Cuando llegó el ascensor nos metimos todos en él, cabían diez personas según el letrero. Podía decirse que para una construcción como aquella ese amplio ascensor sobraba, pero quizás lo habían hecho a propósito. Había demasiadas fiestas además de artistas de renombre en la zona, también pelagatos de los que nadie había escuchado hablar. Para meter sus enseres y sacarlos necesitaban espacio, por supuesto, como en cualquier otro lugar había parejas jóvenes con niños pequeños. Un carro de bebé no cabe en un ascensor común, eso lo tenía comprobado. Ya los hacen tan grandes, robustos y pesados, que incluso plegados se derrocha mucha energía.
-Me siento sardina enlatada.-murmuró mi hijo pegado a mi espalda, espalda contra espalda.
-Pero al menos tú no tienes a un hombre sudoroso pegando su aroma a tigre a tu camisa nueva.-dije como queja.
-Yutaka ¿tenías que comprar algo tan monstruosamente grande?-interrogó su hermano prácticamente echado sobre él.
-Ya sabes como es, si no es grande no le gusta.-murmuró Hide alzando y bajando las cejas.
-¡No seas guarro!-reprochó Uta con las mejillas sonrojadas.
-El guarro eres tú que has pensado mal, además no sé cual es el tamaño de hombre que te gusta a ciencia cierta.-cuando dijo aquello le di un golpe con el codo. Hidehiko a veces podía ser muy cruel con él.
-Y dice Olivier que yo estoy cargado de hormonas.-murmuró mi hijo en un leve susurro que todos escuchamos.
-Tienes que presentarme a tu novio, insisto.-dijo Uta mirándome a mí con una sonrisa.-Seguro que tienes el mismo buen gusto que tu padre.-nada más decir eso Anii e Hidehiko comenzaron a reírse.
-Si serás egocéntrico.-intervino nuestro amigo.-No tienes remedio. Dices eso porque fuiste pareja de Atsushi y te has colocado estrellitas de lo más rápido.
-¿Pretendes decir que tengo mal gusto?-interrogué girando la cabeza.
-No, no dije eso.-decía intentando no reír a carcajada limpia.
-Yo me he reído de él porque es un orgulloso, pero tú lo has llamado indirectamente feo. Hidehiko si quieres seguir conservando tus brazos, los que sostienen esas cajas, no vuelvas a decir eso a mi hermanito.-Yutaka sonreía y le miraba ilusionado.-Eso sólo se lo puedo decir yo, con delicadeza y un tacto que tú no tienes.-inmediatamente lo golpeó.
-¡Baka! ¡No vuelvas a decir eso! Si yo soy feo imagina tú que eres el prototipo original.-mi hijo comenzó a reír, no podía parar. No sabía si era risa nerviosa por la situación de que imaginaba que Uta seguía siendo mi amante o por los comentarios que nos dirigíamos unos a otros.
-Ya llegamos, el ascensor se ha parado.-dije comprobando que se abría. Fuera estaba Imai recostado en la pared.-¿Estás tan viejo que cuatro cajas te deja sin fuelle? Pobre de ti Anii te echaste un amante muy desconsiderado y achacoso.-ambos me miraron con los ojos fuera de sus respectivas cuencas.
-Tranquilos, sé que tenéis todos un rollo muy raro.-murmuró mi hijo intentando despegarse de mí.- ¡Vamos! Salid ya que tengo el rostro pegado prácticamente al espejo.
-¡Te mato Atsushi!-gritó Imai desde fuera mientras salíamos.
-He dicho la verdad.-respondió.
-Aja, ha dicho la verdad.-intervino Uta.
-La pura verdad.-añadió Hide colocándose un cigarro en sus labios para darle una calada.
-La verdad.-dijo mi hijo dándole un golpe leve en la espalda al pobre de Anii.
-No es justo.-murmuró aún en shock y dentro del ascensor, Imai se aproximó a él y le quitó las cajas que había a su alrededor.
-Es justo, siempre nos molestabais a nosotros dos y ahora os toca a vosotros.-dijo Yutaka entrando en la casa con algunas bolsas y aquel enorme conejo.
Cuando descargamos todo el camión junto a los operarios nos dedicamos a dejar bien los muebles, todo a su gusto y con algunas indicaciones de Yutaka. Él quería que fuera más acogedor.
-¡No pongáis ese poster de esa chica!-gritó él enfuruñado.-Esto más que una casa parece un garaje de un tuercas cualquiera.-se lo quitó a mi hijo de las manos y le miró.-¿Qué piensas que diría tu chico si ve esto?-preguntó.-Seguro que se sentiría mal.
-Pero es que me trae suerte.-dijo como si fuera eso algo importante o decisivo para que le dejara salirse con la suya. Uta simplemente hizo trocitos aquel calendario bien recortado y dejó un pequeño jarrón de flores de papel en una de las mesas.
-Las hice yo.-comentó con una sonrisa y mi hijo en vez de bufarle, simplemente se quedó callado dejando que hiciera lo que quisiera.-No pongas esa cara.-lo tomó del rostro y sonrió tras darle un beso dulce en la mejilla.-Seguro que estos detalles los echará de menos Olivier cuando entre a tu apartamento.
Las flores que había hecho no eran flores cualquiera, ni de cualquier modo acabadas. Eran las de un profesional, jamás había visto tan bien realizadas las flores de Sakura. El jarrón era un tubo de cristal sin ornamento alguno.
-Lo sé.-murmuró mi hijo cuando se separó de él y puso un pequeño incensario para colocar tubos de incienso.-Arigato.
Mi hijo intentaba no ser cruel con él, parecía que tan sólo me achacaba a mí el problema. Él entendía que la culpa no era de Yutaka, no era de mi amante, sino de mí. Incluso él una vez me confesó que era un hombre agradable, dulce y bastante atento. Si bien, no veía con buenos ojos que lo engañara de esa forma.
-Uta deja que ponga el chico la casa como quiera, no tiene que ir siempre al estilo zen que tanto te gusta a ti y a su padre.-comentó su hermano tomándolo de la mano para que lo acompañara hacia otro lado de la habitación. Allí cuchicheaban en el oído, no era capaz de saber qué demonios se decían.
Yo me quité la camisa y fui a ponerme un mono de trabajo. Tuve que quitarme también zapatos y por supuesto pantalones. Cuando entré en la habitación del bebé vi los materiales y sonreí. Sabía que él iba a preparar todo para que yo decorara todo. Conocía que amaba pintar, aunque ya no lo hacía de forma profesional.
-Me siento sardina enlatada.-murmuró mi hijo pegado a mi espalda, espalda contra espalda.
-Pero al menos tú no tienes a un hombre sudoroso pegando su aroma a tigre a tu camisa nueva.-dije como queja.
-Yutaka ¿tenías que comprar algo tan monstruosamente grande?-interrogó su hermano prácticamente echado sobre él.
-Ya sabes como es, si no es grande no le gusta.-murmuró Hide alzando y bajando las cejas.
-¡No seas guarro!-reprochó Uta con las mejillas sonrojadas.
-El guarro eres tú que has pensado mal, además no sé cual es el tamaño de hombre que te gusta a ciencia cierta.-cuando dijo aquello le di un golpe con el codo. Hidehiko a veces podía ser muy cruel con él.
-Y dice Olivier que yo estoy cargado de hormonas.-murmuró mi hijo en un leve susurro que todos escuchamos.
-Tienes que presentarme a tu novio, insisto.-dijo Uta mirándome a mí con una sonrisa.-Seguro que tienes el mismo buen gusto que tu padre.-nada más decir eso Anii e Hidehiko comenzaron a reírse.
-Si serás egocéntrico.-intervino nuestro amigo.-No tienes remedio. Dices eso porque fuiste pareja de Atsushi y te has colocado estrellitas de lo más rápido.
-¿Pretendes decir que tengo mal gusto?-interrogué girando la cabeza.
-No, no dije eso.-decía intentando no reír a carcajada limpia.
-Yo me he reído de él porque es un orgulloso, pero tú lo has llamado indirectamente feo. Hidehiko si quieres seguir conservando tus brazos, los que sostienen esas cajas, no vuelvas a decir eso a mi hermanito.-Yutaka sonreía y le miraba ilusionado.-Eso sólo se lo puedo decir yo, con delicadeza y un tacto que tú no tienes.-inmediatamente lo golpeó.
-¡Baka! ¡No vuelvas a decir eso! Si yo soy feo imagina tú que eres el prototipo original.-mi hijo comenzó a reír, no podía parar. No sabía si era risa nerviosa por la situación de que imaginaba que Uta seguía siendo mi amante o por los comentarios que nos dirigíamos unos a otros.
-Ya llegamos, el ascensor se ha parado.-dije comprobando que se abría. Fuera estaba Imai recostado en la pared.-¿Estás tan viejo que cuatro cajas te deja sin fuelle? Pobre de ti Anii te echaste un amante muy desconsiderado y achacoso.-ambos me miraron con los ojos fuera de sus respectivas cuencas.
-Tranquilos, sé que tenéis todos un rollo muy raro.-murmuró mi hijo intentando despegarse de mí.- ¡Vamos! Salid ya que tengo el rostro pegado prácticamente al espejo.
-¡Te mato Atsushi!-gritó Imai desde fuera mientras salíamos.
-He dicho la verdad.-respondió.
-Aja, ha dicho la verdad.-intervino Uta.
-La pura verdad.-añadió Hide colocándose un cigarro en sus labios para darle una calada.
-La verdad.-dijo mi hijo dándole un golpe leve en la espalda al pobre de Anii.
-No es justo.-murmuró aún en shock y dentro del ascensor, Imai se aproximó a él y le quitó las cajas que había a su alrededor.
-Es justo, siempre nos molestabais a nosotros dos y ahora os toca a vosotros.-dijo Yutaka entrando en la casa con algunas bolsas y aquel enorme conejo.
Cuando descargamos todo el camión junto a los operarios nos dedicamos a dejar bien los muebles, todo a su gusto y con algunas indicaciones de Yutaka. Él quería que fuera más acogedor.
-¡No pongáis ese poster de esa chica!-gritó él enfuruñado.-Esto más que una casa parece un garaje de un tuercas cualquiera.-se lo quitó a mi hijo de las manos y le miró.-¿Qué piensas que diría tu chico si ve esto?-preguntó.-Seguro que se sentiría mal.
-Pero es que me trae suerte.-dijo como si fuera eso algo importante o decisivo para que le dejara salirse con la suya. Uta simplemente hizo trocitos aquel calendario bien recortado y dejó un pequeño jarrón de flores de papel en una de las mesas.
-Las hice yo.-comentó con una sonrisa y mi hijo en vez de bufarle, simplemente se quedó callado dejando que hiciera lo que quisiera.-No pongas esa cara.-lo tomó del rostro y sonrió tras darle un beso dulce en la mejilla.-Seguro que estos detalles los echará de menos Olivier cuando entre a tu apartamento.
Las flores que había hecho no eran flores cualquiera, ni de cualquier modo acabadas. Eran las de un profesional, jamás había visto tan bien realizadas las flores de Sakura. El jarrón era un tubo de cristal sin ornamento alguno.
-Lo sé.-murmuró mi hijo cuando se separó de él y puso un pequeño incensario para colocar tubos de incienso.-Arigato.
Mi hijo intentaba no ser cruel con él, parecía que tan sólo me achacaba a mí el problema. Él entendía que la culpa no era de Yutaka, no era de mi amante, sino de mí. Incluso él una vez me confesó que era un hombre agradable, dulce y bastante atento. Si bien, no veía con buenos ojos que lo engañara de esa forma.
-Uta deja que ponga el chico la casa como quiera, no tiene que ir siempre al estilo zen que tanto te gusta a ti y a su padre.-comentó su hermano tomándolo de la mano para que lo acompañara hacia otro lado de la habitación. Allí cuchicheaban en el oído, no era capaz de saber qué demonios se decían.
Yo me quité la camisa y fui a ponerme un mono de trabajo. Tuve que quitarme también zapatos y por supuesto pantalones. Cuando entré en la habitación del bebé vi los materiales y sonreí. Sabía que él iba a preparar todo para que yo decorara todo. Conocía que amaba pintar, aunque ya no lo hacía de forma profesional.
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