Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 28 de mayo de 2017

Una familia feliz

Nadie me hizo caso.

Lestat de Lioncourt 


La observaba silenciosa ensimismada en sus libros. Algunos los habíamos adquirido juntos, otros estaban ya en los diversos baldes de las numerosas estanterías que ocupaban nuestra biblioteca, y varios los había conseguido tal vez de algún pobre infeliz o por su propio riesgo. Sus ojos azules centelleaban llenos de una euforia única. Parecía una muñeca perfecta que había cobrado vida. Apenas tenía unos seis años cuando fue arrebatada de las faldas del cadáver de su madre, para luego ser ofrecida a este mundo tenebroso como una pequeña caja de Pandora que no decía abrirse del todo. La música del piano a veces sonaba gracias a sus pequeños y mágicos dedos, pero en esta ocasión era Lestat quien tocaba.

Me sentía dichoso, pero algo me decía que todo cambiaría pronto. Mi mundo, su mundo y el de Lestat sería transformado bruscamente. Nuestro mundo se convertiría en cenizas. Tenía un presentimiento extraño que pudría mi alma y la consumía como si fuese la llama de una vela. Sentía que mi pecho se llenaba de grandes y oscuros temores. Había visto en sus ojos la perversión de un adulto, la humillación de una mujer que desea tener y no puede, y algo en mí gritaba que le dijese algo a Lestat. Pero no podía. Algo en mí me lo impedía. Exponerla al criterio de mi amante era peligroso. No quería que él tomase cartas en el asunto y todo empeorase por momentos.

Tomé asiento en el diván retirando algunos cojines, crucé mis piernas y sonreí fascinado. Ella se incorporó para ofrecerme su diario en una página que acababa de terminar. Hacía tan sólo unos días que le había regalado tan bello cuaderno. Había versos sueltos que conformaban un poema misterioso y al lado una fecha.

—He hecho un poema para ti a base de otros de autores poco conocidos o recordados—decía con aquella voz dulce, pero con un timbre tan adulto que me sobrecogía. Ya no era mi niña, no era mi pequeña, no era mi damita y a la vez seguía siéndolo. Aquella mujer, esa mujer que ella era, jamás lo sería a mis ojos a los ojos de cualquiera. Pero Lestat sabía que dentro había una criatura llena de soberbia y deseos salvajes, pues me lo había confesado en alguna ocasión. Aún así la amábamos. La amábamos más que a nosotros mismos y ese quizá fue nuestro mayor pecado—. Amor mío, ¿te gusta?—preguntó risueña, aunque notaba cierta perversión en su pronunciación.

—Dile que sí—dijo Lestat desde el piano—. Así se callará y no interrumpirá mi gran interpretación.

—¡No tienes motivos para ser tan desagradable!—expresé indignado—. ¡Sólo tienes envidia porque no te ha dedicado nada!

—Me ha dedicado unas mordaces palabras nada más entrar en la biblioteca—comentó con una sonrisa llena de maldad. De inmediato dejó de tocar y se incorporó colocando sus manos a ambos lados de sus caderas—. Mírala, Louis. Sólo tiene palabras dulces para ti, ¿y para mí? ¿Qué hay de mí? Antes te gustaba pasear conmigo.

—He aprendido que no es bueno pasear con zafios con insuflas de príncipes—dijo con una ligera caída de ojos para luego girarse y tener ojos sólo para mí—. ¿Te gusta?

—¡Maldita sea! ¡Claudia!—gritó furioso.

—¡Vete al infierno, padre!—exclamó correteando fuera de la sala.

—¡Se puede saber qué sucede!—dije sin saber cómo asumir todo aquello.

—Hace unos minutos entró y me dijo que ojalá una noche despertase y yo no estuviese en su vida. Desea mi muerte, Louis. He podido verlo en sus ojos—respondió terriblemente intranquilo.

—Tonterías...


Creí que lo eran. Realmente lo creí. Si bien, algo en mí me decía que esa premonición era justamente el final de nuestra familia, el ataque de Claudia hacia Lestat y el odio germinando por completo en su corazón.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt