Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 14 de mayo de 2017

Rememorando

Tras "El ladrón de cuerpos" decidí hacer algo por él y para mí.

Lestat de Lioncourt 



Me encontraba de pie frente a él. Me miraba con esos ojos cargados de lágrimas. Tenía un diluvio en la mirada y el causante era yo. Podía sentir esa tormenta querer descargar sobre mi pecho y contra mi alma. Observé su rostro en su conjunto. Tenía una mueca de desesperanza y angustia terrible. Sé que para él lo soy todo, del mismo modo que él lo es para mí. Yo lo sé. En aquel momento también lo sabía, pero soy demasiado impertinente y brusco para explicar la compleja trama de sentimientos, emociones y pensamientos que se tejen en mi cabeza noche tras noche, aventura tras aventura y año tras año. Tenerlo frente a mí, encarando una vez más su angustia, me hizo comprender lo débiles y torpes que podemos ser todos. Sobre todo cuando uno está cegado por ambiciones que sólo cuando se marchan, como si fueran nubarrones que han secuestrado el sol y el cielo azul veraniego, podemos ver y comprender que fuimos estúpidos.

—Creí que te perdía—dijo con la voz quebrada.

Estábamos a solas al fin en aquella casa que parecía más una pocilga que un hogar. El suelo estaba destrozado, el papel de la pintura tan lleno de humedad y desgarrado que provocaba una sensación de abandono terrible, había lugares quemados y otros que parecían ser una escombrera. Olía a polvo, humedad, basura y recuerdos. Sobre todo olía a recuerdos. Su habitación no estaba lejos de aquel pasillo y la pintura, esa algo infantil y cargada de referencias a famosos cuentos, todavía estaba visible.

—Creí que desaparecerías como ella. Te convertirías en cenizas y humo—añadió.

—No tendrás tanta suerte—repliqué riéndome a viva voz.

—¡El que arriesga su suerte y la mía eres tú!—dijo alterado.

Acabó llorando y yo me acerqué a él. No dudé en tomarlo entre mis brazos. Sus sentimientos eran puros y desesperados. Comprendía bien lo que sentía porque era lo mismo que yo vivía. Se agitaba de pies a cabeza. Mis manos acariciaron sus cabellos apartándolos de su rostro, dejándolo así al descubierto, para finalmente besar sus mejillas y su frente. Era un ser excepcional. Realmente lloré cuando lo creé, tal y como dijo Armand. ¿Quién no podría llorar ante semejante criatura?

—Te amo—susurré—. Sé que he cometido muchos errores. No merece la pena pedir disculpas por mis malas acciones, del mismo modo que no exijo que tú lo hagas. Sólo quiero abrazarte.

—Sólo discutimos—musitó ocultando su rostro en mi torso—. Sólo servimos para eso...

—Discutimos porque nos preocupamos tanto el uno por el otro que nos inmiscuimos en asuntos poco honestos, incorrectos y para nada agradables o satisfactorios. Queremos ser el héroe el uno del otro—besé su frente tras decir esas palabras, como si fuese un niño y yo el ángel rebelde que guarda su alma.

—¿Para qué me has traído aquí?—preguntó.

—Es el lugar donde fuimos felices una vez y donde lo seremos de nuevo—respondí tomándolo del rostro para perderme en sus mares verdes, desapacibles y cargados de una tormenta que aún desbordaba. Sus mejillas estaban encendidas y además manchadas de pequeñas lágrimas sanguinolentas. Era hermoso. Parecía el retrato de una virgen doliente.

—Las cosas maravillosas no pueden repetirse ni obligarse a reproducirse—susurró con una sonrisa amarga.

—No, no espero que sea igual. Sólo deseo recuperar este lugar para poder iniciar de nuevo una vida a tu lado. Te dije que procuraría darte todo lo que deseas y sé que amas esta casa, este patio, estas vistas y esta ciudad. Sé que la amas, como la amé yo, aunque ella posiblemente nos odie profundamente a ambos.


Aquellas palabras lograron que él volviese a estar entero, aunque parecía como si estuviese ensoñando. Sus manos se aferraron a mis muñecas con delicadeza, dejando unas simples caricias, para después deslizar sus labios sobre los míos y dejar un beso muy íntimo. Las mismas palabras que yo pensé una y otra vez para mí mismo. Debíamos volver atrás para tomar impulso hacia el hoy. Tener en cuenta esos recuerdos para no cometer los mismos errores. Pero siempre esperando algo más, algo nuevo, algo mejor...  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt