Ella estaba allí, observando todo.
Miraba al frente como si contemplara
un cielo cargado de estrellas
y su alma al fin transcendiera.
Él estaba allí, cual metomentodo.
Miraba al frente como si me asesinara
aplastándome y dejándome su huella,
pues bajo la piedra había una fiera.
Los Que Deben Ser Guardados
debieron ser sacrificados.
Padre y Madre de los vampiros...
Nosotros, sus terribles hijos.
Ella se llamaba Akasha.
Él se llamaba Enkil.
Ella se alzó entre las sombras,
caminó insinuante y me sedujo.
Me dijo su nombre una vez más
y me abrazó amorosamente.
Él se alzó ante mi asombro.
Dejó atrás su trono de lujo.
Me dijo que no lo permitiría jamás
e intentó aplastarme despiadadamente.
Los Que Deben Ser Guardados
debieron ser sacrificados.
Padre y Madre de los vampiros...
Nosotros, sus terribles hijos.
Ella se llamaba Akasha.
Él se llamaba Enkil.
Lestat de Lioncourt
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