Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 22 de junio de 2017

Confesiones a tu alma

Bianca a Marius... ¡Señoras y señores!

Lestat de Lioncourt

Eres tan cobarde. Pero tan cobarde. Ni siquiera mereció la pena decírtelo cuando me marché. Preferí que mi silencio y el vacío te hiciesen reflexionar, pero después de tantos años sigues siendo el mismo. Llegas a una habitación y la llenas acaparando las miradas de todos. Eres el hombre que todos desean ser, debido a su porte imponente y su forma elocuente al hablar. Sin embargo, sólo eres un pobre diablo. Huyes de la soledad transportándote a otros mundos de pinturas imposibles, pero a la vez terriblemente realistas. Posees magia en tus dedos, ya que tu alma es muy valiosa. No obstante, estás tan furioso contigo mismo, tan frustrado por tus escepticismos y creencias vacías en una política poco democrática, que te envalentonas y huyes a la vez.

He aprendido a comprenderte, pero no a respetarte. Respetarte lo hacía antes cuando estaba ciega y era una ilusa. Creí que podrías amarme, ansiándome entre tus brazos. Confundí la elegancia de tu toque, la pasión de tus besos, la belleza de tus ojos fríos, la elocuencia de tus discursos con la verdad que yacía en tu corazón. Esa verdad que duele cuando te atraviesa y te hiela el alma. Porque es así. Ni tú mismo quieres aceptarlo, pero estoy aquí para ser la amiga que no supe ser, la amante que te intenta ver feliz alguna vez y la mujer paciente que jamás he dejado atrás.

No llegaste a amar del todo a Pandora, aunque adoraste su pasión. Esa misma pasión que veías en ella era la que tú tenías. Era un rival digno. Claro que la codiciabas. Una niña como ella, una mujer que floreció con tanta belleza, era un tesoro increíble para el hijo de un patricio. Tú, un historiador y pintor, tenías que tener una compañera a tu altura. Pero no la amabas. No era un amor real. La adorabas como adora un padre a un hijo, un maestro a su discípulo, un amigo a una amiga y un hermano a su gemela. En mí tal vez viste a alguien similar, igual que en Akasha aunque esta jamás tuvo voluntad propia sobre su cuerpo hasta que despertó, como si fuese la Bella Durmiente, de un largo sueño.

Y todos esos artistas, discípulos y grandes pensadores. ¡Por supuesto que los amaste! ¡Pero de forma egoista! Amabas su arte, codiciabas su cercanía, porque el arte es para ti un hijo y también un padre. Querías tener un medio para comunicarte y ellos eran tus pinceles, lienzos y también los ilusos que hablaban a otros de tus hallazgos o te hablaban de los suyos. Iguales otra vez.

Ese chiquillo enfermizo, ese que ahora tienes a tu lado, es sólo otra ilusión. Daniel no es tu amor y lo sabes. Sólo lo cuidas para no sentirte miserable. Sabes bien a quien pertenece tu corazón, tu alma, tu verdad, tu voz, tu orgullo y tu gran talón de Aquiles. Dilo en alto, pues yo lo voy a gritar por todo el mundo cuando me lo pregunten. Él es Armand, él es Amadeo, él es Andrei...


Odias amar a tu opuesto. Un muchacho que cree que es posible seguir a un dios, tan déspota e hipócrita como lo eres tú, y que teme su castigo, del mismo modo que teme que tú lo ignores. Ahora él tiene un verdadero amor, una balanza en equilibro. Tienes miedo, un miedo horrible. Si bien, puedes estirar tu mano y alcanzarlo o simplemente dejarlo ir. Tú decides. Si no lo haces terminará olvidándose de ti y tú te hundirás en la oscuridad. En ese momento sí serás el monstruo que no debe mostrarse, pues el hechizo de la desesperación se apoderará de ti y en tus ojos no habrá luz. En tus ojos sólo hallarás dolor.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt