Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 13 de julio de 2017

Orgullo

Mi madre me enseñó que puedo alcanzar mis sueños siempre y cuando me esfuerce. Tal vez es algo idealista y estúpido para muchos, pues hay quienes creen que eso no siempre sucede. Sin embargo, prefiero creer que tarde o temprano, quien se esfuerza y trabaja con ahínco para alcanzar sus metas, las logra. Hay quienes se rinden al principio al ver lo empinada que es la montaña que tienen que subir, pero no yo. Yo soy de los que cuando ven un reto increíble se remangan las mangas de la camisa, sacuden sus manos y sonríen empezando a subir hasta la cumbre. Cuando empiezo algo lo termino y cuando lo termino busco otra cima.

La noche que ella se durmió por primera vez en mis brazos, tan frágil y diminuta, me dije a mí mismo que la cuidaría y le enseñaría a ser fuerte como una roca. Haría de ella una mujer similar a mi madre. Quería que aprendiera a valerse por sí misma y a alcanzar cualquier meta que ella imaginase. Si puedes imaginarlo es porque puede alcanzarse, por muy lejano que parezca todo.

Rose era una niña diminuta, de mirada intensa y cabello salvaje. Su piel era algo tostada debido al sol y muy cálida. Me recordó a Claudia, pues ambas estaban igual de desamparadas cuando las tomé entre mis brazos y caminé con ellas buscando una solución. Una se moría, la otra simplemente estaba asustada debido a la terrible muerte de su madre y de cientos de personas a su alrededor. Ambas tenían edades similares y me hicieron desear ser padre.

Como padre no soy el mejor ejemplo, pero he intentado serlo. De verdad que me he esforzado por ser el ejemplo a seguir, el hombre en el que mirarse porque quiero que vea en mí un ser humano como cualquier otro. Los vampiros poseemos una simple mutación, pero eso no lo sabía por aquel entonces. Sólo sentía que era tan humano como cualquier otro y que ella se merecía un futuro distinto al para nada prometedor en una institución para niños sin hogar. Sus abuelos no la querían, pues desaprobaban la forma en la cual la madre la gestó y educó. Para ellos era defectuosa, para mí era perfecta.

Su sonrisa iluminó mi mundo y sus ojos hicieron que toda mi alma se removiera. Me juré cuidarla y eso he hecho durante mucho tiempo.

Ahora la veo feliz hablando animadamente con mi hijo. Mi verdadero hijo. Un hijo que desconocía de su existencia hasta hace unos años. Es muy parecido a mí, pero a la vez es profundamente distinto. Su sonrisa es la mía, pero tiene un toque de ingenuidad que ni siquiera yo poseía. Uno y otro rozan los veinte, tienen una vida eterna por delante gracias a aceptar el “Don Oscuro”, y yo siento que he ganado un pedazo de paz al verlos unidos. Ella y él son mis hijos. Ella lo es ahora como hija de sangre, pues es mi creación más preciada de los últimos tiempos. Y él posee mis genes, los genes poderosos de un Lioncourt que batallará siempre ante cualquier injusticia. Al menos, eso quiero creer.

Hoy escribo esto en una pequeña hoja de papel algo sucia, arrugada y de forma improvisada. Si lo hago es porque siento la intensa necesidad. Fuera hace calor, pero pese al cielo despejado no se ven las estrellas. La contaminación lumínica hace imposible ese hermoso fenómeno que siempre existió. Pero aún así ellos son estrellas en mi firmamento, en mitad de la calle más poblada de la ciudad de París, sonriéndose uno al otro y tomándose de la mano.


Definitivamente me siento orgulloso. Ambos están logrando grandes cosas juntos, conociendo el mundo viajando y luchando contra lo impredecible. ¿Por qué no sentirme orgulloso?  

Lestat de Lioncourt 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt