Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 29 de julio de 2008

Le enésima conquista



Lestat y Louis (deviantart)




La enésima conquista


Estábamos solos. Por primera vez en muchos años, demasiados tal vez, estábamos a solas con la luz tenue de unas velas. Estábamos en el salón decorado como en épocas pasadas, todo aquello me hacía sentirme como si el tiempo hubiera retrocedido por completo y me hubiera dado una nueva oportunidad. Había un apagón en toda la ciudad y él refunfuñaba porque deseaba escuchar algo de música. Me puse en el piano y comencé a tocar melodías que conocía de oídas, sonrió un instante y se sentó a mi lado. Empezamos a deslizar nuestros dedos inmortales por las teclas, como si fueran pasos de baile.

Sonreía, al fin lo hacía. Esa maravillosa sonrisa que me hacía enloquecer estaba ahí para mí. Sus ojos verdes me contemplaban como si fuera un gato y sentí el impulso de besarlo. No me contuve demasiado tiempo, tomé su boca como si fuera de mi propiedad. Mis labios parecían los de un adolescente aprendiendo por primera vez a besar por culpa de mi tremenda ansiedad. Intentó alejarse echando su cabeza hacia atrás y mis manos fueron a su rostro, lo pegué más a mí y su lengua reaccionó. Sus brazos pronto cayeron sobre mis hombros y sus dedos acariciaron mi cuello rozando algunos mechones de mi enmarañada melena.

Cuando me separé de él creí percibir en sus mejillas un rubor, el colapso de sangre inmortal en sus mejillas. Después una risa nerviosa en el ambiente y se levantó para ir a mirar por el balcón. Esa ventana que daba a un New York distinto al que una vez contemplamos. Frank Sinatra le hubiera dedicado una oda melancólica y no una festiva canción.

Fui hasta a él con pasos lentos, posé mis manos sobre sus caderas y él se agarró a los hierros de aquel mirador privado. Estábamos en un ático, en el piso numero treinta de un rascacielos. Las flores en primavera eterna, gracias a la genética, olían a violetas y flores silvestres. Él simplemente intentaba borrar su nerviosismo como un Adán o un Tarzán entre la naturaleza. Observaba los edificios, la luna y finalmente atravesó su mirada llena de dudas en la mía.

-Tienes unas hermosas vistas desde este lugar. Puedes contemplar toda la ciudad y a la vez sentirte en un jardín.-dijo tras pasado algunos minutos e intentando, en vano, alejar mis manos de sus caderas y mi torso de su espalda.-Por favor, Lestat.-balbuceó.-Dame tiempo.-rogó temblándole el labio inferior.

-¿Tiempo? Tengo toda la eternidad para reconquistarte y esta vez no podrás huir. ¿Sabes por qué?-murmuré acercando mis labios a una de sus orejas.- No, no lo sabes. Pero te lo diré.-sonreí con descaro alejándome unos milímetros y respondí su duda.- No podrás huir porque te encerraré entre mis brazos.-susurré apartando sus cabellos hacia un lado, el derecho, y posando mi boca sobre su nuca.

-Por favor, Lestat.-repitió en un ruego.-Permíteme que lo piense.-susurró con una voz entrecortada. Su cuerpo vibraba bajo mis manos que acariciaban su vientre bajo su camisa blanca.

-¿Pensar?-aquello sí que me hizo sonreír. Era como un adolescente a punto de ser desvirginado por un monstruo, que sin duda era yo en esos instantes.

-Cher, no hay nada que pensar.-mis manos subieron hasta su torso y lo acaricié lentamente. Sus manos se aferraban aún más a la barandilla y mis ojos se clavaban en los edificios colindantes.

-Siempre acabamos igual, no debemos.-dijo frunciendo el ceño y dejando escapar un gemido. Yo causé ese gemido al morder levemente su cuello y su lóbulo izquierdo, esa parte era la más delicada en él y en cualquiera en realidad.

-Esta vez no será como las otras pues no podrás escapar, te encerraré en mis brazos y únicamente podrás salir de ellos si me matas.-estaba cansado de la historia de siempre, de que él se fuera de mi vida para volver a encontrarlo y tener que seducirlo nuevamente. Le amaba y a la vez no soportaba demasiado sus desdenes. No podía con sus llantos, pero creo que eso jamás se lo dije y él lo sabía. Sabía todo de mí con un solo gesto, esa complicidad que tanto amaba y echaba de menos.

-Deja de comportarte como un crío.-por mucho que dijera estaba excitado y con el descaro que me caracteriza agarré su entrepierna.

-Estás duro.-murmuré girándolo hacia mí y arrebatándole otro beso. Esta vez no fue un beso de colegial, sino el beso que únicamente puede otorgar un viejo amante.

-Por favor.-unas lágrimas de impotencia bordearon sus pupilas y cayó rodando por sus mejillas.

-No, no llores. Sonríe, porque nuestro lazo es eterno.-comenté tirando de él hasta el salón.

-Lestat, nada es eterno y acabamos siempre haciéndonos daño.-replicó intentando soltarse de mí.

-Cierto, pero tenemos la oportunidad de volvernos a encontrar.-dije con una sonrisa y él respondió de igual modo.

-¿Por qué siempre me convences?-sus brazos rodearon mi cuello y ese felino cayó a mis pies. Lo volví a tener donde quería.

-Porque nací para convencerte, estabas en mi destino y yo debo de hacerle caso.-sonreí en cada palabra, no podía cesar de hacerlo. Mi plan había culminado con éxito. Aunque mi paciencia era escasa, lo que me marcaba como reto lo conseguía.

-Deja de decir estupideces Lestat.-respondió frunciendo el ceño.-Deja de hacerlo y bésame.-reí encantado por esa expresión e hice lo que me ordenó.

Mis manos fueron a su cintura, agarrándolo con fuerza y tirando de él hacia la cama. Era una de esas antiguas con dosel y almohadones. Sin duda un lujo que compartiríamos con la pasión de siempre.

-Te amo.-susurró cayendo sobre la cama. Su cuerpo parecía hecho a medida para complacerme. Comencé a desabotonar su camisa, pero acabé por romperla igual que la mía. Me tumbé sobre él y mordí uno de sus pezones, me quedé con la mirada fija en la suya y lamí el otro. Un nuevo gemido apareció de la nada y reí bajo deslizando mi mano derecha hasta su entrepierna, bajé la cremallera y palpé su incipiente erección.

-Yo también.-dije apartándome un momento para quitarme toda la ropa, al igual que a él.

-Sé que me arrepentiré de esto.-me miraba extasiado y aún así tenía el valor de recriminarme.

-Mentira, no lo harás.-reí bajo recostándome sobre él, acariciando su cuerpo y luego sus labios.-No debes mentir, Louis.-besé su cuello y comencé a masturbarlo para que pronto su sexo tomara forma.

-¿Me vas a tratar como un muñeco?-dijo con una suave sonrisa.-Deja que haga algo.-sus manos se posaron sobre mis hombros y sus ojos se deslizaron hasta mi entrepierna.

-No.-respondí girándolo para contemplar aquellas firmes nalgas.

Empecé palpando sus glúteos bien formados, lamiéndolos y mordiéndolos, hasta que dejé de jugar e introduje salvajemente mi lengua en su entrada. Él no pudo controlarse y se agarró a uno de los almohadones, dejó que su garganta se quebrara por el placer y abrió más sus piernas. Uno de mis dedos se deslizó por su esfínter, masajeándolo mientras giraba lentamente. Esa tortura le complacía, le palpaba el punto exacto de placer y necesidad. Sonreí ante aquello y adentré dos más. Quería acomodarlo con rapidez, para darle un sexo mil veces mejor al que cualquiera pudiera otorgarle.

-Deja de jugar, quiero sentirte.-él también quería hacerlo ya, pero aún me quedaba un as en la manga. Tomé su miembro y lo estiré por la cama hacia abajo, dejando ver la punta entre sus piernas. En aquella posición donde me encontraba lo lamí, lo hacía mientras mis dedos cumplían su función.-¡Mon dieu!-gritó estremeciéndose y agitándose un instante.-Ya déjalo.-rogó y volví a girarlo dejándolo frente a mi sonrisa de demonio.

-Dilo, di que soy malo.-susurré besando su vientre para apoderarse mi boca de su entrepierna. Estaba totalmente duro, las venas se marcaban por aquella erección y parecía más sensible que en otras ocasiones.

-¡Eres el diablo!-gritó en un gemido aún mayor que los anteriores.-Lestat.-jadeó.-¡Lestat!-no podía negarlo, aquello le gustaba.

-No grites.-murmuré.-Mejor haz algo, ahora sí te dejo.-me subí sobre él dejando mi miembro en su boca y yo aún con el suyo entre mis labios.-Esto es lo que llaman un sesenta y nueve, cher.-su lengua se pasó por mi extensión liberándome, liberándome de los deseos que tenía de sentir su húmeda saliva y su cálido aliento.

Movía mis caderas y él hacía lo propio. Ambos nos enzarzamos en un lujurioso juego, hasta que realmente me cansé. Entonces, de improvisto me bajé de donde estaba y dejé su figura libre.

-Abre tus piernas.-dije en modo imperativo.

-¿Así?-dijo haciéndolo con sensualidad y por lo tanto provocándome con cierto descaro.

-Justamente así.-me tumbé sobre él y acomodé mi sexo entrando de una vez, aunque sin ser demasiado brusco.

-¡Lestat!-gritó nuevamente arañando mi espalda con sus manos. Me agarraba con fuerza y sus piernas fueron a rodear mis caderas.

-¡Oui!-gemí al notar aquel calor rodeando mi sexo.-¡Mon amour!-dije lamiendo su cuello y luego encerrándome en su boca. Mi lengua se volvía esquizofrénica en sus fauces. Sus párpados se cerraron y yo sin embargo no quise, quería ver su rostro en cada instante.-Je t’aime!-aceleré mis movimientos y me apoyé en el colchón dándole embestidas que ni él recordaba.

-¡Me vas a romper!-dijo ahogado por el deseo.-¡Pero no pares!-rogó con lágrimas en sus ojos, esta vez de felicidad.-¡Je t’aime Lestat!-sus gemidos apenas le dejaban tiempo para decir nada, únicamente gritaba de lujuria y desenfreno.

-¡Oui!-mis nalgas se endurecían haciendo presión para las estocadas, las suyas se contraían para atrapar mi daga.

-¡Quiero cabalgar! ¡Lestat!-sabía lo que era perfectamente. Así que rápidamente salí de él y me recosté sobre la cama. Lo tomé tirando de él y lo subí en mi vientre, empalándolo sin ningún remordimiento.

-¡Hazlo!-le di una fuerte nalgada y comenzó a moverse al ritmo que él deseaba. Louis era libre para llevarlo y yo contemplar su torso perlado por un sudor sanguinolento. Tenía sus rosados pezones completamente duros y parecían deliciosos a simple vista-¡Así!-dije agarrándole de la cintura para guiarle, hasta que él sin ningún aviso eyaculó. Aquel líquido blanquecino salió con un chorro a presión cálido que llenó la habitación de aromas. Él, sin embargo, seguía sintiendo placer, yo aún no me había venido.

-¡Dentro!-gritó sentándose por completo sobre mi miembro clavándolo hasta los testículos, estos se quedaron aplastados por su peso.

-Oui!-dije acariciando su vientre y vertiéndome dentro de él. Nuestras miradas en ese instante se fundieron y me besó al sentirse repleto de mí.

-Soy tuyo, me has atrapado.-susurró recostándose sobre mi pecho, mientras mi sexo salía de su interior.

-¿Lo dudabas?-reí bajo acariciando sus cabellos, los mismos que siempre fueron puras hebras arrancadas a la propia noche, para luego besarle en la cabeza.

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Lestat de Lioncourt