosexuales que te cosifican y te denigran porque tienes unos
genitales u otros. Somos los parias entre los parias, pero aún así
hay que luchar e intentar ser feliz con uno mismo. Hay que amarse.
Los miedos sólo los enjaulan. Si tienes miedo a expresar tu género,
a codiciar unas hormonas o decidir si quieres una intervención de
cirugía o no... ¿entonces cómo puedes decir que serás feliz? Se
supone que una de las grandes metas del ser humano es la felicidad,
la libertad y el progreso. No puedes progresar si te estancas por
miedo, no puedes ser feliz por culpa de miedos y los miedos son los
que nos hacen presos en nuestro propio hogar que es nuestro cuerpo.
Hay
que ser libre. Hay que abrir las alas y volar. Hay que hacerlo sin
importar si nos caemos. Hay que saborear el impulso. Hay que ser uno
mismo. Hay que valorarse más. Hay que respetarse más. Hay que
escuchar menos a quienes te dicen que no se puede. Hay que olvidarse
de toda la propaganda bélica que nos invade desde los medios de
comunicación generando conflictos entre nuestro cuerpo y nuestra
alma, pues nos dicen qué es tendencia y lo que es un "hombre"
o una "mujer". Hay que dejar atrás los muros y las
alambradas. Hay que sonreír porque nadie puede quitarnos esa
sensación de hacer lo que nosotros queremos, de ser quienes siempre
quisimos ser y de divertirnos sin importar las miradas ajenas. Cuesta
trabajo, pero se consigue.
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