Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 21 de junio de 2017

La bruja de ébano.

Hace unos días fue el cumpleaños de Merrick. Con atraso, aunque siempre llega, el regalo que estaba esperando por parte de Aaron.

Lestat de Lioncourt 


Me hallaba de pie frente al camino serpenteante entre los viejos robles de la finca. A lo lejos la mansión se veía como antaño, aunque algo desmejorada por el huracán de hacía unos meses y la escasa reconstrucción tras este. Había quedado afectado el techo y al poner otro nuevo, sólo en algunas partes, quedó algo extraño. Aún así lucía tan bella y firme como hacía unas décadas. El porche se veía tranquilo y dentro no había nadie. Era como una ilusión que se desvanecía ante mis ojos. Quise llorar, pero no lo consentí.

Apoyé mejor mi mano en el bastón y erguí mi porte de distinguido caballero británico. Mis ojos bordearon cada pequeño escalón y pude ver de soslayo, aunque no sé si sólo fue mi imaginación, sus pies oscuros subiendo apresuradamente hasta la vivienda. Había sentido su aroma, su cercanía, pero no estaba del todo seguro. Nunca estoy seguro. Con los espíritus y fantasmas uno no puede estar seguro jamás.

No obstante me aventuré a seguir por el sendero a paso firme y entré en la vivienda tras escuchar como crujían los escalones bajo mis pies. No soy un hombre muy corpulento, lo advierto. Si bien, quería ver si ella estaba allí. Merrick aseguraba que sí. Que su abuela se hallaba en la vivienda. Decía que venía a visitarla para explicarle que yo corría un gran peligro.

Al entrar la vi sentada en la mesa. Se veía mucho más joven, delgada y serena que la última vez. No era esa mujer moribunda que yacía en la cama explicándome que necesitaba que me hiciese cargo de su nieta. Era una mujer negra de piel lozana y ojos intensos, su sonrisa era dulce pero inquietante, y al verme hizo aparecer un puro que se llevó a la boca mientras me regalaba una mirada muy intensa. No sentí miedo. Era como mirar a la muerte a la cara, pero a la vez sabía que era amiga y no enemiga.

—Si sigues cerca de los Mayfair terminarás muerto—esa frase ya la había escuchado alguna vez. Mucho antes que me concediera la potestad de Merrick lo había hecho—. Lo sabes.

—Moriré sabiendo—respondí.

—Como el gato—dijo estallando en carcajadas.

Esa mujer de ébano podía ser peligrosa, pero a mí me resultaba entrañable. Sus ojos me recordaban a los de Merrick, aunque los suyos eran verdes esmeralda. La hermosa mulata que yo había educado como a una hija, dándole mi amor y mis preocupaciones, simplemente me hizo una encerrona para que su abuela me hiciese desistir. Malditas brujas. Sabían demasiado.

—Mira, negra—dije con acento propio de Nueva Orleans—. No juguemos a juegos. Dime lo que ocurre y luego si quieres bailamos sobre mi propia tumba.

—Ocurre que dejarás sola a mi niña y el único que podía controlarla ahora tiene colmillos—me sorprendió que supiera que David Talbot, mi viejo amigo, ahora era un vampiro. Si bien, los espíritus son inteligentes y pueden tener información gracias a lo que ven y oyen tras los muros de las casas. Tal vez por eso David siempre dijo que las paredes oyen, ven y saben más de lo que podemos siquiera imaginar—. Ocurre que ese idiota de bragueta floja y palabras dulces le ha roto el corazón y tú, como buen padre, tendrías que quedarte a su lado ayudándola a seguir adelante. Debe ser una bruja poderosa. Pero si tú te vas y la dejas sola es capaz de hacer alguna locura.

—Tontería, negra—respondí.

—No me hagas caso. En menos de unos meses vas a morir. Veo la calavera en tu rostro—susurró antes de desaparecer volcando la silla y la mesa donde había estado.


Me quedé allí de pie apoyado con ambas manos sobre el bastón y sentí que el mundo entero se caía sobre mis hombros. Tenía miedo. No miedo a la muerte, pero sí miedo a lo que Merrick pudiese vivir. Era mi pequeña. Jamás se lo había dicho con palabras, aunque sabía que ella como Yuri comprendían que para mí eran mis hijos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt