Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 23 de junio de 2017

El pasado

Y este es el pasado de Benji.

Lestat de Lioncourt 


La arena, dorada y cálida, se hundía bajo las patas del dromedario. Este avanzaba demasiado lento, como si fuese una tortura levantar cada pezuña del suelo y volverla a colocar. El sol brillaba fuertemente en el horizonte y calentaba demasiado. Era como una enorme bombilla de demasiados vatios y sentía que derretía su cabeza. El vaivén del movimiento del animal se sumaba al mareo por la fatiga debido al cansancio, el sol y la escasa hidratación. Las carpas de enormes telas marrones se difuminaban por momentos, pero parecían cercanas. Una cálida brisa, como si fuese una bocanada de aire proveniente del infierno, golpeó su rostro y movió los caireles negros de su alborotada cabeza azabache. Sus ojos rasgados estaban delineados con una tinta oscura pegajosa, parecida a los caros cosméticos de las estrellas del celuloide, usada evitar la arena. Poseía una mirada vacía carente de cualquier emoción, aunque en realidad sólo se estaba desplomando.

Su padre lo elevó de su asiento y lo transportó dentro. Allí le mojó la cabeza sin mucho cuidado con un cántaro, lo despojó de su ropa oscura y le puso una túnica blanca. Después lo echó sobre la alfombra que cubría parte de la choza hecha de lonas y lo dejó descansar. Su madre no estaba, tampoco el resto de sus hermanos. No sabía porqué habían dejado su emplazamiento en plena madrugada para recorrer kilómetros hacia el oeste. Se suponía que iban a permanecer en el poblado un tiempo, pero su padre decidió que debían irse.

Escuchaba a lo lejos el ruido de una conversación en inglés. No era un idioma que él manejase. Levantó la cabeza como pudo, pues aún se encontraba algo mareado, y observó al hombre con quien discutía su padre. Parecían estar acordando la venta de algún animal. Hablaban de dólares y los dólares eran esas cosas cuadradas de papel con las cuales se compraba leche, ropa, calzado, arroz o medicinas. Su madre estaba enferma por culpa del último parto. Necesitaban esos dólares.

Entonces se desplomó y al abrir los ojos regresó a la realidad. Estaba en medio de un bullicioso tráfico y aquel sueño, ese recuerdo lejano, parecía ser de otra persona. Se llevó el cigarrillo a los labios, le dio una calada e intentó tranquilizar su corazón. Ahora sabía inglés y comprendía la conversación. Su padre exigía un buen trato para él, ya que el extranjero decía que estudiaría lenguas y aprendería un oficio. A cambio de su servicio el niño comería, sería atendido con buenas medicinas y tendría una vida digna que él no le podría dar. Si bien, lo entregaba a cambio de unos cuantos cientos de dólares, los cuales eran una miseria a decir verdad, para poder comprar medicinas y comida durante un buen tiempo. El hombre a quien lo vendió se llamaba Fox y jamás lo trató bien, lo alimentaba lo suficiente para no morir y las prendas eran las que a veces donaban en una iglesia por caridad cristiana.

Tenía ahora casi doce años, era alto, y de complexión fuerte. Sin embargo, cuando fue agarrado por ese indeseable sólo contaba con ocho y tenía las carnes demasiado débiles. Hizo de él un esclavo de manos hábiles para robar carteras, de dulce rostro angelical para cautivar a los camellos que comercializaban sus drogas y la puta más barata para momentos ocasionales. Dolía. Su vida dolía. Su infancia le había sido arrebatada, pero en ese momento se sintió consolado. Quería creer que su madre fue salvada y que sus hermanos seguían vivos gracias a él.

—Algo es algo—dijo mirando la ceniza que se desprendía de su cigarrillo—. Pero hasta mi Dios parece haberse olvidado de mí... ¿lo habrá hecho mi madre?—murmuró alzando la vista al cielo donde no había un sol calentando su rostro, sino una nube de contaminación ocultando las estrellas.


Unas noches más tarde Fox estaría muerto. Armand haría entrada en su vida.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt