Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 12 de junio de 2017

Lo sabía, lo temía

Estaba de pie observando su figura danzando en la perversa penumbra gracias a la ventana que daba a la avenida principal. Era una boardilla diminuta, un agujero en mitad del paraíso que teníamos a nuestros pies, pero podíamos llamarla hogar gracias a un pequeño alquiler que nos quitaba el pan de la boca. Se encontraba desnudo y con gesto impúdico me llamó. Su sonrisa era demasiado lasciva y sus ojos dos gemas de color caoba que me calentaban más que el fuego de una buena hoguera. Me acerqué a él, coloqué mis manos sobre sus caderas sin miedo y sin respeto, mientras sus carnosos labios se movían sin sonido alguno. Entonces, cuando estuve a punto de besarlo, se esfumó y todo se volvió negro.

Desperté en el barco. Me di cuenta que aquella escena pertenecía a un pasado que parecía demasiado lejano. Había pasado apenas un año de aquel encuentro. Fueron los días previos al secuestro que padecí tras la interpretación de Leilo en el teatro. Magnus no existía en aquella bohemia y perversa noche. Nada de lo que ahora sé existía. Nicolas vibraba como vibraban las cuerdas de su violín. El mundo entero había postrado ahora a mis pies y se mostraba más salvaje que nunca.

Me incorporé tembloroso. Mi garganta estaba seca. Mis ojos dolían y estaban húmedos. Sabía que había llorado. Comprendía lo horrible que debía verme con diminutos caminos sanguinolentos por mis mejillas. Jadeé y gruñí apretando los puños. Gabrielle estaba en su camarote. Pronto llegaríamos al Cairo. Algo me decía que no había tenido ese sueño por nada. Mi corazón latía confuso y deseé cruzar un par de palabras con ella, pero me contuve. Sólo me senté en el sofá de aquella lujosa habitación y sentí el vaivén de las olas. Alcanzaríamos puerto en menos de dos horas.

—Nicolas, Nicolas, Nicolas... —jadeaba entre balbuceos.


Extrañaba decir su nombre. Odiaba haberlo odiado. Detestaba saber que mi alma estaba intranquila y sospechaba que algo perverso le había sucedido. Esos ojos brillaban más que luceros en el firmamento oscuro de aquella misma noche. Una noche que parecía tener por cielo una capa de seda negra. Miré por el ojo de buey y contemplé la costa no muy lejos. Quise tirarme al mar y nadar hasta el hotel donde permaneceríamos unos días. Deseé hacerlo. Por supuesto, no lo hice. Me quedé allí sentado llevándome las manos al rostro y restregando mis lágrimas por mis mejillas.   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt