Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Dark City - capitulo 10 - Creo que voy a matar a alguien. (parte III)



Subí al piso superior y entré en mi despacho, me senté en mi sillón y marqué el número del restaurante. Era un lugar donde se podía ir en familia, decían que estaba plagado de mafiosos pero aún así pensaba que únicamente eran rumores. Mi hijo solía ir, no era un mafioso, y siempre venía saciado por poco dinero. Buen lugar para comer y a bajo coste, el mejor sushi de toda la ciudad o al menos del mejor. Así que sería la mejor opción. Llamé y pedí el sushi, el pollo al tempura, el ramen y sake junto a unas galletas de la suerte para tres comensales.

Al regresar a la sala estaban ambos conversando sobre literatura, Phoenix se había leído el libro de Wilde en pocos días y no paraba de hablar de él. También se había leído el de Hizaki, como pude logré arrancarle un ejemplar a mi hijo. Ambos escribían bastante bien. Aunque como orgulloso padre debería decir que mi hijo lo hacía mucho mejor, pero no era el caso. Ambos eran buenos, pero Wilde era un excelente escritor y podía trasmitir mejor que Hizaki que era aún un pequeño novato.

-¿Ya pediste?-interrogó Phoenix con una sonrisa en sus labios.

-En una hora estarán aquí, no olvidemos que está en la otra punta de la ciudad y tienen que prepararlo.-comenté sentándome en el sofá entre ellos dos.

-Lamento haber venido sin avisar.-murmuró Wilde colocándose de nuevo aquellos anteojos de empollón. Parecía delicado, poca cosa, pero bien sabía yo que él no era así. Podía mostrar mil facetas y jamás saber quien era realmente o cual era la verdadera.

-No es nada, Atsushi siempre pide de comer en las noches. No nos apetece cocinar ¿verdad amor?-dijo apoyando su cabeza sobre mi hombro y yo sonreí asintiendo.-¿Ves? No importa. Ya estábamos por pedir comida, aunque hoy creo que era pizza y película. Siempre tenemos los días acotado a algo, a lo que nos apetece. Pero supongo que conversar con un amigo es mucho mejor.-intentaba ser cordial, no mostrar lo que realmente sentía.

La verdad era que no pensábamos comer, queríamos esperar a que Jun estuviera bien dormido para empezar a practicar el sexo. Claro que ya no era como antes, Phoenix no permitía que me excediera y era él a veces quien llevaba el ritmo. Lo hacía porque así nos lo había pedido el médico, pero yo me sentía menos hombre que antes al seguir las indicaciones de un charlatán. Quería hacer el amor como siempre lo había hecho, quedarme al límite de la vida y la muerte.

Mientras llegaba la cena la conversación no salía del ámbito de la literatura. Phoenix amaba la política, pero sabía que si entraba en ella ciertos comentarios podrían dañar nuestro matrimonio. Aunque no estábamos casados, no del todo. Wilde parecía en otro mundo, no quise comentar nada al respecto y me guardé mis impresiones sobre su mirada o gestos.

Llamaron a la puerta y fui rápido, pues la perra era bastante molesta y sobretodo cuando olfateaba algo de comida. Los ladridos asustaban al escuálido hombrecillo que portaba los paquetes en las bolsas térmicas. Sus piernas se movían de forma graciosa, sobretodo cuando vio el mastodonte que estaba a punto de saltarle encima. Yo únicamente tomé los paquetes y la perra cayó sobre él lamiéndole el rostro.

-¿Qué te debo?-interrogué con una sonrisa de triunfo.

-¡Atsushi! Apártale la perra, pobre hombre.-dijo intentándola calmar.

-Es tu hija ¿no decías eso el otro día? Pues cálmala tú.-resopló cuando dije aquello. Pero era cierto, yo no era capaz de calmar a ese maldito perro. Además, estaba ocupado con las bolsas.

-Son cuarenta con treinta y cinco céntimos.-murmuró levantándose.

-Te doy cincuenta y no me des vuelta.-comenté sacando la cartera con cierto esfuerzo, pues hice malabarismos con las malditas bolsas.-Aquí tienes.

-Arigato.-sonrió ya más tranquilo al ver a la perra entre los brazos de Phoenix y también por la propina.

-Cuídate chico.-comenté antes de entrar en la casa con Phoenix tras mis pasos.

-Eres un maleducado.-me reprendía una y otra vez, no sabía cuantas al día.-No deberías de tratar así a los repartidores, siempre haces lo mismo.

-Es divertido ver como los aplasta, sería buena para el rugby.-dije con una sonrisa y entonces recordé.- ¿Cómo es que a ti no te aplasta?-interrogué al entrar en el salón y ver a Wilde.

-Simplemente creo que le doy pavor.-murmuró con mi gato sobre sus piernas.-En cambio él parece bastante feliz con mi presencia.

-Eso es porque ese gato es parte de las hordas de infiernos y vosotros dos sois unos malditos demonios electoralistas.-dijo Phoenix en tono burlón, aunque en parte tenía cierta razón.

-Oh, yo no voy por votos.-mustió Paulo dejando el gato en el sofá como si lo hubieran hipnotizado.-Soy más de buscar la verdad, hacerla relucir, aunque tenga que hacer rodar algunas cabezas.

-Todos los políticos decís lo mismo.-susurró Phoenix de forma burlona.

-Pero no todos los políticos tenemos el sesapel para conquistar a periodistas bocazas.-dije antes de besar sus labios de forma dulce y caminar hacia la mesa.

-No pusimos la mesa.-dijo mi pareja algo ruborizado.

-Corre por el mantel.-susurré con una sonrisa y él corrió hasta el armario donde lo guardábamos.

-Realmente siento molestar.-comentó Paulo levantándose para ir hacia donde estábamos Phoenix y yo colocando las cosas para la cena.

-No, no importa.-no sabía cuantas veces iba a decir lo mismo, pero si tenía que ayudarlo lo haría. Si soy sincero sí importaba, como ya he dicho, si bien tan sólo pensaba en lo victorioso que estaría al conocer de sus labios ese enamoramiento. Había vencido, le había demostrado que se equivocaba.

Comimos en silencio. Phoenix reía bajo mientras Wilde olisqueaba sutilmente todo lo que se llevaba a la boca, también por su torpeza al usar los palillos. Para mí era como caminar, respirar o pestañear. Sin embargo, para un chico anglosajón era como intentar alcanzar el Tíbet en dos zancadas.

-Creo que me marcharé a dormir.-susurró Phoenix levantándose de la mesa.-Como los envoltorios son desechables ¿los llevas tú?-interrogó mirándome con dulzura.

-Sí, lo llevo yo.-dije tomándolo de la cintura.-Ai shiteru.-susurré antes de que se inclinara y yo atrapara sus labios.

-Ai shiteru Atsu.-murmuró sonrojado para ir hacia nuestro dormitorio.

Terminé de dar un sorbo al saque, me recosté en la silla y le miré fijamente a los ojos.

-Tienes suerte.-dijo tras limpiarse los labios.

-Hace unas semanas era todo una carga, algo que deseabas en parte pero que veías que no era para ti.-sonreí de forma siniestra y él hizo lo mismo, repitió el gesto.

-Hace unas semanas no había conocido a Claudia.-murmuró prendiendo un cigarrillo.-¿Te importa?

-No, no importa.-dije con una sonrisa leve.-¿Y como es Claudia? ¿Qué tiene de especial?

-¿Has soñado alguna vez con un amanecer perfecto apareciendo tras aguas de un mar revuelto?-susurró tras dar una calada.-Yo jamás había soñado con el destello enigmático de sus cabellos y esos ojos azules tan profundos.-me carcajeé de aquello, no pude evitarlo.-No te rías, por favor.

-Pero ¿tú escuchas lo que dices? Pareces adolescente cual mariposa en flor camina por los prados saltando y gritando ¡Qué bonito es el amor!-dije antes de tomar un trago de sake y reír bajo mientras él se sonrojaba.

-No es justo, no es justo.-murmuró.

-¿No es justo?-interrogué alzando una ceja.-Tan sólo me alegro que no seas un amargado.

-De acuerdo.-dijo tras una honda calada que hizo expulsar por su nariz como si fuera un dragón.

-Y cuéntame ¿y como es ella? ¿Por qué tuvo la desgracia de conocerte?-seguía con mis ironías, mis bromas que le hacían hervir en la silla.

-Muy gracioso ¿hoy te levantaste con ganas de ir al circo?-interrogó molesto.

-No, simplemente tengo buen sentido del humor.-declaré pestañeando y haciendo un gesto típicamente gay, al menos así se ven en ciertos círculos agitar la mano.-Y cuéntame, ahora que estamos de comadres ¿te atrajo su escote o su inteligencia?

-Para, por dios.-dijo aún más molesto.

-Pero contesta.-respondí vertiendo un poco de sake.

-Primeramente ni la vi.-murmuró levantándose de la mesa.-Te juro que ni la vi, estaba demasiado inmerso en mi novela.-se sacó las gafas y colocó sus dedos en forma de pinza sobre el hueso de su nariz, después se dio un leve masaje en sus ojos y volvió a colocársela. Parecía meditar, recordar todo lo que había pasado detalle a detalle.-Siempre estoy sentado en el mismo lugar, misma cafetería y tomando lo mismo de siempre. Me siento y enciendo el portátil nuevo que compré, escribo en pequeños trozos de papel y luego voy pasándolo al ordenador. Es laborioso, es estúpido, pero sin el soporte del papel no soy capaz de componer.-volvió a sentarse ante un gesto de mi mano que le invitaba a que lo hiciera.-Lo siento, debo de ponerte nervioso moviéndome por el salón.

-Así es.-dije abriendo mis piernas para acomodarme aún más en la silla.-No soy el único que debe aguantar el martirio de estas sillas, son incómodas.-susurré.

-Sí, así es.-rió bajo y nos levantamos ambos.

-Vayamos mejor al sofá, en la otra parte del salón.-coloqué mi mano tras su espalda y lo guié hasta un pequeño sillón.-Siéntate, aquí.-le ordené con una sonrisa afable, yo me senté frente a él y me quedé atento a como se desarrollaba su historia.

-Creo que uno de mis papeles cayó dentro de su té, ella me lo devolvió metiéndolo en mi café.-eso fue cómico, pero intenté no reírme para no molestarlo más por el momento.

-¿Y?-interrogué.

-Y que vino Cintia.-susurró en un carraspeo.

-¿Cintia?-me acomodé un poco mejor dejando un cojín bajo mis riñones, amaba ese sofá pues era bastante cómodo.

-Cintia, Cintia Collins.-añadió el apellido y comenzó a sonarme.-Pelirroja, impulsiva, una máquina de matar sobre tacones. La empresaria del año, la mujer más importante del país al llevar a su empresa a una situación financiera brillante en plena crisis.-comentó y entonces me quedé con la boca entreabierta.-Sí, no me mires así.

-¡Conoces a Cintia Collins!-grité.-Esa mujer es un espécimen único, es como mi ex mujer, pero un volcán viviente.

-Ella ha sido mi amante desde hace unas semanas, poco después de hablar en la cafetería la conocí y tuvimos algo. Intentaba olvidar a un chico, algo que no se me da bien.-se estaba sincerando por primera vez.-Cuando llegué al país, a la ciudad concretamente, conocí a un bailarín y estuvimos juntos mientras se representó su espectáculo. Después se largó, pensamos en seguir la relación por teléfono pero necesitaba contacto humano. No estaba enamorado de él, si bien despertaba cierto interés en mí.-susurró dando la última calada al cigarro y echó la colilla en un pequeño cartón, donde venían nuestras galletas de la suerte.

-Así que por ello la filosofía que traías, pensabas que no eras capaz de amar y soltaste tanta estupidez seguida.-murmuré.

-No, no es eso.-dijo siguiéndome con la mirada al ver que me levantaba y ponía un cd en mi reproductor, lo pondría bajo y no molestaría a mi pareja ni al bebé.

-¿No es eso?-interrogué dejando que David Bowie sedujera por completo mi mente.-I wish you could swim like the dolphins…like the dolphins can swim. Though nothing…-tarareé moviéndome letamente hasta el minibar.-Though nothing will keep us together.-sonreí girándome para observarle desconcertado.-We can beat them for ever and ever.-eché en un par de copas un poco de whisky y unos hielos.-Oh we can be heroes just for one day.-canturreé un poco más y fui directo hacia donde estaba dejándole una copa en la mano.-Pon la mente en blanco, disfruta del licor y sigue contándome sobre esa mujer.

-Vino mi amante y me golpeó, pues no soy de una sola cama.-tras aquello, no sé si para envalentonarse o para templar los nervios, bebió la copa de un solo trago.-Me rompió las gafas, las acababa de comprar, y me puse a llorar como cualquier empollón ante un deportista en su primer día de universidad.-yo estallé en carcajadas, mientras me tumbaba en el sofá.

-¿Y? ¿Qué pasó?-intentaba animarle para que me siguiera contando.

-Ella vino, recogió mis gafas y sonrió.-susurró.-Ahí me interesé por ella, tal vez para un personaje femenino en mis obras. Su sonrisa era cálida, dulce y muy agradable.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt