Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 7 de agosto de 2017

Oro y pinturas

Dos milenarios peleando como chiquillos... ¡Lo de siempre!

Lestat de Lioncourt

—Sólo te importa el dinero, los malditos lujos que puedes adquirir con ellos, y el estatus que te otorga ser el líder de una gran empresa. Lo demás, no. ¿No es un tanto vacío?—preguntó.

Terminaba de mezclar las cartas con el estilo de un crupier, para luego extenderlas sobre la mesa redonda de caoba que había en la sala. Me encontraba cómodamente sentado hasta que llegó él perturbando mi conciencia con esa pregunta tan hostil. Sabía que me había metido en su vida al cuestionar su amor hacia Armand hace apenas unos días, pero ¿tenía que cuestionar mi forma de vivir? No la de amar, sino la de vivir. Además, lo había hecho de forma meramente objetiva al ver los llantos del muchacho ante sus contestaciones poco acertadas. No fue algo que pretendía ofenderle, sino una apreciación.

—He vivido mucho tiempo y me gusta vivir cómodamente—respondí encogiéndome de hombros—. Amo aparentar ser humano, que mis empleados me crean un buen líder y que nadie me cuestione en qué malgasto mi fortuna—. Alcé mis ojos oscuros y me crucé con los suyos. Eran tan azules como el cielo, pero tenía un punto de frialdad que me provocaba cierta aprensión. Estaba claro que él era mucho más joven que yo, que no debía temer sus impertinencias, pero a la vez era ese ímpetu que veía en Lestat, que amaba en él, y veía reflejado también en Marius. No quería discutir, la verdad es que no era el momento ni el lugar.— Más bien, en qué la invierto.

—Prefiero vivir de formas más sencillas—respondió.

—Oh, ¿bromeas?

Tuve que reírme mientras intentaba resolver el solitario. Las cartas eran hermosas, pero me parecían muy sencillas. Prefería seguir pensando que podía mejorar ese juego, aunque no sabía como. Nuevas reglas, nuevo aspecto... ¡Quién sabe! Yo también soy algo creativo.

—No, no bromeo.

—Marius, no seas hipócrita—dije lanzando una mirada severa—. He visto donde vives, también donde descansas en las distintas sedes, y puedo asegurarte que amas tanto el lujo como yo lo amo. Tal vez no haces gala de tanta ostentación, pero tienes que entender que yo provengo de una tierra donde el oro era algo común.

Sin lugar a dudas el oro fue el metal más valorado por mi pueblo y yo seguía haciendo alarde de él, pero ya no sólo en pequeñas decoraciones. Llevaba un rolex de oro, un anillo también de dicho material y a veces usaba cadenas que poseían colgantes que emulaban los viejos símbolos de poder del legado de mi pueblo, mis raíces, mi verdad y mi historia.

—El oro, las piedras preciosas y todo el dinero del mundo no pueden comprar experiencias que se tienen bajo el auspicio de la futilidad en esta vida—reprochó.

—Hablas de la tacañería—dije alzando la ceja derecha.

—¡Ah, no! ¡Diablos! ¡Hablo de sensaciones que no se pueden conseguir con dinero!— Vociferó al fin. Se estaba indignando.

—Yo las vivo sin y con dinero. ¿Qué hay de malo o deshonesto por mi parte?

—Olvídalo—contestó frunciendo el ceño.

—Te gusta sentir la miseria del artista, el hedor de los orines en los callejones, el perfume del sudor de aquellos que han corrido mil vidas en una sola y la sensación de no tener un lugar donde ocultarte ante los ojos de aquellos que te juzgan. Si bien, luego regresas a tu hogar, a esa poltrona de oro que posees en tu palacio de mármol, te sientas con tus mejores ropas, con las sandalias más cómodas que posees, y con el cabello perfumado a contemplar tu basta obra de enormes murales llenos de la magnificencia que da el ser un pintor vampírico. No me seas ruin, Marius. No faltes a tu honor con pequeñas mentiras tejidas alrededor del deseo de parecer bueno. Tú, como yo y como todos, amamos los lujos que hemos logrado sabiendo invertir y negociar.

Se había quedado allí de pie mientras me veía mover mis manos lentamente sobre las cartas, echándole un vistazo de vez en vez entretanto hablaba, y cuando acabé, supongo que por respeto, hizo un ademán para marcharse como despedida. Él había perdido, pero no iba a decirlo a viva voz. Tendría que meter su lengua en la boca y tomar el silencio como respuesta.

—Buenas noches, Gregory.


—Buenas noches, Marius—dije quedándome a solas de nuevo con mi baraja.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt