Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 31 de julio de 2009

Dark City - Sindrome de Peter Pan - Capítulo 8 (parte VII)

Yume ò.ó te alcanzaré, ¡en unos días estaré en el mismo tomo que tú!
Modo de estado de ánimos: Takumi <3
frase del día: amo a mi gemelo, es tan "ojete"





Music BT... ¡Enjoy!

-Algo así.-dije sin ser capaz de soltarlo todo.

-¿Cuándo me la darás?-preguntó meciendo el peluche, estaba algo sonrojado aún.- ¿Es un vale para el spa? Porque si es eso yo me adelanté. Es para dentro de unas tres semanas y lo compré en un arrebato.

-Ya lo verás en su día.-respondí saliendo del ascensor.

-¿Me vas a pedir que nos casemos?-dijo colocándose a mi lado, su mirada estaba gacha y sus mejillas ardían.-Sí, sí quiero y lo sabes. No tienes que preguntar.-rió bajo y se agarró a mi brazo.

¿Cómo le dices a alguien que quieres que no pueda ser? ¿Cómo explicas que lo que una vez hubo ya murió? ¿Cómo que jugaste al pasado tan sólo para verle feliz una vez más? ¿Entendería lo que es atracción y lo que es amor? Le quería, pero no le amaba. Una atracción desesperada por verlo feliz a mi lado, gozar conmigo como antes, y también por su cuerpo junto al mío. Eso era, una atracción.

-Yutaka.-susurré separándome para tomarle del rostro y que me mirara.-Me caso con otro.-sus ojos llenos de fantasía se apagaron y se llenaron de esa tristeza que no deseaba para él.-Pero, algún día volveremos a vernos libres y estaremos juntos.

Yo era budista. Nunca se lo dije a mi mujer, me convertí al cristianismo y olvidé mis creencias por ella. Deseaba ser el perfecto hombre, pero en realidad nada más dejarla retomé lo que una vez me dio paz a mi alma. Aunque seres como yo no debemos tener. Mi karma me haría pagar lo que le hacía, me lo haría pagar caro.

-Yo te amo.-susurró como si eso fuera algo fundamental en mi decisión.-Él también.-dijo intentando no llorar.-Pero yo te amo más, durante más tiempo y jamás he deseado que otro me toque. Yo soy tuyo desde el primer día, me hiciste tuyo y sigo siéndolo.-me abrazó cayendo el peluche que llevaba.-Atsushi debo ser yo el elegido, soy la mejor opción.

-Yutaka, me voy a casar con Phoenix.-se apartó llorando, sus piernas temblaban y quedó arrodillado frente a mí.

-Me vas a dejar, me abandonarás y te irás con él. Ya yo no sirvo, soy demasiado mayor para gustarte.-susurró.-Prefieres a alguien joven, más atractivo y con encanto en los medios.

-No es eso Yutaka.-dije serio levantándolo para que me mirara a los ojos.-Eres hermoso, muchos hombres al verte pasar se desviven porque los mires y tú siempre me observas a mí.-entonces me abrazó hundiendo su cara en mi pecho.

-Yo sólo te miro a ti, porque sólo te quiero a ti. Yo ya elegí a quién amar para siempre.-eso me impactó, no lo había escuchado de sus labios. Ese para siempre parecía real. Una vez cuando éramos jóvenes me dijo que él creía en el amor verdadero, ese en el que piensas y sientes que vas a morir si lo pierdes. Jamás pensé durante estos años que yo sería su amor verdadero. Yo pensaba que era la antesala a un mundo maduro, no a otro donde lo dejé estancado en creencias que veía poco lógicas.-Puedo ser más joven, puedo ir a sacarme las pocas arrugas que tengo y hacer lo que quieras con mi pelo. ¿Quieres que lo tiña? Yo lo tiño.

-No.-dije tomándole de las manos.-El problema es que así como eres me vuelves loco.-besé su frente y le miré a los ojos.-Ese es el problema.

-No.-susurró con una sonrisa leve acariciando mi rostro.-Esa es parte de la solución.-declaró.-Tú y yo nos amamos, no te das cuenta porque Phoenix también te gusta.-era lo contrario, pero él quería pensar de ese modo.-Atsushi.-me abrazó de nuevo tranquilo, seguro de que yo al final no elegiría la opción que deseaba, sino a él.

-Vayamos con los chicos.-dije apartándolo con cierta dulzura, para que no hiciera un nuevo drama, y recogí el peluche para otorgárselo.

Salimos del bloque y noté varios fotógrafos. Él sonreía con ese maldito muñeco canturreando. Se sentía mejor quizás por mis palabras, palabras que hablaban de mi entrepierna y no de mi corazón. Nos subimos a mi coche y nos siguieron, como no. Al llegar al barrio de mi hijo estaban todos descargando muebles y enseres de un camión. Ayudaban a los operarios y ni uno llevaba la camisa encima. Mi hijo sonreía complacido con lo que había comprado, Clarissa y yo dimos dinero para que él arreglara el piso al igual que algunos de sus amigos compraron algunos enseres. Si no recuerdo mal sus amigos de la banda le compraron algunos electrodomésticos y cuando naciera el bebé seguro que le llevarían algo para este. El que peor se tomó todo fue Yue, su antiguo novio. Recordé al chico al final, era muy despierto cuando pequeño pero cambió bastante. He de decir que me parecía sumamente atractivo y mi hijo lo despreciaba por ese diseñador tan flaco como un palo. Supongo que era normal, él quería alguien maduro y que le hiciera sentirse seguro. Yue no daba ese aspecto de seguridad que podía trasmitir un hombre de un cuarto de siglo, sino la infantilidad del propio Yutaka. Pero esa inocencia, esa forma de ser infantil, era la que me atraía como las abejas a la miel. En definitiva, todos queríamos colaborar, todos deseábamos regalarle un lugar propio para cuando naciera mi nieto.

-¡Chicos!-gritó Imai al verme tras una honda calada a su cigarrillo.- ¡Llegó el feliz abuelo! ¿Qué tal? ¿Vienes a visitar el departamento donde vivirá tu hermoso Heidi?-cuando dijo aquello mis ojos llamearon.

Hide tan sólo leía las instrucciones de algunos muebles, no paraba de rascarse el mentón y la barba de varios días. A ellos le crecía el vello de la cara de forma bastante rápida, yo era prácticamente lampiño. Anii no paraba de reír frente a nuestras reacciones.

-¡Muérete Imai! ¡Haz ese favor a la humanidad!-dije con Yutaka colgado de mi brazo, él sonreía sintiéndose afortunado quizás.

-¡No! ¿Si me muero qué pasará contigo? ¿Sobrevivirás sin mí? ¿Quién te molestará por teléfono a altas horas de la madrugada?-comentó mientras cargaba una de los paquetes.

-No necesito a un loco medio ebrio por teléfono contándome lo infeliz que es su existencia y que ninguna chica de veinte años le hace caso.-al decir eso Anii simplemente lo fulminó con la mirada y tomó otra de las cajas.

-Vaya Imai-chan no sabía tu preferencia por las chicas que podrían ser tus hijas.-se veía celoso, enfuruñado y con una expresión cómica que hacía años que no veía en él.

-¡No me llames Imai-chan!-gritó furioso.-Además, son las hijas de otros no las mías. No me agrada el incesto.-tras eso tuvo una mirada fulminante hacia Anii y este le lanzó la lata de cerveza que se había acabado. Para la fortuna de Imai… Anii no es que fuera experto en lanzamientos, tenía mala puntería, así que terminó fallando y nuestro “líder” cerró la puerta del ascensor.

-Os comportáis como niños.-dijo Yutaka y entonces dio un grito ensordecedor lanzándose sobre mi hijo. Aparecía sin camiseta, como no, y con un looks de chico de revista juvenil.

-Mira quien habla de niños.-susurró Hide.-Atsushi, ten cuidado los genes son muy atrayentes para adolescentes perpetuos.-comentó alzando una ceja tras aquella enorme guía.

-Por favor, muérete tú también.-dije dirigiéndome hacia el ascensor, pulsando el llamador como podía. Llevaba varias bolsas de compras que había hecho Yutaka para el piso de mi hijo. Eran cosas de decoración que obviamente no usaría, demasiado femeninas y agradables.

-Oh, el abuelo está algo quisquilloso. Ten cuidado, te saldrán arrugas.-murmuró Anii con cara de “si le haces algo a mi hermano, cualquier cosa que sea, te mato”.-Aunque eso no será un problema, ya que estoy seguro que dejarás un lindo cadáver.

-¡Papá!-escuché gritar a mi hijo antes de que pudiera responderle.-¿Y este colgador?-Yutaka parecía ronronear colgado de su cuello como si nada.

-Yo te cambié los pañales, eras una cosa tan mona como Jun. ¿Sabías que fui yo quien te compró tu primera manta? Te veías tan adorable envuelto en esa tela llena de pequeñas patitas de gato. Sí, tan dulce.-eso me hizo alzar una ceja y mi hijo no conseguía quitárselo de encima.-Ahora estás tan grande, tan guapo ¿tienes novio o novia?-interrogó mirándolo a los ojos.-Si quieres puedo darle recetas de cocina para que aprenda y a ti también.-tiré de él, admito que con cierto arranque de celos, y lo dejé a mi lado. Aunque prácticamente caigo con tanto peso de esas bolsas.

-Yutaka compórtate.-dije mirándole fijamente y él sonrió.

-Me sale el instinto materno con él ¿qué quieres? Aún conservo las fotografías que me mandaste cuando nació, también las que me hice con él cuando fui a visitaros al hospital y por supuesto ese adorable dibujo que me hizo la última vez que lo vi.-rió bajo y lo miró.-Un gato hecho con un palo horizontal, cuatro verticales, un borrón con dos triángulos en esa supuesta cabeza.-rió alto Anii cuando escuchó aquello, creo que todos lo hicimos, incluyendo a Hide, salvo mi hijo. Obviamente él estaba avergonzado de ese dibujo, al igual que de muchos de su infancia.

-Oye Uta, dijiste instinto materno ¿no querrás decir paterno?-intervino Hizaki para desviar la conversación hacia otro terreno.

-No, no.-negó categóricamente que fuera un error y estrujó el conejo.-Materno, porque un padre no siente tanta dulzura hacia sus hijos. O al menos, eso es lo que me tocó vivir a mí.

Cuando llegó el ascensor nos metimos todos en él, cabían diez personas según el letrero. Podía decirse que para una construcción como aquella ese amplio ascensor sobraba, pero quizás lo habían hecho a propósito. Había demasiadas fiestas además de artistas de renombre en la zona, también pelagatos de los que nadie había escuchado hablar. Para meter sus enseres y sacarlos necesitaban espacio, por supuesto, como en cualquier otro lugar había parejas jóvenes con niños pequeños. Un carro de bebé no cabe en un ascensor común, eso lo tenía comprobado. Ya los hacen tan grandes, robustos y pesados, que incluso plegados se derrocha mucha energía.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt