Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 8 de agosto de 2017

Abrázame

Daniel y Armand tenían que tener su momento lejos del ruido de los demás, ¿no?

Lestat de Lioncourt 

Regresaba al consejo, donde estaban reunidos vampiros de distintas culturas y tan antiguos o más que mi viejo hacedor. Marius presidía un bando más inquisitivo y virulento, pues exigía que Rhosh pagara por los crímenes que había realizado. Lestat siempre era sensible, abogaba por la presunción de inocencia debido a haber sido manipulado por Amel y sus artimañas, e imploraba perdón para el fantasma que nos mantenía atados, los unos con los otros, en una red similar a una tela de araña invisible a nuestros ojos y para el viejo vampiro cretense, el cual fue creado por Gregory mucho antes que Marius y su Imperio existieran en este mundo.

Mascullaba cientos de posibilidades, recordaba el horror de tiempo atrás cuando Maharet se negó a aniquilar a Santino y Thorne tomó la justicia por su mano. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral entretanto Benji empezaba a emitir el comunicado que Lestat me pidió transmitir. El consejo no estaba lejos, sólo tenía que regresar a la torre y subir por sus peldaños de metal. Situado hacia la mitad me hallé a Daniel Molloy. Él estaba allí aferrado al teléfono móvil con la aplicación de la radio conectada, los audífonos puestos en sus orejas y sus ojos violetas perdidos en la inmensidad de la intrincada escalera.

Me quedé paralizado por unos segundos. No lo había visto desde hacía unos meses y desconocía que hacía aquí, junto al resto, aunque Lestat había pedido que todos se reunieran en la corte, por protección y necesidad. Estaban Rose y Viktor en una sala del castillo, conversando con otros neófitos sobre su viaje por el mundo, y él estaba allí. Podía estar con el resto, pero había decidido dejar los salones abarrotados para aferrarse al hilo de esperanza que incluso los fantasmas y espíritus, representados en la sala bajo la orden de Talamasca y la presencia de Gremt como del hacedor de Marius.

Llevaba un suéter de cuello de tortuga, unos pantalones jeans algo desgastados en el bajo y unos zapatos muy simples. No era una vestimenta muy idílica, pero sí le simbolizaba a él. Siempre fue despistado, algo andrajoso a la hora de vestir, y podría decirse que no apreciaba las ropas caras que yo a veces le ofrecía. Tenía el pelo revuelto y un par de mechones rubios caían sobre su frente. Sus ojos violetas eran muy expresivos, pero ahora sólo mostraban temor.

—Otra crisis—dijo al fin quitándose los auriculares y poniéndose en pie.

—Sí, eso me temo—respondí apoyándome en uno de los muros. Intentaba no mirarlo directamente a la cara. Desde hacía un tiempo sentía ciertas emociones encontradas que no sabía como manejar adecuadamente.

—¿Necesitas algo?—preguntó—. Ya sabes que puedes contar conmigo.

—Contigo...—murmuré como si fuese una ilusión, como si eso no estuviese pasando o fuese sólo un hermoso sueño que una vez tuve y no recordaba hasta el momento. Cerré los ojos, agaché la cabeza y reprimí las lágrimas.

Necesitaba tantas cosas, tantas. No era capaz de pedir nada a otros porque siempre me desilusionaban. Marius había recobrado la energía de otras épocas y parecía decidido a gobernar ayudando a Lestat, aunque a veces este se revelaba ya que se sentía una marioneta. Si bien, no había acercamiento suyo de ningún tipo y cuando lo había era para hacernos daño. Antoine se había ido unos meses con Notker, pues quería aprender más sobre la música que este realizaba y ofrecer mejores composiciones a toda la tribu. Sybelle decidió acompañarlo. Benjamín tenía la radio, su radio, y una fama incontrolable que iba a más con cada emisión. Y yo sólo tenía mi televisión, mis series de culto, mis juegos de realidad virtual y poco más. Me centraba en los libros, en el teatro, en la teconología y en los avances que iba ofreciendo el dúo médico de Fareed y Seth a todos nosotros. A eso me dedicaba. Porque hasta Louis había corrido a los brazos de Lestat. Eleni me apoyaba, me aconsejaba, me escuchaba... ¿pero me era suficiente? No. Nunca lo fue. Además me sentía culpable cuando la veía. Había hecho que su vida, los primeros años de esta, fuese miserable.

—Armand...—su voz parecía lejana, así como su presencia, pero rápidamente pude sentir su cálido abrazo.


Me dejé abrazar en mitad de la torre esperando que su amor me reconfortara, aunque este sólo fuese fruto de una necesidad mutua de sabernos unidos ante la adversidad.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt