Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 15 de mayo de 2017

Cruel seducción

Es cierto que su cuerpo atraía a infames como este... también es cierto que eso causaba estupor en ella.

Lestat de Lioncourt

Querido diario:

Louis sigue insistiendo en que desarrolle mis sentimientos y me exprese por escrito, ya que parezco demasiado hermética a sus ojos. No sé qué libro de psicología barata habrá adquirido en alguna de las ignominiosas tiendas de libros a las cuales se acerca cada noche. Son libros manoseados hasta la saciedad, con olor a podredumbre, aunque en ocasiones se hallan joyas sofisticadas y ejemplares magníficos cuyas cubiertas están algo ajadas por el tiempo. Sea como sea, me siento observada por un sujeto incapaz de aceptar que no soy una pequeña dama, sino una mujer completa. Además, soy una asesina y no una frágil muñeca.

Ayer mismo salí del edificio sin que nadie pudiese detenerme. Correteé por las calles con esos malditos botines de charol. Mi vestido era el de una niña, pero mis ojos los de una mujer y la sed la de un monstruo. Deseaba una víctima que pudiese conquistar aún teniendo ese aspecto tan empalagoso.

Crucé un jardín cercano escasamente iluminado y me quedé parada cerca de una de las hermosas farolas de la avenida central que daba a nuestra cálida vivienda, la cual se hallaba con todas las luces encendidas. Lestat se hallaba tocando el piano y Louis había decidido huir a la biblioteca. Por mi parte era divertido no tener que soportarlos y arriesgarme por completo a ser yo misma.

Un hombre se acercó a mí. Por sus vestimentas, y el olor a caballo impregnado estas, deduje que era el cochero de un carruaje cercano. Su enorme y gentil sonrisa contrastaba con su enloquecida mente, la cual parecía fascinarle la terneza de mi rostro y la diminuta cintura que se intensificaba gracias al lazo que la rodeaba. Mi aspecto era el de una niña de apenas seis años, aunque tal vez jamás los alcancé del todo, con unos ojos intensos y una boca pequeña bastante sugestiva. Realmente parecía hecha de porcelana y ese maldito pervertido terminó sosteniéndome entre sus brazos.

—¿Te has perdido? Yo te llevará a tu casa—decía.

Podía sentir sus manos acariciando mi espalda como si fuese las patas peludas de una araña. Mi rostro se hundió en su cuello mientras él se complacía recreándose con una tórrida escena bastante nauseabunda, pero que a mí lejos de inquietarme me emocionó. Algo en mí se quebró. Deseaba ser deseada por otros hombres, incluso por mujeres, aunque con un cuerpo adulto. Necesitaba senos, cintura, caderas y labiales que embellecieran más mi pérfida sonrisa.


En cierto momento el hombre comenzó a marearse, tropezó con una de las farolas y cayó desplomado conmigo en brazos. Después sólo se escucharon mis botines correteando libremente. Mis mejillas estaban encendidas y me sentía más poderosa que nunca, pero a la vez frustrada.  

Tal vez soy una mujer completa, pero la sociedad me obliga a verme como una niña. Incluso mis padres lo hacen. No saben lo terrible que es sentirme como me siento, sin poder expresarme y sin ser yo misma. Ojalá algún día todo esto cambie. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt