Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 16 de octubre de 2017

Miserable

—¡Te detesto!

Había regresado a la mansión después de horas allí fuera contemplando todo lo que se había perdido al “morir” en mis brazos. Aunque no llegó la dulce muerte como a todos los mortales. Él no cayó en los dulces brazos de su colchón, no fue velado y transportado a un bonito ataúd. No, no fue llorado. Él había muerto, pero seguía vivo e indignado con mi actitud.

—Me amas.

No fue una respuesta burlona, aunque tal vez él no percibió de ese modo. Sonreía, por supuesto, pero era porque tenía en mis manos una verdad dolorosa que él quería ocultar de mil modos.

—¡Eres horrible! ¡No sé en qué estaba pensando cuando acepté el trato!

¡Imaginad la expresión fiera de su rostro y la melancolía que desbordaba en su mirada! Esas gemas verdes parecían océanos de lava a punto de derramarse sobre sus mejillas. ¡Y qué mejillas! ¡Qué hermoso era! ¡Y qué hermoso es aún hoy! Todavía puedo ver esa fiereza cada vez que un problema lo supera y yo era su mayor problema en aquellos días.

—En cosas egoístas, ¿o acaso me vas a decir que pensabas en los demás?—dije mientras abría los documentos de propiedad de la mansión. Había ido al registro y pedido que me diesen una estimación de su valor. Era increíble lo rico que era. Mi padre dormía en una de las habitaciones intentando descansar mientras él vociferaba.

—¡Deseaba la muerte!—me escupió lleno de impotencia, pero con una falsa verdad que sonaba muy sincera.

—No deseabas la muerte, no seas cínico. Deseabas un castigo porque te sentías culpable porque tu vida no valía mucho, pero veías una gran promesa de futuro en tu hermano pequeño—susurré colocando los codos sobre el elegante escritorio de madera roble y dejando que mis manos se juntaran en un grácil movimiento.

—¡Cállate!— La exasperación era cada vez mayor.

—¿Tanto te cuesta admitir la verdad?—Enmarqué una de mis perfectas cejas doradas, la derecha por cierto, mientras intentaba no carcajearme.

—¡Cállate!

Repitió mientras yo revisaba los documentos. Era increíble. Además tenía otras propiedades y sabía que también numeroso dinero, joyas y unos hermosos cuadros que podían valer una fortuna en unos años. Todo era nuestro, pues de mí no se libraría. Aunque no era lo que más me gustaba de él. Aquello que realmente amaba era su persona. Louis había logrado tocar mi corazón y arrebatarme la cordura.

—Vaya, sí que eres un hombre rico—dije riendo bajo—. Esta mansión junto con la plantación valen una fortuna.

—Miserable... ¡Sólo te importa el dinero!

—Ojalá—suspiré algo cansado por la discusión, pues no llevaba a nada. Él me gritaba, yo me burlaba y vuelta a empezar—. Todo sería más fácil.

—¿Qué quieres decir?—dijo con notable curiosidad en su voz.

—Pude manipularte, seducirte de mil formas, y lograr que todo esto me perteneciera. Después te daría muerte como tanto proclamas que la deseas. ¡Sería tan fácil!—. Acabé exclamando.

—¿Qué me quieres decir con eso?

—Oh... ¿acaso no lo ves?

No lo veía. ¡Por supuesto que no! Yo le amaba. Amaba a ese maldito idiota. Él me consideraba un imbécil, un patán, un bufón y yo lo consideraba la criatura que tanto ansiaba. Su amor estaba ahí y eso le provocaba rechazo, pues no podía comprender como podía amarme de ese modo.

—¡Por supuesto! ¡Te divierte hacerme sufrir!

—¿Acaso no buscabas eso? Aclárate, hombre—respondí.

Él me miró furibundo y yo simplemente puse mi mejor sonrisa, la de un caballero elegante y sofisticado esperando que le partieran la cara de un bofetón. No se acercó, por supuesto. Se quedó en mitad de la habitación intentando no echarse a llorar, pero no lo logró. Se puso a llorar como un niño que pierde a su madre en mitad de una gran ciudad, ¿y qué hice yo? Actué como un miserable. Me quedé observando su rostro lleno de belleza, sus manos cerradas en puño y su cuerpo completamente tenso. Amé esa hermosa escultura, deseé besar sus lágrimas sanguinolentas y beber de sus labios. No obstante, como he dicho, sólo me quedé observando hasta que se marchó dando un sonoro portazo.


Lestat de Lioncourt 


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt