Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 16 de mayo de 2017

Hijos de Lucifer

Mañana es el día contra la transfobia y la homofobia. Dios no los odia, sólo lo odia el ignorante.

Lestat de Lioncourt 



—Creaste un mundo diverso—dije.

Estábamos frente a un tablero de ajedrez. Él vestía de blanco impoluto, pero yo había escogido unas prendas bastante llamativas. Unos pantalones tejanos desgastados, algo sucios en los bajos, unas botas de punta con tachuelas, una camiseta blanca sin mangas y una chaqueta de imitación a cuero cargada de cremalleras y consignas en pro de la libertad de cualquier tipo y de la paz. Uno busca paz siempre que va camino a la libertad y la felicidad, pues son tres rostros de una misma señora.

—Creé mentes diversas—replicó moviendo el alfil.

—Pero muchas de ellas no funciona—contesté antes de señalar el mundo que yacía a nuestros pies iluminado por las distintas luces de neón. Desde el lugar donde nos hallábamos podíamos ver una ciudad cualquiera, tan común como cualquier otra, llena de suburbios más pobres y más ricos con una contaminación acústica que creaba un latido distinto a las otras. Aún así, frente a nosotros, era lo mismo—. Míralos. No quieren comprender, no quieren escuchar.

—¿Y es mi problema?—preguntó encogiéndose de hombros—. Les di los medios y las oportunidades, ellos sólo tienen que tomarlos.

—¡Lo sé!—exclamé algo agitado—. Pero muchos no alcanzan a verlo.

—La gloria no está hecha para todos—se apresuró a decir.

—¡Padre! ¡Los estás condenando!—me incorporé indignado. Apoyé mis manos sobre el tablero y este se desplazó ligeramente. Las piezas parecieron temblar, pero no se precipitaron hacia el suelo que era un manto nebuloso que nos sostenía a los dos, así como al resto de ángeles que nos observaban ensimismados.

—Se condenan solos—explicó con un tono conciliador.

—Hay quienes jamás vivirán en libertad debido a la presión que ejerce el resto—repliqué aún furibundo, aunque intentaba controlarme—. No puedes hacerles esto.

—¿Yo?—dijo con una sonrisa entretanto se incorporaba imitándome. Sus labios eran carnosos, rosados y parecían bondadosos... pero no era así—. Son demasiado débiles, pero esa debilidad está en los caminos que han ido escogiendo.

—¡Y en la cultura que les ha tocado vivir!—dije todavía más exasperado.

—¿Quieres hacer algo?—preguntó—. Hazlo—me invitó—. Levántate y hazlo.

—¡Lo hago! ¡Pero lanzan consignas! ¡Llaman sodomitas y monstruos a quienes al fin se alzan!

Mi voz se alzó como un relámpago en mitad de la oscuridad y cayó como un trueno sobre los presentes. Las piezas del tablero cayeron a los lados, rodando hacia el suelo, y hundiéndose entre las esponjosas nubes. Muchos se agitaron abriendo las alas y echándose hacia atrás. Sabía que me daban la razón, pero muy a su pesar tenían que aceptar las reglas impuestas por padre.

—¿Y? ¿Sucumben?—dijo alzando sus pobladas cejas blanquecinas.

—No todos—respondí frunciendo el ceño.

—Pues los que queden en pie serán los que liberen al resto.


Me ahogaba. El racismo aberrante, la presión de las clases más vulnerables, el robo de la libertad y la malversación pública, la transfobia, el machismo, el feminismo radical que vulneraba a las mujeres transexuales, la homofobia que se extendía incluso en campos de concentración ucranianos, el nulo deseo de comprender la bisexualidad, y en definitiva el odio al diferente y el egoísmo. Sobre todo el odio hacia aquellos que se levantan cada día luchando contra las fobias del intolerante, el cual no comprende que amar distinto no es delito ni pecado. Y, honestamente, tampoco identificarse con un género u otro porque son construcciones sociales. Me ahogaba terriblemente. Quería llorar, pero no pude. Apreté los puños y bajé de nuevo para patear la ciudad buscando a todos aquellos que seguían luchando, seguían amando, seguían encontrándose con las dificultades y que eran llamados Hijos de Lucifer.  

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Lestat de Lioncourt