Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 2 de octubre de 2017

El demonio del violín

—¿Alguna vez pensaste en mí?

Podía escuchar su voz. Era como si estuviese frente a mí. Todavía el sol estaba en todo lo alto y me encontraba en mi cripta encerrado. Sobre la tapa del ataúd estaba la pesada losa de piedra que la cubría, pues tengo otro externo para mayor protección. Nadie podría entrar en mi lugar de reposo, del mismo modo que nadie podría tener esa voz y ese tono melancólico que él poseía.

—Lestat, ¿alguna vez lo hiciste?

Su voz penetró de nuevo mi cerebro como si fuese una bala, una flecha o cualquier arma pesada. Abrí los ojos, o al menos lo intenté, pero mis párpados no lograron subir del todo. Mi vista estaba borrosa y mi cuerpo aún se hallaba aletargado. ¿Estaba soñando? ¿Era real? Aún no lo sé.

—Enloquecí cuando supe que jamás te tuve. Eras mi luz, una luz cegadora, que se apagó dejándome solo en aquel páramo. La angustia cubrió mi alma como una capa que terminó asfixiándome.

Quise pronunciar su nombre, pero sentía mi mandíbula tensa. Mi corazón comenzó a bombear salvaje y mis manos empezaron a sudar. Me sentía completamente angustiado. ¡Qué demonios sucedía!

—Siempre seré el demonio sobre las tablas, el mismo que tú también fuiste. Pudimos hacer que París se rindiera a nuestros pies, tal como querías, y sin embargo abandonaste ese deseo buscando tu propio beneficio. Siempre tú, jamás yo...


rápidamente sentí que me faltaba el aire y comencé a llorar. El violín sonaba en la lejanía como si él se estuviese marchando mientras tocaba enfervorecido. Cuando todo pasó logré gritar su nombre, agitado, sudoroso y con el corazón roto una vez más. Por supuesto que lo recordaba, por supuesto que lo tenía presente... ¡Crucé los supuestos infiernos de Memnoch por encontrarlo!


Lestat de Lioncourt   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt